Capitulo único

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Que maldito asco de día, pensó Inosuke mirando con rabia las nubes grises por la ventana del salón

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Que maldito asco de día, pensó Inosuke mirando con rabia las nubes grises por la ventana del salón.

Bien, demos una explicación de por qué lo era.

Cuando llegó a la escuela ese lunes —casi culminando la primera hora de clases, por cierto— lo hizo con tremendas ojeras, el cabello todo despeinado, el uniforme mal abotonado, y todavía con algo de espuma, de la crema dental con la que se cepilló los dientes, regada por las comisuras de su boca.

Recibió el típico regaño por no cumplir con el horario de llegada, el estúpido profesor le hizo acomodarse la ropa fuera del aula, y cuando apenas y pegaba el culo en el asiento, notó que todos estaban ocupados en sus respectivos lugares haciendo una cartelera.

¡La hijueputa cartulina!

Y pues sí, se le olvidó la cartulina en casa.

Esto había provocado que no pudiera elaborar la cartelera informativa que tenía que defender, por lo que había perdido los puntos que tanto necesitaba para que no le quedara la materia de Historia.

¡Él se había desvelado toda la noche intentando aprenderse la maldita defensa que debía hacer luego de elaborar la estúpida cartelera! ¡Se despertó tarde por culpa de esa defensa! ¡Casi no lo dejan entrar a la escuela! —De hecho se tuvo que colar, porque el portero le había cerrado la reja de la entrada en la cara— ¡Y todo por nada porque se le había olvidado lo más importante!

Solo con eso ya vamos mal, pero ¿les digo algo? Eso no fue lo único que pasó.

Una vez llegó la hora del almuerzo, fue directamente a la cantina para comprarse alguna cosa para comer, eso porque las tripas le llevaban rugiendo desde hace un buen rato porque no había podido desayunar por lo apurado que estuvo de llegar a la escuela.

Ya allí apartó a los estudiantes a empujones —resultando fácil debido a que la mayoría simplemente se alejó porque no querían meterse con él— y justo cuando se disponía a pedir lo que sería su desayumuerzo, y metió su mano en su bolsillo para buscar en su cartera el dinero con el que iba a pagar...

Cayó en cuenta de que se había dejado la cartera en la casa —porque no, no estaba en su mochila, él la había revuelto y sacado todo lo que tenía en un intento estúpidamente desesperado por hacer aparecer la cartulina mágicamente, y recuerda haber visto que lo único que había allí eran algunos marcadores, lápices pequeños y sus cuadernos— Por lo cual, apretó sus puños y dando un fuerte pisotón se fue de la cantina.

Ah, pero ahí no acaba la cosa.

En su momento de furia por la falta de cartulina y de su cartera con el dinero del almuerzo, tomó una roca cualquiera —relativamente grande— que se encontró en el suelo del patio y la lanzó lejos, como intentando mandar todos sus problemas lo más lejos posible.

Bendito día | InoTan/TanIno (OS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora