Había salido del camarote para empezar a organizar algo más que especial para ella, miró a su alrededor para empezar a ordenar cada cosa que su mente iba ideando, observó que era el único barco en el muelle, a lo lejos podía ver un par de embarcaciones que acababan de zarpar, el cielo con un tono mezclado de negro, azul y naranja que empezaba a desaparecer al horizonte dándole paso a una noche llena de estrellas, el color negro empezaba a envolver el cielo acompañado por millones de puntitos resplandecientes... -Perfecto- Se dijo a si mismo. Bajó a la despensa del barco y entre los barriles de agua, comida, ollas, platos y una que otra chuchería rebuscó los paquetes de velas y de linternas flotantes que el príncipe Eugene le había dado aquella vez en Corona. Al encontrarlas sonrió emocionado por algo tan simple como cera y papel... Tomó entre sus manos dichos objetos y se di rigió una vez más a la cubierta, observó con atención su embarcación para empezar a buscar puntos estratégicos donde colocarlas, había cientos de buenos lugares donde colocarlos pero sería más especial e impresionante por todas partes, cuidando de no causar un incendio en toda la cubierta, y para evitar una tragedia coloco velas acompañadas de linternas flotantes en puntos estratégicos, cada linterna tuvo que atarla a una delgada cuerda para que no se perdiera en la inmensidad del cielo, esta idea le daba un toque mágico e irreal al lugar, unas más altas que otras formando un perfecto desorden que iluminaba la cubierta, velas fijadas con su respectivo candelabro que los rodeaban dándole un toque más que irreal a la embarcación, observó por un momento toda la cubierta y sonrió... Bajó con cuidado de no hacer ruido para no levantar sospechas, se asomó un momento a la habitación y vio ahí aún recostada en la cama a la platinada, leyendo tan concentrada e inocente de lo que ocurría en la cubierta. Sonrió al verla y se dirigió de inmediato a la cocina, no era muy experto pero quería algo especial, algo simple y rico para cenar junto a ella, una idea sencilla y deliciosa pasó por su cabeza y se dispuso a realizarla...
Pasado un rato y orgulloso de lo que había preparado subió a la cubierta, buscó con la mirada un lugar especial donde ubicar la mesa, sonrió al ver el sitio perfecto, bajó una vez más a la cámara del barco y en silencio tratando de no llamar la atención de Elsa cargó la pesada mesa que no estaba muy lejos de donde la ojiazul se encontraba leyendo, cruzó la puerta de la habitación y la subió hasta la cubierta, la colocó y una vez más bajó a la despensa en busca de un mantel blanco. -Sé que hay uno- Se dijo a si mismo, empezó a rebuscar entre todo lo que había en el lugar, hasta que abrió un baúl que estaba oculto detrás de los barriles de agua y lo abrió para finalmente tomar el mantel, una vez más se dirigió cerca de donde estaba ella para tomar dos sillas y subirlas a la cubierta, con un candelabro pequeño adornó de una forma sencilla la mesa, puso tres velas blancas en el y las encendió... Bajó a la cocina y tomó lo que con tanto esfuerzo había preparado para los dos, buscó una vez más en la despensa dos copas de cristal y una antigua botella de vino de que sabía que estaba en una pequeña cava y la sacó para colocarla junto con las copas en la mesa. Puso de la forma más elegante que pudo la mesa, un plato a cada lado con sus respectivos cubiertos y una copa de cristal para cada uno. Observando feliz y orgulloso lo que había hecho se dirigió a la habitación, al entrar vio a Elsa recostada de medio lado dándole la espalda mientras continuaba leyendo, se quedó observando su delgada y frágil figura que resaltaba con ese vestido blanco en medio de la luz tenue que daban las velas de la habitación y sonrió... Se dirigió al baño, se miró al espejo, lavó su cara, se peinó un poco... Dándose animo se miró una vez más y salió del baño. Observó una vez más a la rubia y con sus nervios a flor de piel, dudando un poco se acercó a ella, se sentó en la cama, extendió la mano para acariciar su espalda y delicadamente llamar su atención...
-Hola...
Ella saliendo de su lectura giró la cabeza, posó sus ojos azules en el pelirrojo.
-Hola... -Le dijo con una tierna sonrisa.-
-¿Tienes hambre?
-Uhmm un poquito...