Capítulo 25 ~ Huimos, pero no podemos evitarnos.

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Nos rompen otros
Pero nos arreglamos
Nos consuelan extraños
Pero no creo que ayude

...

Tu amor por mí es malo
Déjame partir tranquilamente
Tu amor por mí se ha ido
Déjame partir tranquilamente
Pues sientes que quedarte está mal.

Let me down easy - Paolo Nutini.

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No busco un sentido, porque se que ya no hay espacio para uno.
Contigo las preguntas son siempre tan amargas.
Y las respuestas siempre tan complicadas.

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Al ponerse el sol, anunciando la noche del viernes, una parte de Feng Xin quería quedarse en casa y juguetear en su teléfono hasta quedarse dormido en alguna posición anómala que le provocaría calambres al día siguiente, y lo hubiera hecho, de no ser porque al entrar a su habitación en lo único que podía pensar era en las malditas cartas guardadas en su mesa de noche.

La noche del miércoles, tuvo el muy insano impulso de leer cada una y luego quemarlas. O simplemente quemarlas.

No fue capaz de hacer ninguna de las dos cosas.

La mañana del jueves se armó de valor e intentó romperlas y dejarlas en un basurero del Instituto, y estuvo a punto de hacerlo, de no ser porque en ese mismo momento Xie Lian gritó su nombre a la distancia y Feng Xin guardó las cartas casi aterrado de que su mejor amigo las notara.
En la tarde de ese mismo día, se sentó en las escaleras traseras de su casa, que daban al jardín y miró el lugar donde había sembrado el clavel que le había dado la Abuela Mao, en un pequeño apartado de tierra, protegido por el techo amplio del cobertizo (con ayuda de su madre, obviamente, aunque ella aún seguía mirando a su hijo como si le hubiera crecido un tercer ojo o algo así, por favor, a veces Feng Xin era tan fácil de leer y otras más,lo único que ella quería era dejar parte del entendimiento maternal a su esposo) y se halló sorprendido al ver que, en efecto, el clavel no se marchitaba y ni siquiera parecía afectarle las motas de nieve fresca o el frío del ambiente.

Tuvo la extraña idea de enterrar las cartas entre la nieve del jardín, como si quisiera que el mismo invierno se llevará el dolor que le trajo, sin embargo, ni siquiera fue capaz de ir a su cuarto y abrir el cajón donde las había hundido.

En la mañana del viernes, se le ocurrió dárselas de comer a su perro...

Salvó que él no tenía perro y definitivamente no iba a alimentar al Golden Retriever de sus vecinos con esas cartas.

Así, las seis cartas habían terminado de nuevo refundidas entre todas las cosas que tenía en la mesa de noche, se aseguró de que terminaran en el fondo, como si de esa manera fuera a disminuir su ansiedad.
No se sintió mejor para nada en el resto del día.

Necesitaba salir de ahí y hacer alguna tontería en la que pensaría el fin de semana, para luego darle la bienvenida a las vacaciones de invierno, en parte algo tranquilo al pensar en que no volvería a ver a Mu Qing, y en parte algo abrumado por la misma razón.

Demonios.

Habían pasado dos semanas.

Los primeros días de hundió en el odio mezclado con tristeza, porque no le cuesta aceptar que eso dolió demasiado; cuando era mucho más joven y empezó con el tiro con arco, tenía que acostumbrar sus brazos al dolor intenso, de esa manera los músculos desarrollándose se volverían más fuertes con el esfuerzo temprano, el dolor después de cada entrenamiento era como mil agujas clavadas en sus cuerpo, y jamás pensó que podría sentir algo más doloroso.

Tu perfume entre la nieve (Tian Guan Ci Fu) (Fengqing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora