Parte V de dos

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La gente me saludaba cuando me cruzaba con ella.incluso a veces obtenía alguna que otra sonrisa de las chicas en bikini que se paseaban contoneándose
por los soláriums.
Cómo camarero, tenía un trabajo.Como personal de espectáculo, tenía una vída.
Gracias a Dios que era un buen corredor.Una noche fui a la habitación de una guapa muchacha venezolana.Me dijo que su padre —de profesión policía— volvería tarde ,ya que normalmente se pasaba hasta las tantas gastando sus ahorros en el casino.
Jamás llegué a tocarla.Justo cuando me estaba desvistiendo,la puerta del camarote se abrió con un fuerte golpe.
—¡¡¡MARISA!!!— Chilló aquel gran hombre al ver a su inocente hija semidesnuda, tapándose con las sábanas de la cama de matrimonio y custodiada por un completo desconocido que, con sus partes íntimas al aire,se volvió hacía él sin terminar de quitarse la camiseta.
Para colmo, cuando su encolerizado padre le  preguntó a pleno grito que qué cojoned estaba haciendo,ella se giró hacia mí y, con total indiferencia,me soltó:
—¿Pues no te he dicho que es tonto...?
Eso fue la llama que hizo estallar la dinamita,el estornudo que despertó al monstruo.
Mis pies patinaban sobre mantequilla licuada a pleno sol mientras aquel gorila me perseguía maldiciéndome y lanzándome toda clase de objetos: zapatos,ceniceros que encontraba a su paso en las repisas de las paredes... Incluso cuadros de un metro por cincuenta que colgaban por los estrechos y largos pasillos. Con una mano delante,y una detrás,y varios kilómetros de barco a mis espaldas,al fin conseguí darle esquinazo,aunque las consecuencias de todo aquello os las podréis imaginar.
No tardaron demasiado en ofrecerme el pasaporte a tierra.claro que a mí me vino bien.Por aquél entonces había ganado la suficiente experiencia y dinero como para poder permitirme viajar por el mundo,tal.y como quise hacer desde un principio.
Fue una etapa estupenda de mi vida.Me pregunto que habrá sido de todo aquello...¿Será un barco fantasma lleno de zombis que surca los mares a la deriva? Quién sabe...
Hay que ver cómo son los recuerdos; me han asaltado de repente,cuando estaba a punto de saborear un trozo de cordero crudo que saqué de la cámara frigorífica de aquel solitario restaurante del que os he hablado hace poco.
<<¡Alegría, alegría! ¡Que la cena está servida!>>, exclamé para mí mismo justo antes de llevarme un pedazo de carne despellejada a la boca.

Fin  del capítulo cinco

Diario de un Zombi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora