No, nadie puede atrapar lobos en este reino.

2 0 0
                                    

El retrato estaba colgado en el pasillo del primer piso. Delante de los ventanales, con una pequeña inscripción, enchapada en bronce.

La dama de rojo.

Phillip creció en esa casa y cada día, veía el cuadro cuando encaminaba sus pasos a su habitación. La mujer era bella. Llevaba el cabello largo y rojizo, con la ropa sencilla en color verde. Ojos azules, cejas gruesas otorgando seriedad y nobleza a sus rasgos.

La dama sostenía una cabeza en sus manos, sobre el regazo. Era el acto retratado, lo cual inspiraba fascinación en ese cuadro para el adolescente y el niño. Era un hombre, el muerto. El azul de sus ojos estaba desteñido. Miraba hacia arriba y tenía la boca abierta. El cabello oscuro era sostenido por la mujer. El río de sangre ensuciaba el vestido, pero a nadie importaba. Ese hombre era una conquista. Era un trofeo. Muchos podrían llamarlo un grito de la posmodernidad. Banalizarlo. Olvidarlo.

La madre de Phillip contó la historia al adolescente. Recomendó jamás deshacerse del cuadro. Debía mantenerlo en la casa, cuidarlo. Era una herencia importante para la familia.

- Es un ancestro, mi madre dijo una vez - explicó a Lucca. Habían reclamado de nuevo, el hogar en Villa Lobo. La antigua mansión victoriana continuaba imponente, sobreponiéndose a la vida del pueblo desde la colina más alta.

- Él la traicionó y humilló y ella le cortó la cabeza - señaló la cabeza del hombre. Aún en el olvido de los años, los colores vibrantes se mantenían - Por supuesto, el color rojo corre en la herencia de esta familia - acarició las hebras cobre de Lucca, que tanto lo fascinaba a Phillip en textura y color.

- No se puede atrapar a un lobo por las orejas - acarició a su flamante esposo, los dos observando el retrato. Philipp murmuró esas palabras, mirando a la mujer. La luz del sol otorgaba calidez al ambiente. Los ventanales abiertos refrescaban el ambiente. La casa pasaría por muchas reformas, a partir de ese momento. Cambiarían los colores oscuros de las paredes y accesorios, por la luz encontrada en blancos y rosados.
A partir de ahora, sería una casa de familia.
Lucca entendió la importancia de ese retrato.

- Podemos moverlo a la sala, donde resalte más - pensó, acariciando los marcos de roble - Podemos convertirlo en el símbolo de nuestra familia, ¿verdad? -

Philipp sonrió. Confiado y reconfortado por las palabras de su esposo.
Casi podía decir que la mujer en el cuadro, sonreía, victoriosa.

la dama de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora