7. La Posada

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David no preguntó nada al día siguiente, pero su mirada seria e inquisidora me demostraba que sabía lo ocurrido con Ronda, en especial por sus frases relacionadas a como había estado la muchacha aquel día

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David no preguntó nada al día siguiente, pero su mirada seria e inquisidora me demostraba que sabía lo ocurrido con Ronda, en especial por sus frases relacionadas a como había estado la muchacha aquel día.

— Hijos ¿soy yo o Ronda estaba más pálida que de costumbre? parecía que algo la asustó mucho — comentó el lobo a lo que sus hijos asentían.

Obviamente escucharon más de lo necesario ante su buen oído, como su padre. Gabriel, por su parte, no le parecía interesar y estaba concentrado en la porción de huevos que Ramón, amablemente le había dado de desayuno.

Fue en la tarde, en un momento en que no había tanto trabajo en que David me llamó para conversar de manera más privada sobre lo ocurrido ayer.

— Supongo que sabes lo mal que le hiciste a la pobre muchacha — me dijo sin rodeos.

David tenía cruzados los brazos y un ceño fruncido en modo paternal, sin embargo su voz sonaba brusca y molesta dejando claro que no estaba contento con lo ocurrido el día de ayer.

— Lo se — le respondí.

— ¿Y ni siquiera te disculparas por eso?

— Quería alejar a Ronda por fin — le dije — Si eso lo logró puedo darme satisfecho.

El dolor en mi barbilla fue sumamente punzante cuando David me tomó de las patillas molesto.

— No eres un niño ya, Velkan — habló David molesto — No solo la asustaste, dejaste ver tu lado más salvaje aquí y eso no esta permitido. ¿Qué haríamos si Ronda se lo dice a más gente?

— Creeme que esta tan asustada que no será capaz de decir nada — le respondo aguantando el dolor y las ganas de quitarle las manos encima mio.

— Con lo que esta pasando en las tierras y los encuentros de brujos esto es preocupante, Velkan. Necesito que te calmes y comiences a recapacitar en lo que estas haciendo.

— ¡Sabia muy bien lo que estaba haciendo!— le gruño dejando que tire de mis patillas — Alejé a una loca por fin de mi lado y  la hubiera matado si no estuviera en tu casa.

El golpe en seco de su palma en la cara fue acertado y sin mucho ruido. David no lo parecía, pero tenía una gran fuerza y una mano pesada para su apariencia delgada y tranquila.

— No vuelvas a decir eso — me advierte — aquí los dos sabemos como lamentamos haber quitado vidas en el pasado.

Sus palabras son más acertadas que su cachetada y me dejan frio en mis pensamientos: la muerte de Isabel que tanto celebré ha sido una espina de dolor en la actualidad por el sufrimiento que causó a Lucía y David sabe lo que es quitar vidas en medio de la locura, también lo hizo dejando un dolor muy profundo a el y a su esposa.

La Búsqueda de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora