Capítulo XXXVI

726 108 5
                                    


Claude

—Hola, buenas, —dijo la mujer apenas se abrió la puerta.

—Buenas tardes doña Asia, —respondió Claude a otro lado del marco. Iba descalzo, con un pantalón de ejercicios largo y holgado de chandal, y una camiseta sin mangas pegada al torso. —¿Puedo ayudarla en algo?

La mujer miró al chico, se le notaba que estaba cansada, las ojeras eran evidentes, a diferencia de las otras visitas, no llevaba ninguno de sus fabulosos postres en las manos. Claude la miraba preocupado, se apartó del marco y abrió la puerta en señal de invitación para que entrara.

—No se molestará tu esposo, —dijo la mujer, recordado lo que había dicho el hombre tras la puerta sobre ella cuando subió la primera vez.

—Salió, —respondió el chico con una sonrisa.

Doña Asia entró.

Era la primera vez que entraba en este apartamento, nunca antes, ni cuando Phoenix vivía solo, ella había entrado al lugar. En realidad apenas si conocía a los vecinos y sus viviendas por dentro, la única que la recibía era la vieja Clarisa. Al parecer el resto de los inquilinos de aquel edificio la saludaban guardando las distancias; seguramente estaban todos enterados de su lengua.

Y aquel apartamento antes de doña Clarisa, y luego ocupado por don Gaspar había sido hasta la fecha el único que había visitado. Incluso ahora con los nuevos 'propietarios'. Así había sido desde la muerte de dueño anterior. Todas las tardes, en estos tres días había estado subiendo a llevar algún postre a los nuevos vecinos. Su marido se empezaba a preocupar y molestar, ¿qué demonios estaba pasando con esos tipos?, ya seguro subiría a preguntar que pasaba, y ella tenía miedo, tenía miedo a aquella banda de distribuidores de droga. Ayer justamente, mientras le llevaba una bandeja de galletas caseras, le abrió la puerta el tal Hugo. Vestía sólo un corto interior pegado al cuerpo, y al parecer estaba ocupado con algo, la erección se marcaba en aquella tela. Ella tuvo que entrar, la obligaron a entrar; y apenas si podía apartar la mirada del sujeto, con aquel cuerpo cubierto de tatuajes; y en la espalda la imagen de un demonio devorando a un ángel.

Y no era el único, estaba Luis, el hippie; iba igual, y también tenía algunos tatuajes en los brazos y el torso, nada tan grotesco como el tal Hugo. Estaba sentado en uno de los sillones de la sala; y se reía mientras comentaba lo que miraba en la televisión pantalla completa que estaba colgada en la pared.

No sabe que cara puso ella al entender que miraban esos dos; era un maldito porno; y el hippie comentaba algo sobre el pene de uno de los sujetos; «mira lo grande que lo tiene, mierda, va a romper el culo del maricón». 

El tal Hugo la obligó a mirar.

—Que le parece tía Asia, —dijo en burla el hombre. —Al final si resulta que al Odia-gays le gustan los fulanos.

Es cuando dijo eso que ella por fin dejó de actuar como mojigata y enfocó su vista en la pantalla. Y era cierto, aquel vídeo mostraba al Odia-gays y a Claude haciendo el amor. Ella vio consternada como aquel sujeto chupaba el pene de rubio hasta devorarlo,luego lo follaba, y el rubio al final devolvía el favor de aquella mamada, mientras el hippie adelantaba la cinta para chequear todo el contenido.

—¿Le gusta ver fulanos follando?, —le comentó el hippie. —Le puedo sacar una copia.

—¿Qué cosa?, —dijo ella recobrando la razón.

—¿Qué si le gusta ver a esos dos follando, mire que le puedo hacer un descuento, —insistió el hombre.

Pero a ella le preocupaba era otra cosa.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora