Una chica de pelo blanco con destellos plateados paseaba por los pasillos del interior del castillo. Sus pestañas, casi transparentes, adornaban unos hermosos ojos negros como la noche. Los sirvientes y sirvientas que se cruzaban con ella la admiraban por su belleza, pero ella no prestaba atención en ese momento. Sus pasos delicados parecían poco apresurados y tranquilos, pero su cara se arrugaba por momentos de la ira que sentía.
—El príncipe... Necesito ver al príncipe... ¡Necesito ver a mi Leonardo!—
Agarró violentamente por el brazo a una criada que pasaba por ahí, y le gritó:
—¿¡DÓNDE ESTÁ MI LEONARDO!? ¿DÓNDE SE ENCUENTRA EN ESTE MOMENTO?
—¡N-no lo sé, señorita Drummond, créame por favor!
—¡Siempre sois una pandilla de inútiles! ¿Cómo no podéis saber dónde está vuestro amo? ¡Inútiles! ¡Lo buscaré yo misma!—
Soltó a la criada, y avanzó imponente por los pasillos del castillo. Al mirar por la ventana que daba al jardín, se detuvo.
¿Ese es Leonardo? ¡Puede serlo! ¡Puedo verlo! Él va a ese laberinto a descansar todos los días ... Haré que me oiga.
Abrió las ventanas y le llamó:
—¡Príncipe Leonardo! ¡Príncipe Leonardo!—
El supuesto príncipe ni siquiera se movió de su sitio. Ni siquiera le dirigió una mirada. La ignoró completamente.
Ni siquiera se ha dado la vuelta, como si no me hubiera oído. Siempre ha sido así: él me ignora, y yo sufro por su culpa. Siempre... ¡YA NUNCA MÁS!
—¡MALDITO! ¡Todos estos años, sufriendo, gracias a ti! ¡No te lo perdonaré! ¡¿Jamás, te enteras?!—
Los gritos desesperados despertaron a Owen, quien habían confundido con el príncipe heredero. Se incorporó, y miró cautelosamente hacia arriba. Vio que, desde una de las plantas más altas del castillo, una joven le gritaba mientras que lloraba lágrimas de rabia con una cara aterradora. Por puro instinto, volvió a esconderse. Ella no le había visto, pero ¿por qué estaba enfadada con él?
¿He hecho algo malo? No creo que se ponga así nada más porque he dormido en este jardín, ¿no? ¿Es ella acaso alguna de las princesas? Aunque no lo creo. Creo que no hay ninguna princesa así.
—¡Príncipe, sé que me oyes! ¡Nunca perdonaré lo que me has hecho todo este tiempo!—
¿Me está confundiendo con otra persona? ¿Con el príncipe, además? No nos parecemos en nada. La furia debe de haberle vuelto ciega.
—¡Escúchame atentamente! ¡Yo... TE MALDIGO! ¡TE MALDIGO PARA QUE ALGÚN DÍA TE VUELVAS PARTE DE MI CUERPO, Y SIENTAS EL DOLOR QUE YO HE SENTIDO! ¡PARA QUE SIENTAS EN TUS PROPIAS CARNES CÓMO ES SER SIEMPRE INFELIZ, Y QUE TU ÚNICA ESPERANZA EN ESTA VIDA SEA DESTRUIDA EN PEDAZOS! ¡TE ODIO! ¡DEJARÍA QUE TU ALMA VIVIESE EN MI CUERPO PARA QUE SUFRIESES MI VIDA Y EL RECHAZO HASTA EL FIN DE TUS DÍAS!—
Owen vio por un instante una luz morada y oscura de extraños patrones en el cielo, acompañada por un gran estruendo que ensordecía. Era extraña, a pesar de que no iluminaba te cegaba con gran fuerza, sin poder abrir los ojos. Cuando desapareció, sintió una punzada por todo el cuerpo, que rebotó en su cabeza, como si se hubiera electrocutado ligeramente. Se levantó para poder observar mejor que había ocurrido, y vio y oyó a los sirvientes y criadas que gritaban cerca de una ventana.
— ¡Aah! ¡¡Llamad a un médico, la señorita Drummond se ha desmayado de repente!!—
La chica furiosa de pelo blanco yacía en el suelo muy quieta, como sin vida. Con su piel tan blanca, vestido pomposo y apariencia delicada, podría haberse pasado por una muñeca que alguien había dejado tirada en el suelo.
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La luna es una acosadora
RomanceUn joven campesino llamado Owen despierta en el cuerpo de la dama más reconocida del reino: la hija del duque Drummond, que posee belleza, poder, elegancia... Todo, excepto el amor del príncipe heredero. Owen se encuentra cautivo en el cuerpo de la...