Cuando llegué casa ya estaba todo en su sitio. Mis padres se habían encargado de ello. Sin embargo no parecían muy contentos. Eso de "todo va a salir bien" parecía que ya estaba acabando y ni siquiera había empezado. Mi padre estaba con cara de enfadado en el sofá leyendo el periódico. Y mi madre estaba en la cocina, con el móvil en las manos con cara seria. Daba gusto llegar a casa y que no se diesen cuenta de tu presencia. Saqué un papel de la mochila con motivo de una reunión de padres y se la entregué a mi madre. Pensé en comentárselo también a mi padre, pero a él no le gustaba meterse en esos fregados.
—¿Como te ha ido el día? —Le pregunté a mi padre sentándome a su lado.
Él me miró por encima del periódico y se quedó callado. Suspiré y me dejé caer en el sofá. No era nuevo que se me ignorase en mi familia. La gran mayoría del tiempo sentía que hablaba con la pared.
—No creo que haya sido buena idea venir. Tú madre sigue igual con sus historias de que no he cambiado. —Dijo después de unos minutos de silencio.
—Ninguno de los dos habéis cambiado. Por cierto, me ha ido bien en mi primer día de clases, si en ese en el que no conocía a nadie. Gracias por preguntar papá. Da gusto vivir así. Con permiso, me voy a dar una vuelta.
Mi madre salió de la cocina y se quedó mirándome. En ese momento me dirigí a la puerta y después de cruzarla, cerré de un portazo. No sabía dónde iba a ir. Ni siquiera había almorzado. Con los 10 euros que tenía para la merienda de esta tarde, me decidí por ir a un Burger King, y ya pensaría en que hacer más tarde.
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Llegó a su casa bastante animada. Estaba muy contenta después del primer día de clases. Dejó su mochila tirada en su cuarto y fue corriendo a buscar a su padre para darle un gran abrazo. Después del abrazó siguió dos besos. Los padres de Valeria estaban separados. Y ella vivía con su padre. De su madre hacía mucho que no sabía nada ya que se inició en el mundo de la droga y eso hizo que abandonase a su familia.
—¿Que hay de comer papi?
—Tu comida favorita cariño, lasaña casera.
Su padre era mayor, tenía el pelo canoso y la piel llena de arrugas. Su piel era muy morena, castigada por el sol. Valeria emocionada por la comida cogió los utensilios necesarios para poner la mesa trotando cual niña pequeña. Su padre Rafael la interrumpió en su alegría de golpe.
—Cariño, nos va a hacer falta que pongas un cubierto más.
—¿Nos?
—Tenemos un invitado esperando en el salón. Pero no te vayas a enfadar, eh. —Le advirtió su padre, aunque no sirvió de mucho.
Valeria dejó todo encima de la encimera de mármol blanco. Se dirigió al salón y vio a un joven de espaldas. Estaba dejado caer en la ventana, mirando por la calle a la gente pasar. Tenía un estilo particularmente dejado en comparación con el de Valeria. Era como un pijo con pequeñas pinceladas de cani. Realmente particular. Tenía un pelo alborotado, muy rizado y muy negro.
—¿Qué hace él aquí papá? —El chico se dió la vuelta y miro hacia Val.
—Yo también te he echado de menos hermanita.
—Se va a quedar aquí un par de semanas mientras tu madre está recibiendo ayuda. No te importa, ¿Verdad cielo?
—¡Sabes que no le soporto! Claro que me importa.
—La lasaña la he echo yo en son de paz Val.
—Vas a poner tú la mesa, que lo sepas Matteo. —Dijo Valeria molesta.
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Nacer fue un fail
Teen Fiction¿Podré averiguar quién soy y lo que quiero hacer? Me llamo Martina, y os voy a contar cómo mi vida había sido un desastre desde que nací. Mis padres decidieron mudarse a Sevilla para superar un pequeño bache en su relación. Yo estaba a un año de ac...