En la última parada de un Chile largo hasta el sur.
Puerto Montt es un invierno, una lluvia intermitente que no se cansa de murmurar
al entrar en contacto con los techos de zinc.
Los días se sucede uno tras otro con un dejo de otras primaveras.
Me recuerdan al olor de las flores amarillas del Chacay y a los atardeceres tardíos que sorprenden a los turistas en Angelmó.
La bahía, un desierto azul desconcertado,
ante la presencia de algunas golondrinas que pretenden anidar en los bordes verdosos
de la isla.
Mañana les hablaré de ti.
(En Ciudad México ha nevado...)