Cuando la vida nos separe.

La Cita

_____Día 123_____

Dom, observa que mí estado de ánimo extrañamente mejoro en un porcentaje menor.

-¿Qué te ocurre el día de hoy? Esa sonrisa no la veía en tu rostro desde qué te conocí-resopla-mientras disecciona el cadáver de un hombre regordete.

-¿De qué hablas Dom? todo sigue igual-argumente- tratando de enfocarme en aquél cadáver.

Pero era inútil el no sentir aquella sonrisa dibujada en mi rostro.

-¿Viste a Tezli? ¿Te he dicho que no vengas dopada al trabajo? es muy difícil hacerlo.

-Para una adicta como yo, puede que esa petición sea imposible, pero relajate no estoy en trance, aún..

-Más te vale, porqué hoy solo estamos tú y yo en esta morgue, Faustus me pidió el día.

-Tranquilo, prometo estar limpia el día de hoy entonces.

Aquella sonrisa se había esfumado en su totalidad, ya no vería a Patrick, pero nada impedía que el viniera a mí.

Después de unas cuantas horas, a Dom lo vencería el sueño, quedando encargada del lugar.

Ya se, dirán que suena adsurdo que una adicta pueda estar encargada de una funeraria, pero se controlar mis vicios y existe aun la lealtad en mi ser, Dom, para mí ha sido como un abuelo, uno claramente sexi y moderno, el de alguna u otra forma siempre se preocupa por mí, por lo que le estoy agradecida.

Terminamos con aquel cuerpo, llevándolo con gran esfuerzo a su ataud, para darle los retoques necesarios y estuviera presentable para sus dolosos familiares.

El aroma del formol era penetrante a morir, jaja, que chistosa Jazz, ahora haces chiste, que locura.

Decidí ir a darme un baño antes de la siesta de Dom, quería estar presentable para él.

No quería que se llevará más sorpresa, bastaba con saber que su cita sería en una funeraria y que la chica era una maníaca de atar.

Ahora que lo pienso, no entiendo como pudo aceptar cuando le dije donde trabajaba, fuera otro, se hubiera negado en asistir, dando escusas torpes.

Pero el no era como los demás, después de todo.

Al salir de la ducha me coloqué un vestido que se encontraba entre las pertenencias olvidadas, prense mi cabello con una pinza, empeze a maquillarme un poco todo rastro de hematomas en mis brazos.

Pará hacer eficaz aquel disfraz, me coloqué una blusa verde agua de manga larga antes del vestido, ocultando a la perfección todos mis defectos.

No quería ser la chica imperfecta.

No quería.

Dom, no paraba de reírse de aquella versión tan colorida de mí antes de irse por el pasillo a su habitación donde tendría su siesta.

Lo espere en la recepción de la funeraria acompañada por aquellos estuches de diferentes modelos.

Las rosas negras en el escritorio eran perfectas, al menos para mí.

Fue entonces cuando escuché la alarma del sensor de movimiento que estaba colocada en la puerta de la entrada.

Era él, tan perfecto como aquél día.

En sus manos traía algunas bolsas ecológicas de papel, muy conocidas al ser del restaurante chino de la zona.

En ningún momento mostró inquietud o timides al entrar al lugar, como la mayor parte de los clientes que atraviesan esa puerta.