Un batido de chocolate

11 1 0
                                    

1.

Emira observaba con precaución sobre sus lentes negros de pasta dura, aquella cabellera negra danzar de un lado a otro. Sonreía al imaginar qué sería tocar aquellos mechones descontrolados con sus dedos, pero al final la sonrisa se iba y la traía de vuelta a la realidad.
- Emira, vamos a llegar tarde a historia -. Any, su mejor amiga, la sacó de su sueño agitando la por los hombros, y así rápidamente la chica se levantó de su pequeño lugar en el gimnasio para salir corriendo a su clase con la señora Finick. Al final no era tan mala la clase de historia, su profesora era un amor, y justo en esa hora podía observar a su amor platónico desde la ventana hasta el salón de artes, eso la motivaba.

- Vamos, mamá, que será solo una hora, Iré con Any y Harry- suplicaba Emira a su madre, estaba harta de su estúpido castigo, entendía que haberse saltado tres clases de anatomía no fuera buena idea, pero de verdad quería ir a comer con sus amigos antes de que estos salieran del país para sus vacaciones. - Además, mañana se acaba mi castigo, di que sí, por fi -pronunció haciendo un puchero

-Está bien, pero te quiero en casa a las 6:30, ¿entendido, Emi?.
-Entendido, mamá -Emira sonrió haciendo un saludo militar y corrió a su cuarto para cambiarse.

Estaba cansada de esperar a sus amigos ya, se les había ponchado la llanta de un carro y ella llevaba esperándolos en el centro comercial durante media hora. Suspiró mirando sus tenis negros, al final decidió ir por un helado para la espera. Caminó hasta Vadak's, su heladería favorita y comenzó la fila, ella no estaba prestando atención debido a que estaba sumergida en su conversación con Harry y cómo diablos iban a llegar, hasta que chocó con algo y sintió un frío correr desde su pecho hasta sus pies.

- Mierda -pronunció la dueña de aquel desastre. Rápidamente Emi sintió el calor recorrerle las mejillas, y en ese momento pensó que su día no podía empeorar, hasta que esos lindos ojos azules la miraron.- Lo siento de verdad, no me di cuenta que venías -ouch, eso dolió-, déjame ayudarte.

Em observó su blusa rosada llena de lo que parecía ser un batido de chocolate, que le corrió hasta las piernas, hizo una mueca pero de un pronto a otro recordó con quién estaba- No te preocupes, la verdad yo fui la distraída, no pasa nada -ella rezaba para que el color rojo en su cara minorará.- Ya vienen por mí, así que tu tranquila, yo y-a, ya me voy -le sonrió y sacudió la mano para tratar de salir corriendo, pero algo la detuvo.

- Déjame invitarte a un helado al menos -la tenía agarrada de la mano, Em iba a palidecer- ¿Emira, cierto?.

-S-sí, mmm no puedo ya vienen pero gracias, tal vez luego -las piernas le temblaban y a como pudo empezó a caminar.

-Yo soy Adeline -gritó la pelinegra. Y Emira se maldijo internamente por ser tan torpe, al haberse estrellado contra su amor platónico y haber dejado su helado sin recoger. Al final, Emira se perdió a la vista de Adeline, y esta sonrió para sí misma.

Un amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora