Hacía siete años que no brillaba el sol el primero de julio. Daba igual el tiempo que hiciera el último día de junio, y también el resto de la semana. Ese primer día amanecía y terminaba cubierto por un grueso manto de nubes que probablemente se disiparían durante la madrugada del siguiente.
Esa mañana, Chris supo por el gris oscuro que se cernía sobre él que se avecinaba tormenta. Tomó un sorbo de la botella envuelta en papel en marrón que tenía apoyada en su regazo, sentado como cada mañana en un banco del parque cercano a su casa. Hacía mucho que había perdido el hábito de salir a correr antes de desayunar, pero seguía caminando el mismo recorrido. Luego acababa siempre en ese mismo banco, mirando sin ver a los corredores mañaneros, que antaño habían sido sus semejantes, y gente de todas las edades paseando todo tipo de perros con la vista fija en sus teléfonos móviles. La botella era opcional.
No era un parque muy grande. Tenía cierto parecido con uno por el que había pasado tiempo atrás, y de vez en cuando su mirada se desviaba inconscientemente hacia el balancín que se encontraba a un par de metros de él. Un ligero sentimiento de desazón se mezclaba con el alivio cuando veía que el animal pintado en el columpio era un elefante y no un panda. Y, sin embargo, esa mera sensación bastaba para que acudieran a su mente recuerdos que le dolían más que cualquier cicatriz de guerra.
Todavía sentía la ira y la impotencia como si volviese a estar allí. Sus hombres, uno a uno, caían como moscas en aquella intrincada tela de araña, y en parte era culpa suya. Recordaba con vergüenza la determinación con la que había llevado al resto de su escuadrón a la muerte detrás de aquella condenada B.O.W. y, antes de eso, recordaba también haber visto al panda a su izquierda mientras seguían el rastro de sangre hasta la verja.
Aún no comprendía de dónde había surgido aquel impulso, pero cuando sus ojos se movieron del parque a su teniente, que avanzaba junto a él con cada músculo de la cara en tensión, Chris no pudo evitar girar en seco y montarse a horcajadas en el balancín. El chirrido había resonado en el silencio de la noche antes de que el chico lo llamara, con una mano puesta en la puerta de la verja. Y entonces, cuando él no se movió, Piers puso los ojos en blanco y avanzó hacia él con paso firme. En un primer momento, Chris creyó que iba a llevárselo a rastras, pero en lugar de eso, él subió a la estructura de barras de colores y, sin cambiar la expresión de su cara, se tiró de cabeza por uno de los toboganes.
Conteniendo un puchero, el excapitán metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para rozar con el pulgar el raído parche manchado de sangre que siempre llevaba consigo. Acarició el relieve de las letras, con la mirada puesta en aquel elefante descolorido, tratando desesperadamente de no llorar. Chris Redfield no podía llorar en público.
—Conque aquí estabas —dijo una voz.
Sin levantar la cabeza para mirar a su hermana, Chris la saludó con un gruñido. Claire se sentó a su lado y le quitó la botella de la mano. Él iba a protestar, pero ella bebió un trago y se la devolvió antes de que consiguiera articular una sola palabra.
—Sherry y yo hemos ido a dejar flores en el cementerio —informó—. Te llamé por si querías venir con nosotras, pero tienes el móvil apagado. Entonces fuimos a buscarte a tu casa y esperamos diez minutos en la puerta, pero no estabas allí.
—Tampoco iba a ir, así que da igual.
—Chris...
—No hay nada debajo de esa lápida. Es un maldito trozo de piedra con su nombre tallado y una fotografía que ni siquiera le gustaba colocada delante. No creo que haya nada más ajeno a él que esa puta tumba vacía. Lo que queda de Piers está perdido en el fondo del mar sabe Dios dónde —Chris inspiró profundamente, dándose cuenta de que había alzado la voz—. Y yo con él.
Claire le dirigió una mirada cansada y se levantó con un suspiro.
—Te dejo solo, entonces —dijo, colgándose el bolso del hombro.
—Gracias.
No miró a su hermana mientras se alejaba con los hombros caídos; siguió con la mirada clavada en el balancín y los recuerdos de sus últimos días de capitán reproduciéndose en su mente como una película, dando largos tragos de su botella cuando los sentimientos se volvían demasiado profundos como para tratar de reprimirlos. De vez en cuando se preguntaba cómo habría reaccionado Piers al verlo renunciar. Le había dicho que dejaría las armas en cuanto rescatasen a Jake y Sherry, pero solo había tomado esa decisión porque sabía que él podía reemplazarlo. Cuando la tomó por segunda vez, fue porque no se había visto capaz de seguir adelante después de lo que había pasado.
Sentía el peso de la culpabilidad cuando pensaba que Piers le había salvado la vida porque creía en él. Había sacrificado su vida para que Chris pudiese llegar sano y salvo a la superficie, y él se lo había pagado renunciando a todo y desentendiéndose de todo lo relativo a la BSAA. Su carrera militar no había sido un camino de rosas. Había perdido a mucha gente. Había perdido amigos, familia. Y perder a Piers era la gota que había colmado el vaso. «No quiero que muera nadie más» se había dicho la primera vez que lo asaltó el remordimiento tras dejar el cargo, «no bajo mi responsabilidad», y desde algún punto remoto de su conciencia, una voz desquiciantemente parecida a la de su difunto prometido había respondido: «morirá mucha más gente bajo tu responsabilidad si les das la espalda».
Esa voz llevaba acosándolo ya siete años, pero nunca se había mostrado tan desagradable como la única vez que había llevado flores al cementerio.
———————————————————————————————
En teoría esto iba a ser bastante más largo, pero cuando escribí la última parte creí que no necesitaba nada más, y no quería forzarlo. Si alguien no está de acuerdo que deje un «AAAAHHHH» en los comentarios. Además, aunque no os lo creáis, me duele escribir estas cosas. Prefiero escribir tonterías sin argumento en las que Piers está vivo y todo el mundo es feliz, pero para eso ya tenemos el resto del año.
PD: podéis pasaros por el del año pasado (Strangela's Nivanfield Day) si no lo habéis leído todavía.
![](https://img.wattpad.com/cover/231365837-288-k539463.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Culpa
FanfictionHan pasado siete años desde la muerte de Piers, pero parece que su capitán todavía no lo ha superado. [July 1st - Nivanfield Day]