Adiós isla...

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Nuevamente pública al ser editada "brutalmente".
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1920, la decada con la mayor masacre de jóvenes en la Isla Todos Santos, una isla pequeña y lejana a las demás, pero con un índice de comercio externo alto. Está isla es una de las más antiguas que se encuentran en el océano pacífico del norte, una isla tranquila y en dónde la mayoría de la gente es religiosa, por no decir que son muy apegados a la iglesia o a la biblia.

Ya te puedes imaginar su fanatismo extremo por ser puros y devotos a su religión, solo con escuchar el nombre de la isla era bastante como para saber a qué se dedicaban a hacer los domingos. Aunque siempre entre el rebaño de ovejas blancas habrá una negra, tan diferente a las demás solo por su melena y claro, cuando estas en contrá de la mentalidad grupal todos te tratarán mal por no estar de acuerdo con ellos, haciendo que ocurran cosas que se pueden lamentar en el futuro.

Cosas de las que hasta los verdugos se arrepienten.

King Dice era una de las ovejas negras, solo que se disfrazaba de una blanca, para no terminar con las rodillas raspadas y los dedos quemados, como tantas veces se lo recordaba la gente que lo veía.

La historia de su vida era dura, un joven homosexual de closet desde hace años en una isla altamente religiosa, una muerte segura para cualquiera con una bandera de arcoiris en su patio. Si deseabas el suicidio con anheló y fuerza, una manera sencilla de conseguirlo era vivir en aquel lugar, pues con cualquier comportamiento indebido, podías acabar en el fondo del mar...

Cada mañana era lo mismo para el joven, misa en la mañana, catecismo en la tarde y oraciones antes de anochecer, una vida aburrida para alguien al que le gustaba pasear o como lo decían sus padres, vagar por toda la isla. Aunque odiara orar todo el día tenía que complacer de alguna forma a sus padres, ser un buen seguirdor de dios, un buen muchacho, para ser puro y llegar a las puertas del cielo, como todos lo deseaban.

Pero simplemente nunca podrían obligarlo por completo a seguir sus costumbres como ellos desearían, a amar a Dios tanto como ellos lo hacían, era un alma libre, aunque estaba encadenado a sus secretos, pero silenciosamente libre en un mundo de rosarios y plegarias en las iglesias...

Un día después de su misa matutina camino por el bosque buscando el lago al que le confesaba cada secreto, cada amorío que imaginaba tener, aquel quien nunca podría revelar ninguno de sus deseos impuros al ser callado por el reflejo de cada cosa que nadaba en él. Era su lugar especial, un sitio en donde nadie lo presionaba a ser y amar algo que no quería, en donde su alma y cuerpo encontraban el consuelo entre las calmadas aguas del lago, ya siendo que nadara en él o se sentará en la orilla, para pensar en como se sentía y hablar sin miedo de que es lo que le gustaba de los chicos.

Todos los días se encontraba en ese lugar, aunque el día estubiera callendose sobre la isla él estaría ahí, siempre hablando con su reflejo en el lago, y aunque sonara extraño, el joven no era el único loco que le hablaba al lago, pues algo o alguien de igual forma se presentaba en aquel sitio, sin que el chico notará su presencia.

Más fue un día en el cual por fin se enteró de quién visitaba esa zona además de él.

Una mañana al escaparse de misa, se encaminó al lago, pensando en que le podía contar está vez al agua cristalina, viendo que nadie lo siguiera para caminar un poco más rápido de lo habitual. De alguna forma sentía algo extraño en él, como si algo en el lugar fuera diferente, observando con detenimiento el sitio donde residían sus secretos, ignorando cualquier presentimiento, sentándose a la orilla del lago hablándole como si fuera una persona.

Sabes, creo que ya te diste cuenta de que viene más temprano de lo habitual — su mirada buscaba movimiento en el agua — Es que no quería entrar a ese odioso lugar, es muy aburrido y molesto — su voz sonaba molesta, aunque poco a poco se relajaba — Por que siempre es lo mismo ahí, decir las mismas palabras, ver todas esas caras de locos por la palabra de Dios... Y simplemente es agobiante, tu sabes, el escuchar todas esas cosas — se levantó del suelo tierroso, cerrando sus ojos y escuchando la suave brisa que acariciaba las hojas, escuchando entre la tranquilidad pisadas cercanas.

•Take me to church• [Devildice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora