Adriano
Respiro hondo ajustándome la camisa antes de tomar mi arma, pero me detengo cuando mis ojos se van al ventanal el cual me permite ver a la rubia que entrena en el jardín, es una niña que entró aquí por necesidad y se quedó por gusto. Es hermosa, sus ojos verdes siempre me han llamado la atención, pero lo hizo mucho más su capacidad de ignorar el dolor ajeno a la hora de matar, es algo de admirar. Pero he de aceptar que no me agrada, porque de quererlo, se podría convertir en un peligro y no solo para los enemigos de Abramio, sino para él mismo.
—Ten claro los límites, niña —susurro antes de salir de mi habitación.
Al llegar a la sala me encuentro a Adolfo, el pelirrojo lame botas de Abramio que no hace más que pavonearse de aquí para allá con arrogancia.
—Buenos días —digo y este me mira por encima de sus gafas.
—Buenos días, Adriano. ¿Ya entrenaste? Mantente en forma o te robaran el puesto —dice y levanto las cejas.
—¿Quién lo hará? No creo que tú puedas, porque con lo debilucho que eres...
—Tal vez yo no, pero... ¿Qué me dices de Alessandra? Ella sí está en forma y Abramio no para de resaltar sus virtudes, ya te lo ha demostrado —responde haciéndome tensar cuando señala el golpe en mi labio.
—Es una niña.
—Una niña que bien podría desaparecerte si quiere, yo que tú tendría cuidado —suelta y mi mandíbula se tensa.
—Creo que tú también deberías cuidarte, Adolfo. Porque ni a ella le caes bien ni mucho menos a mí —digo antes de salir de la casona.
Me coloco mis gafas y me encamino al jardín donde con unos pasos logro escuchar los quejidos de la rubia que poco después logro ver con ropa deportiva mientras golpea un saco de boxeo.
—Alessandra —la llamo, pero ella no se detiene—¡Alessandra, ven aquí y es una orden!
Ella me mira con fastidio antes de deshacerse de sus vendas y encaminarse en mi dirección. Es mucho más baja que yo, pero he de aceptar que su presencia me hace remover.
—¿Qué necesita? —Mantiene el respeto a la hora de hablar, pero no paso por alto su mal genio.
—Acompáñame —ordeno y ella frunce el ceño—vamos.
le doy la espalda y me encamino a la salida sin saber a ciencia cierta si me sigue o no, pero más le vale que sí. Meto la mano en mi bolsillo y saco la llave de mi motocicleta la cual abordo antes de colocarme mi casco.
—¿Qué quiere? —cuestiona aun de pie en la acera, se colocó una chaqueta y gafas.
—Ya te lo dije, que me acompañes —respondo pasándole un casco—sube, no tengo todo el día.
—No puedo ir, además Abramio no...
—¡Solo sube, maldita sea! —exclamo y ella me mira mal.
—¡No me grite!
—Entonces sube.
Bufa y me arrebata el casco antes de subirse, miro mi reloj y asiento antes de poner en marcha la motocicleta. Los minutos pasan y miro por el espejo a la rubia que mira con fastidio todo a su alrededor. Niego y cruzo bruscamente haciendo que sus manos se aferren a mi cintura y sonrío cuando maldice. Me detengo cuando un restaurante aparece frente a nosotros y dejo la motocicleta a un lado antes de bajarme y dejar el casco sobre ella. La rubia me lanza el casco con maldad y ruedo los ojos antes de fijarme en el restaurante de comida rápida que me deja ver un par de personas dentro mientras un chico de cabello negro atiende con un ridículo uniforme.
—¿Qué hacemos aquí? —cuestiona con los brazos cruzados.
—Solo reviso el lugar —respondo y chista.
—¿Me trajiste a revisar el lugar? Por favor, tengo cosas que hacer.
—¿Qué cosas? No te he ordenado que hagas nada.
—Tú a mí no me ordenas nada, solo Abramio —suelta y bufo.
—¿Siempre eres así de amargada?
—Cuando me hacen perder el tiempo, sí.
—Solo quería que nos conociéramos, llevas bastante aquí y nunca he tenido una conversación decente contigo.
—Y tampoco debería. Quiero irme.
Me giro de golpe hacia ella poniéndola alerta y la miro fijamente, se ha quitado las gafas y sus enormes ojos verdes se fijan en los míos.
—Desde hace mucho te he observado...
—Me lleva casi el doble de mi edad, debería revisar que tan correcto es eso —dice con molestia y sonrío.
—Nada es correcto cuando se trata de nosotros, Alessandra —respondo y ella levanta las cejas.
—Sí, es cierto. Pero le consejo que deje de hacer ese tipo de comentario o...
—¿O qué?
Es rápida a la hora de detener mi mano dirigida a su cuello y la tuerce haciéndome maldecir, me empuja y rio cuando la veo caminar lejos, me voy hasta mi moto donde me subo y la alcanzo haciendo que me mire mal. Ella trata de adelantarse, pero cruzo la moto haciéndola detener y trata de golpearme.
—Calma, fiera. Hay que volver a la casona —digo y ella se cruza de brazos cuando le tiendo el casco.
—No vuelva a molestarme, Adriano. Es el jefe de los sicarios, pero sabe que yo no hago parte de ese grupo, por lo tanto, me debe respeto —masculla y relamo mis labios.
—Tienes razón, olvidemos que esto pasó —pido y solo así acepta el casco.
Sube y niego antes de ponerme en marcha de regreso a la casona donde lo primero que veo es a Adolfo de pie en el jardín y frunzo el ceño. Me acerco y noto a unos hombres a lo lejos los cuales bajan cosas de un camión.
—¿Qué es esto? —cuestiono y él chista.
—Son los preparativos de la fiesta de bienvenida de la señorita Bianca —responde y me cruzo de brazos.
—No me avisaron nada, sabes que no pueden entrar, así como así.
—Lo sé, pero no estabas aquí... —Sus ojos se van a la rubia que pasa por nuestro lado sin siquiera mirarnos y que se acomoda el cabello.
—Buscas excusas hasta debajo de las piedras para joderme, ¿no es así Adolfo? —hablo sin mirarlo y lo escucho soltar una carcajada.
—No te creas tan importante.
—Ten cuidado, que bastante cola tienes por pisar, rata de alcantarilla —mascullo empujándolo cuando paso a su lado.
Sabe que cualquier cosa que pase va a ser mi culpa, soy el jefe de seguridad y por lo tanto debo saber quienes entran y salen, por que y la hora exacta. Se tiene que agarrar de cualquier cosa para dejarme mal, porque sabe que por mucha confianza que le tenga Abramio, este jamás me despediría solo por su consejo. Soy importante aquí y solo yo puedo lograr que Abramio entierre una bala en mi frente.
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SICARIA [Codicia #1]✔️
ActieLas traiciones son mortales cuando de la mafia se habla, un mundo lleno de maldad y muerte que te consume a penas tocas su puerta. Sin necesidad de más, tu vida puede convertirse en un paraíso lleno de lujos o un infierno ardiente que te llena de te...