Capítulo 63: Qill-In.

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El jardín del altar de flores, un hermoso castillo, rodeado de altas muralla de roca sólida, traídas desde las montañas por innumerables dragones en el pasado. Muy, muy alejado del castillo principal de la familia real en la capital de Xing. Ahí esperaba la princesa, sentada en un banquillo, aguardando por los bocadillos que ordenó, Tsao-Lan recorría el lugar sin quitar su atención de la joven. Buscando al príncipe, sin evidenciar su desaparición, un chapoteo cerca de una de las lagunas llamó su atención. Se acercó disimuladamente y observó el agua cristalina.

Sorprendentemente, Bai-Tsao emergió de la misma con rapidez, la mujer intentaba causar sorpresa en el dragón, pero solo se encontró con un filoso cuchillo a poco centímetros de su rostro. La mujer se burló y elevó sus manos en señal de rendición.

—Eso no es muy caballeroso —indicó la mujer.

—No veo ninguna dama por aquí —se apresuró a responder Tsao-Lan.

—¡Que gracioso! —bufó ella.

—¿Encontraste algo?

—Es mejor de lo que me habías contado —afirmó sin ocultar su encanto.

—¿Están aquí? ¿Dónde? —preguntó Tsao-Lan sin perder tiempo.

—En un pueblo a los extremos, no muy lejos de aquí. La mejor parte es que no son siete u ocho, son aproximadamente veinte personas Tsao-Lan.

—¡Lo sabía! —bramó el dragón.

—¡¡Dime dónde están exactamente!! —habló alguien interrumpiendo la conversación de ambos guardianes.

El príncipe dragón escuchó todos desde lo alto de unos de los pilares que adornaban el jardín. Bajó de un salto y observó con recelo a los dos dragones.

—¡P-príncipe! —dijo Bai-Tsao alarmada.

—¡Oh no! —exclamó Tsao-Lan.

—Quiero saber exactamente dónde esta Shen. ¡Ahora mismo! —ordenó.

—No creo que sea buena... —intentó decir la mujer.

—No me interesa lo que creas Bai-Tsao. ¡Dime dónde esta!

—En un pueblo cerca de la muralla, su único camino posible es la ciudad de los puentes colgantes.

—¡Perfecto! —el príncipe salió corriendo.

Mientras la princesa continuaba sentada, disfrutando los deliciosos bocadillos y un poco de te, su hermano llegó corriendo a toda velocidad.

—¡Lo encontré! —gritó.

—¿Qué cosa? —preguntó la joven desinteresada.

—Al bastardo. Ya se donde está Shen.

—¡¿QUÉ?! —preguntó alarmada —. No hagas una locura hermano.

—¿Locura? No voy a hacer una locura, voy a cobrar venganza. Te traeré su cabeza, por mamá, por el abuelo.

—¡Alto! —gritó ella.

El príncipe se apartó de la mesa y dos alas se desplegaron desde su espalda. Se alzó en vuelo y dejó el jardín en un instante. Tsao-Lan llegó inmediatamente después y también alzó vuelo, aunque sin necesidad de alas.

—No te preocupes, lo traeré de vuelta en un momento —aseguró a la joven.

—Da-Xiang se va a poner furioso —dijo Bai-Tsao resignada.

—¿Qué ocurre? —preguntó uno de los guardias del jardín.

—En el mejor momento Chu-gin. ¡Quédate con la princesa hasta que volvamos! —ordenó la mujer.

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