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JinYoung arregló su corbata por quinta vez mientras se miraba al espejo con sus ojos cristalizados. El clima no era ni muy frío, ni muy caliente, era el adecuado, tal y cómo le gustaba a él.

Ya no le importaba nada. Su vida se había ido tan rápido cómo el viento que movía las copas de los árboles, su corazón se había roto cómo el espejo en el cuál veía ese rostro sin expresión. Lanzó la corbata al piso, frustrado de que absolutamente todo le saliera mal, rogando para que todo esto sea un simple sueño del cuál despertaría en cualquier momento y vería de nuevo la sonrisa de él, esa que pintaba de color su mundo blanco, esa que le brindaba cada mañana haciéndole imposible no sonreír también, esa que llenaba su corazón y aparecía a cada instante en su mente. Esa sonrisa que tanto amaba.

Su habitación estaba hecho un desastre, era extraño de él pero en estos momentos era comprensible. Su madre había entrado por la habitación y caminó esquivando las prendas de ropa que yacían en el suelo, recogió la corbata y se la puso a JinYoung en unos cuántos segundos.

—Todo estará bien —dijo mientras lo miraba por el espejo y apoyaba su barbilla en el hombro de su hijo. Este asintió pero el comentario que había hecho le pareció verdaderamente estúpido.

Miró por la ventana del auto cómo gotas de lluvia caían, el clima combinaba con él. Era simplemente un frío y roto corazón imposible de poder repararse nuevamente. Un caso perdido, así se llamaba él aunque su madre siempre intentara darle esperanzas de que esto lo superaría. ¿Cómo podría superarlo? era imposible que lo hiciera.

Ajustó un poco más su cinturón, en esos momentos sólo quería salir por el auto y correr, correr hacia alguna parte que desconocía de la ciudad, perderse y jamás hallar el camino a casa. La segunda cosa que más deseaba era eso. Desaparecer. Aunque no podía hacerle eso a su familia, no cuándo la razón de su tristeza es esa exactamente.

La lluvia cada vez se hacía más fuerte, truenos se oían cada diez segundos, las gotas del agua chocaban contra las ventanas, el olor a cigarrillo dentro de ahí inundaba sus fosas nasales, el aire esparcía tristeza, esa que JinYoung soltaba aunque no hubiese hecho nada. Los autos que pasaban a sus costados a toda velocidad lo hacían estremecerse, porque temía que sufrieran algún accidente. Tenía tanto miedo estos últimos días.

Siempre fue alguien valiente, más que nadie de los que conociera y sin embargo ahí estaba, a un paso de soltar un llanto desgarrador que lo consumiría por horas, días incluso. Odiaba sentirse así.

Hizo líneas en el vidrio empañado, y escribió sus iniciales y debajo las de él. Sonrió con tristeza y aquella sonrisa se transformó en una mueca, sus ojos se cristalizaron y deseaba estar afuera para poder llorar y que sus lágrimas se escondan por el agua para que nadie se enterase de lo mal que él estaba.

La vida no es justa...

Si bien, JaeBum había provocado ese sufrimiento en los demás, era una buena persona y no merecía nada de lo que le sucedió. Siempre fue fuerte, ¿por qué no pudo serlo una vez más?

JinYoung de camino al cementerio recordaba en cómo se habían conocido; JaeBum siempre fue alguien demasiado sincero y no pudo evitar decirle a JinYoung lo mal que le quedaban aquellos pantalones beige que llevó a los doce años en su primer día de secundaria.

—Hola, soy JaeBum y... esos pantalones te quedan bastante mal pero eres bonito, ¿cómo te llamas?.

Esas palabras jamás las olvidaría por más que se claven cómo un cuchillo en su pecho. Porque aunque no angustien, no dudaba que había sido el mejor día de su vida.

También recordó cómo JaeBum siempre lograba meterlos en problemas. JinYoung siempre tenía que explicar la situación para que no los castigaran, sin embargo le gustaba. Los padres de ambos nunca les prohibieron verse porque nunca se ha visto amistad más pura que la de ellos dos.
En las buenas, en las malas, ellos siempre estaban juntos sin importar qué.

Suicide • [BNior, O.S] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora