☾apítulo 4

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Creo que no pensé las cosas bien, se dijo Tin luego de depositar a un cansado e inconsciente joven en su cama. Se sorprendió de que fuera un poco más pesado de lo que se imaginaba, pero luego de haberlo visto lanzar esos golpes a esos tipos, ya se lo había esperado. Entre su acostumbrada ropa holgada Can podía parecer delicado y sin fuerza, sin embargo, se había dado cuenta de lo equivocado que había estado.

Lo vio suspirar entre sueños y hacer una mueca bastante curiosa, dándole un aspecto infantil y encantador y supo que se había metido en un problema cuando la camisa roja del joven se había levantado un poco y dejado ver una porción de su blanca piel. Se llevó las manos al rostro e intentó no golpearse contra la pared. Está bien, solo estaba siendo considerado, ¿no? Cualquier otro en su situación habría hecho lo mismo, ¿no?

Apartó de su mente el pensamiento de que podría haberlo dejado en un hospital o en su casa, pero cada que caía en eso le parecía una opción bastante fría. Imaginar a Can despertarse solo y desorientado en la mañana le molestaba de sobremanera y no sabía por qué.

El chico no era su responsabilidad, solo era uno más de sus empleados, ¿por qué, siendo su jefe, debería de tomarse tantas preocupaciones por él? Sin embargo, olvidaba esto cada que veía un pequeño gesto de dolor o un pequeño suspiro en sueños del joven. Era como si su mente se pusiera en blanco cada que lo viera y solo estuviera él generando colores, ese pequeño rostro de ojos grandes.

Tan confuso...

—Ah, en serio —murmuró, golpeándose la cabeza con su mano. Estaba cansado, y con clara razón pues ya era tardísimo. Ya pensaría en qué hacer cuando hubiese dormido un poco, le estaba dando demasiadas vueltas y, siendo más de las dos de la mañana, no había tiempo para eso.

Claro que fue más fácil decirlo que hacerlo. No había caído en cuenta que la única otra opción para dormir era el sofá en su sala en el cual ni de broma cabía acostado, pues no contaba con una recámara para invitados. Miró de reojo a Can y volvió a golpearse la cabeza por la idea que había tenido.

No podía dormir con él.

De ninguna manera.

Quizá si lo movía a él al sofá...

Pero Can pareció leer su mente porque se acurrucó en las sábanas del mayor con descaro, sonriendo y babeando entre sueños. Se miraba tan a gusto en la cama que el pelinegro no se atrevió a moverlo de lugar. Seguro que si lo dejaba en el sofá su rodilla no estaría cómoda y a como la veía tenía una ligera hinchazón que no era normal.

Suspiró revolviendo su cabello tratando de pensar en algo pero solo veía una opción y esa era dormir en la misma cama. De todas formas, los dos eran hombres y no habría problema, ¿no? Sí, claro. Ni él se tragaba eso, menos cuando de solo ver a Can partirle el trasero a aquellos chicos lo había puesto tan inquieto.

Y no de una mala manera. ¿Es que acaso ahora era masoquista? Necesitaba despejarse un poco y comenzar a tener más citas, de eso estaba seguro. Le estaba afectando la falta de... ciertas actividades. Sin pensárselo más, se puso sus pijamas y le quitó los zapatos a Can para que descansara mejor, sin atreverse a quitarle los pantalones o algo más. Odiaba admitirlo y hasta lo avergonzaba, pero no confiaba en sí mismo estando tan cansado pues no podía controlarse muy bien que digamos. No es como si se fuese a aprovechar del chico, pero para Tin el solo hecho de tocar hasta el pie del chico en ese estado ya era algo escandaloso. Y no es que fuera algún mojigato virgen o algo por el estilo, ni pensarlo. Aquí lo diferente era Can. El pequeño sacaba su instinto protector de una manera que ni él se lo podía explicar, y esa manía de cuidarlo de todo también lo incluía a él y de lo que pudiera cruzársele por esa cabeza tan... curiosa.

A chanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora