El cielo se oscurecía, los niños estaban sentados frente a una hoguera mirando fijamente a Adam, un chico de unos veinte años. Estaban ansiosos por escuchar otra de sus historias. El joven miró a todos sus oyentes, preparó la voz y comenzó a narrar la aventura que vivió un par de años atrás con el jinete pálido.
"Era invierno, todo estaba nevado, recuerdo como el frío aire me golpeaba la cara. Me dirigía hacia el campamento Angel, me habían enviado allí para hacer unos negocios con un tipo. Cada metro que avanzaba podía escuchar los gruñidos de los zombies por todos lados. Por suerte para mi, no podían atacarme, ya que estaban prácticamente congelados. Llevaba un par de horas de viaje, cuando decidí parar a descansar en una torre de vigilancia. Subí aquellas dichosas y resbaladizas escaleras y me encontré con un cadáver. Se trataba de una mujer, no pude reconocer quien era, así que probablemente no fuera de nuestro campamento. Me alerté bastante, así que saqué mi pistola y un cuchillo y me acerqué a la chica lentamente. Le di la vuelta y tenía una herida de cuchillo en su cabeza, entonces entendí que no había sido una muerte natural. La sangre era fresca, por lo que el asesino andaría cerca. Miré desde la torre y pude ver unas pisadas de humano alejándose del camino principal. Suspiré fuertemente y decidí ver a donde llevaba esto. Baje de allí y monté de nuevo en mi caballo. Miré por varios segundos el camino, pero en el fondo sabía que tenía que ver quien había matado a aquella chica, al fin y al cabo era habitante de un campamento aliado. Así que volví la mirada a las pisadas y seguí el rastro durante varios minutos hasta que me topé de frente con un hombre de casi dos metros frente a una casa de madera. Bajé de mi caballo y me acerqué lentamente con mi arma desenfundada. El lugar era tenebroso. Una larga explanada de nieve llena de zombies congelados. Estaba temblando, pero no precisamente por el frío. Aquél hombre se percató de mi llegada, pero se quedó quieto, contemplando como me acercaba a el. Le grité. Le pregunté por que había matado a aquella chica, pero no obtuve respuesta ninguna. Seguí acercándome, el miedo recorría por todo mi cuerpo. Levanté mi arma mientras mi brazo temblaba, cuando de golpe aparecieron otras dos personas desde la parte trasera de la casa. Ambos me gritaron que bajara la pistola. Uno de ellos se acercó a mi, no pude apretar el gatillo y arrancó el arma de mis manos. Seguido a eso me golpeó con la culata. Lo siguiente que recuerdo es despertar atado a una silla. Aquellos locos daban miedo de verdad. Uno de ellos llevaba una cicatriz que llegaba desde su frente hasta la boca. A la que se percataron de que había despertado, uno de ellos me preguntó por mi nombre, pero apenas podía hablar. El de la cicatriz insistió en que respondiera a la pregunta, así que dije mi nombre tiritando. Intentaron averiguar si vivía en alguna comunidad. Amenazaron con cortarme los dedos de las manos si no respondía a sus preguntas. Posiblemente lo hubieran hecho si no llega a ser por el. El jinete pálido tiró la puerta abajo. Portaba una máscara de una calavera con una sonrisa sangrienta. Un largo abrigo negro pero con las mangas de los brazos arremangadas. Su piel era blanca como la leche. Uno de aquellos locos disparó un par de veces al pecho del jinete, pero como si nada, el siguió caminando hacia el hombre. Lo agarró del cuello y lo lanzó contra una de las paredes. Los otros dos hombres suplicaban piedad mientras se echaban atrás con mucha cautela, pero el jinete agarró sla escopeta que llevaba a sus espaldas, la amartilló y apretó el gatillo contra cada uno de aquellos hombres. Yo estaba aterrorizado, me da un poco de vergüenza asimilarlo, pero me oriné encima. El jinete se quedó quieto por varios segundos, hasta que guardó su escopeta, dio unos pasos hacia mi y cortó las cuerdas a las que estaba atado con un cuchillo. -Vete a casa, chico. - su voz era grave, pero hablaba de una forma muy tranquila, lo que me provocaba mas nervios. Sin mirar atrás corrí hacia mi caballo, monté en el y decidí volver al campamento. La moraleja de esta historia es que nunca hay que alejarse de los caminos."
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El jinete pálido
Science FictionEn mitad de un apocalipsis, un hombre mitad vivo, mitad muerto, trabaja como cazarrecompensas en diferentes asentamientos.