Capítulo 12

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Casi me arrepentía de lo que había hecho aquel día en su despacho. Las malditas clases de gimnasia se habían convertido en un jodido infierno. Parecía, incluso, que había decidido ir a la guerra en lugar de a un puto instituto a las afueras de Chicago. Y yo estaba comenzando a pensar que él era un maldito sádico que disfrutaba viéndome arrastrada y completamente deshecha. Claro que yo no permitía que él viera esa parte de mí y le desafiaba continuamente no siguiendo sus órdenes. Ni muerta correría las tropecientas vueltas que me ordenaba ni me tiraría al suelo a hacer el sin fin de abdominales que me exigía hasta hacer un jodido agujero en el suelo.

Pero mi negativa solo hacía que el espectáculo continuara. La hora pasaba jodidamente lenta y ahora que ya no tenía más papeles que arreglar que me dieran la excusa para faltar que usé al principio, tenia 4 malditas horas de sufrimiento a la semana. Quería morir.

- ¡Woods!- Ahí viene de nuevo. Pensé y me giré con los ojos en blanco hacía él.- Le voy a decir una cosa.- Y se acercó con paso lento hacia mí.

He de decir que ya no había nada en su mirada. Ni un mísero brillo. Simplemente estaba... Vacía. Parecía mentira que aquel lunes le hubiera tenido bajo mi cuerpo completamente excitado. Tomé aire alejando el calor que empezaba a instalarse en mi vientre de solo pensarlo y le dediqué una mirada sarcástica.

- Me importa una mierda si su propósito es suspender mi asignatura- Comenzó seriamente, gritándome ante todos, como había tomado costumbre de hacer en las últimas semanas.- Pero le agradecería si es así que no venga. Nadie aquí necesita su presencia ni la extrañaría para el caso que hace, así que deje de hacerme perder el tiempo.

Bien. Esta vez se había pasado. Sabía que estaba sola después de casi 3 semanas, pero ¿por qué mierda tenía que decirlo así?

- Hijo de puta.- Siseé por lo bajo, pero le oí maldecir.

- ¿Qué carajo has dicho?- gruñó y ahora no se oía ni un susurro. Casi podía escuchar el aire que pasaba entre nosotros, cargado de tensión. Pero no me eché atrás.

- Que eres un maldito capullo que está amargado y pretende amargarme a mí.- comencé a gritarle yo también- Que me tienes harta con tu mala leche y tus órdenes. ¡Maldita sea, Liam Reeds! Supéralo. Solo eres un maldito profesor, no sé por qué actúas como un sargento frustrado.- Bendita verborrea. Qué tremendamente bien me había quedado.

Él me miró furiosamente, pero su rostro permaneció sereno. Todos nos miraban sin perder detalle y pude ver a Jamal negar con desaprobación mientras me miraba. Entonces la maldad apareció en los ojos de Reeds.

- Vamos a dirección.- Dijo suavemente y con calma. Pero me conocía esa calma y no me gustaba. Era como la que venía justo antes de que se desate la tormenta y eso solo indicaba que me iba a putear. Y mucho. Bufé.

- Vete a la mierda, profesor.- Escupí con asco, pero aun así le seguí.

Definitivamente íbamos al despacho del director. No había duda por lo directo que iba, completamente decidido. Si el director se lo contaba a mis padres... Me importaba un carajo lo que ellos fueran a decir, pero mi parte sensata decía que era una idiota, que no debería haber dicho nada. Otro año más atrasada y entonces me moriría. No quería repetir de nuevo. No quería perder otro año más de mi vida con los malditos estudios y sabía que hasta que no obtuviera el título del instituto por lo menos, no podría irme lejos. ¿Qué podía aportar yo en otro país que no tuvieran ya allí? Una cría de 18 años sin estudios y con un montón de problemas detrás. Realmente no era un currículum bastante atractivo. Así que hice lo mejor que sabía: retarle.

- Eres tan cobarde.- Pero él ni se inmutó.- ¿Es que acaso no puedes solucionar tus problemas solo?- presioné y simplemente me miró con una ceja enarcada, pero siguió andando. Así que me paré con los brazos cruzados y solté con burla- ¿Eres un niño de papá?- Realmente me había vuelto loca, pero había llegado a un punto sin retorno y ya no podía detenerme- ¿Eso fue lo que te enseñaron? A ir al director con el chisme cuando la cosa se pone fea...

Y para mi sorpresa (y gusto) se paró soltando una gran carcajada. Me quedé quieta, no entendía de qué se reía.

- Supéralo tú, Alexia.- Dijo acercándose a mí.- Deja de desafiarme porque no conseguirás nada. Asume que como mucho tienes un polvo, pero eso no hace que dejes de ser una niñata caprichosa e inmadura de instituto que no es capaz de abrirse a los demás como si se creyera superior a sus iguales, como si fueras un lujo o un manjar. Como si te la sudara estar sola. Pero sé que tienes miedo.- Y eso me había dejado petrificada. ¿Miedo a qué? Quise decirle, pero no pude. Mi voz no quería salir. Me miró duramente, analizando mi reacción.- No sé qué narices habrá pasado en tu vida para que seas así, pero déjame decirte que todos necesitamos de otros, y tú no eres mejor ni diferente a nadie. Ahora supera tus problemas o al menos aléjalos de mi clase, porque no me importan.- Y me esquivó, volviendo por el mismo camino que habíamos venido.- ¡Ah!- Volvió a hablar, deteniéndose como si nada cuando me giré a mirarle.- y que conste, no tenía pensado ir a ningún director. Simplemente estaba presionándote y ya me demostraste que estás llena de miedos. Ahora aprovecha lo que queda de clase para pensar bien si debes venir o no a la próxima.

Y ahí me dejó. Enfadada y desconcertada. ¡Yo no tenía miedo! ¿O sí?

Después me iréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora