Más de lo que merezco

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Disclaimer: Kimetsu no Yaiba no me pertenece. La historia sí es de mi autoría y está publicada también en fanfiction. Las fotos de portada no me pertenecen.

| Post final del manga | Spoiler | Reencarnación | ObaMitsu

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—Obanai, cariño...

El pelinegro dejó los platos que estaba secando a un lado, fijando sus ojos de diferente color en el rostro de su esposa. Ella había colocado su delantal en el perchero, después de cerrar la puerta del negocio, y ahora estaba recostada en la encimera del local, justo donde se ubicaba la caja registradora y el ingreso a la cocina. Eran apenas las tres de la tarde, pero el restaurante no era de aquellos que se mantenían abiertos hasta la noche, sino que la atención era hasta la mencionada hora, después del almuerzo.

—¿Sí?

Mitsuri le sonrió como siempre lo hace, por lo que no le preocupó el primer tono sereno que había usado cuando lo llamó.

—¿Eres feliz con esta nueva vida?

Bueno, ahora sí se preocupó.

El hombre salió de detrás de la encimera, donde estaban los estantes de cada utensilio y vajilla que empleaban para servir la comida que preparaban. Se acercó a la mujer y, estando ahí, se quitó la mascarilla que suele usar cuando está en el área de cocina. Siempre priorizaba la limpieza e higiene, además de no sentirse a gusto con el aroma cargado de los alimentos cuando cocinaba. El aroma de mucha comida, en general y desde siempre, lo sofocaba. Anticuado lo llamaban, aun cuando él consideraba que en todos los restaurantes se debería exigir el uso de mascarilla a quienes manipulaban la comida y que estos deben cubrir o sujetarse los cabellos, tal como él lo hace. En fin, cosas suyas.

—Me temo que no comprendo la pregunta.

—Eh, ya sabes. Quizá cuando deseamos reencarnar como humanos una vez más, no te esperabas que tuvieses un restaurante. Tú, un pilar, cazador de demonios que empleaba la espada como nadie —hizo una pausa, todavía sonriente—, y ahora utilizando un cuchillo, pero en comida.

—Puedo utilizarlo en personas también.

Obanai enarcó ambas cejas en cuanto escuchó reír a Mitsuri. Si bien pensaba que el tema era serio, el que riera le demostraba que no era tal. Con un dedo se rascó la mejilla libre de cualquier cicatriz o marca de su vida pasada, apenado.

—Te dije la otra vez que no vuelvas a arrojar cuchillos, querido.

—No es mi culpa que lo merezcan, nadie puede ofenderte —vio que iba a refutar—, pero no nos desviemos. Sigo sin comprender el punto, Mitsuri.

—Yo tampoco me entiendo, pero cuando nos conocimos en esta época... no pensé que íbamos a recuperar los recuerdos de la vida pasada. Todos y cada uno de ellos.

El pelinegro asintió pausadamente.

Tenía que reconocer que cuando apenas se conocieron y sintió una corriente de recuerdos (de los más extraños para él en su momento) invadir su cabeza, creyó que estaba loco. Fue tan repentino aquella vez, como también inverosímil.

Recordaba que tenía veintiún años en ese momento, estaba yendo a su clase de Química Inorgánica en la universidad y no tenía retraso alguno, por lo que caminaba a paso calmo por el campus. A diferencia de una chica de cabellos rosados que, cargando un pupitre y varios rollos de cartulina en sus brazos, corría en la misma dirección que él y terminó por tumbarlo. Nunca se sintió tan humillado de caer intempestivamente contra la acerca, tanto que estuvo por mandar al diablo a quien sea que lo haya empujado.

Más de lo que merezco |𝑂𝑏𝑎𝑀𝑖𝑡𝑠𝑢|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora