El frío entraba por la pequeña tela de mi abrigo y helaba hasta mis huesos.
Apesar de la fría noche en Washington, amaba este lugar. Una de las pocas cosas que amaba en este mundo.
Revisaba el papel una y otra vez en mis delgadas manos esperando que cambiara ese número rojo del costado derecho, pero no cambiaba. Nada en esta vida ya hecho cambia.
Miré las estrellas, recostado en la dura acera. Traté de convenserme de que había algo que valiera la pena, pero te juro que no encontré nada.
Le di la ultima calada a mi cigarro y lo aplaste en mi ultima nota anual de algebra, un 4.6. ¿Tenía futuro? No.
Me levanté y caminé a mi bar favorito. Pensando en cualquier cosa que se me viniera a la mente, pero nada importante.
Al llegar, un señor de más o menos 50 años, recordete, alto y de piel morena me detuvo el paso.
-Tú carnet.- dijo con voz grave
-Hombre...- me revisé los bolsillos y fingiendo buscarlo.- Se me a quedado en mi apartamento. Pero tengo 21, asi que dejeme entrar.
-Chico, usted no representa más de 16.- dijo sin cambiar su expresión.- Así que le sugiero que regrese a su casa, porque ya es tarde y sus padres deben estar preocupados.
-Mira cabrón...- antes de poder seguir con mi amenaza que seguramente se transformaría en una pelea, una mano toco mi hombro.
Me di vuelta y ahí estaban los ojos café mezclados de rabia y tranquilidad. Se dirigió al guardia regordete y dijo tranquilamente.
-Ben, él es el nuevo camarero del bar. Así que puede entrar.- me miró y se dirigió al guardia sin dejar de mirarme.- Y lamento las molestias.
-Ha su orden Jack.- dijo él.
Ben el malhumorado nos hizo un lado para entrar. Caminamos lento pero Jack seguía sosteniendo mi hombro, como sujetandome.
Jack Presliston era ya un hombre maduro de 35, divorciado y de clase media. Era el propietario de un bar que hacía de barman.
Él me conocía desde hace 2 años, mas o menos desde que comenzó todo. Trataba de sacarme de mi mundo, pero admitamoslo, nadie podría hacerlo.
-¿21 Nicholas? Porfavor... tienes 18 y aún así representas 16.- dijo mientras secaba un vaso de cerveza.
-Callate.- dije mirando la mesa.- Sirve lo de siempre.
-Deberían arrestarme, por servirle alcohol a un pequeño.- rió mientras habría una botella de vodka.- ¿Y que trae por aquí?
- ¿Enserio es necesario explicar?- lo miré sujetando el vaso que me había entregado.
No entiendo porque cada vez que venía me preguntaba lo mismo. Si no eran mis padres eran mis notas. Era facil adivinar, pero bueno era Jack y si hablas con Jack tienes que contarle todo.
-Ultima nota de Algebra.- dije y tome un trago.
-¿Puedes arreglarlo?- me miró.
-Joder Jack, esta sería la segunda vez que repetiría mi ultimo curso.- puse el vaso sobre la barra furioso.- Pero ya no importa ni mierda.
-Si te esforzaras talvez pudieras pasar, rasguñando pero pasarías.- dijo tranquilamente.
-¿Para qué? Soy un inutil que no sabe nada, un inutil que viene de una inutil familia y un inutil que vive en un mundo de mierda.- tiré un billete y me marché del bar.
Cuando salí de la puerta Ben el Malhumorado me tomó del hombro y me puso a su lado.
-Si eres camarero tienes que terminar el turno.- dijo con su voz suave.
-Vete al diablo.- le dije y me marché de allí.
Y regresé al puente, siempre regresaba allí. Miré la oscura agua pasar debajo de mí medite dos cosas, siempre las mismas cosas.
La primera era que porque me comportaba como un cabrón con Jack, el era mi mejor y único amigo. Lo quería y apreciaba su apoyo, pero lo desvaloraba.
Y la segunda era mirar el río caudaloso por segunda vez y pensar en lanzarme. Sería fácil, solo un salto para terminar con todo. Pero lo encontraba muy cobarde, nesecitaba algo mas largo.
Con ese pensamiento me fuí caminando por la acera, sin pensar en donde me dirigía, en fin...¿Qué importaba?
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La Droga del Arrepentimiento.
Mysterie / ThrillerNicholas Anderson piensa que su vida es un completo desastre, que ya no hay arreglo en ella. Una propuesta de acabar con su existencia lo más pronto posible llega a sus manos y el desea aceptarla... ¿Abra alguien o algo que lo haga cambiar de opinió...