–En serio, ¿se va a quedar allí de pie?– se quejó de nuevo Elenksia.
–Ja, ja. Déjalos, parecen estar pasándoselo bien. Están en su mundo– rio Maldoa.
Y así era, pues, aunque con sus mejillas aún algo ruborizadas, parecían poder hablar con cierta naturalidad.
Por su parte, la lince parecía haber perdido el interés, y simplemente dormitaba junto a ellas, mientras la azor sobrevolaba la zona, inspeccionando los alrededores. Aunque ambas podían percibir los sentimientos de su hermana, sintiéndose felices por ella.
–Aquella vez, en la cueva, fue realmente hermoso lo que hiciste con las flechas. Todo iluminado de repente, reflejado en el lago. Hubiera deseado parar el tiempo junto a...– recordó el elfo, sin acabar la frase.
–Yo... Bueno... También te acuerdas de eso...– se sintió abrumada la elfa –. Pero fue idea tuya. Tú querías verlo.
–Y valió la pena– sonrió él, haciendo que ella aguantara por unos instantes la respiración –. Eres increíble.
–Sin tu ayuda nunca la hubiera encontrado. Realmente eres bueno interpretando los signos– lo alabó ella, sonriéndole y haciendo que fuera esta vez él quien tuviera que contener la respiración.
–Yo... Bueno... Siempre he estado interesado. Dime, ¿cómo es que has venido aquí? ¿Cómo sabías que vivía aquí?– preguntó él, cambiando de tema.
–Esto... Vine a... Con una amiga... Pregunté por ti, y una elfa llamada Elenksia me dijo que vivías aquí. Incluso me ha acompañado...– respondió ella, sin atreverse a decirle que había venido allí por él.
–¿¡Elenksia!?– palideció éste –¿Te ha dicho algo...?
–No, ¿por qué? ¿Hay algo malo? Creo haberla visto antes, pero no estoy segura. ¿Ella es...?– se preocupó la elfa, por un instante temiendo que fuera su mujer, su amante, su novia.
–Bueno... Es mi hermana... Seguro que me estará preguntando y dándome la tabarra durante días– suspiró éste.
–Ja, ja– rio la elfa, aliviada.
–No me extrañaría que... Mira ahí está, mirándonos– se molestó él, sonrojándose al mismo tiempo.
Goldmi se giró, encontrando que no sólo estaba la elfa, sino su amiga, y sonrojándose también.
–Vaya, nos han visto. Se acabó la diversión. Demos una vuelta– se encogió de hombros Elenksia.
–Es una pena. Ahora que se ponía interesante– se burló Maldoa.
Ambas se despidieron alegremente, agitando las manos y marchándose, ante la mirada avergonzada de los dos elfos.
–¿Quie... Quieres pasar? Lo siento... Te he tenido en la puerta todo el rato– reaccionó finalmente el elfo.
–Si no es una molestia...– aceptó Goldmi.
La condujo al sofá y trajo una bebida de hierbas similar a un té frío, muy refrescante. Luego se sentó junto a ella, aunque no demasiado cerca, por mucho que deseara hacerlo.
Una vez más, un molesto silencio se produjo entre ellos. Ahora estaban a solas dentro de la casa, a apenas unos centímetros el uno del otro, y volvían a sentirse tímidos. Goldmi dio un par de sorbos, ganando tiempo No sabía cómo decirlo. Cómo afrontarlo. Pero primero tenía que asegurarse de algo.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...