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Había pasado una larga semana después de aquella cena disgustante. En los siete días que transcurrieron se las miró muy mal, había tomado una gripe y una infección en la garganta. Por escasez de dinero aún no podía aliviarse, ya que no tenía prosupuesto para ir a una consulta o para medicarse desde casa.

En estos instantes se encontraba arriba de la cama mientras que un pañuelo desechable se posicionaba en su nariz, la suciedad de esa zona no dejaba de salir y ya estaba colmado con el ardor que sentían sus fosas nasales.

Su pequeño Kwan se posicionaba en la alfombra del suelo, desconocía por completo que hacía, ya que ni siquiera sentía las fuerzas suficientes para levantarse de la cama.

Su cabeza ahora había comenzado con una fuerte y fastidiosa migraña, haciendo que se enfadara y juntara sus cejas.

Aquel dolor que se concentraba a los costados de sus ojos, no causaba que olvidara las cosas que pensaba su mente. En los recuerdos que le golpeaban aparecía Hoseok con una sonrisa, y a pesar de que él chico al cual aún seguía amando, le mostraba esa expresión en sus pensamientos, no podía solucionarle por completo los problemas.

Ahora se estaba arrepintiendo de a verle regresado esos billetes. Más que nadie necesitaba el dinero.

Las últimas dos piezas de pan y rebanas de jamón, las había ocupado para hacerle un sandwich a su hijo. En la nevera ya no encontrabas comida, arriba de la mesa ya no había alimentos en lata, ni mucho menos la garrafa de agua tenía líquido.

La quincena que le habían pagado hace días ya no existía en las bolsas de su pantalón, francamente no tenia nada y estaba demasiado preocupado pensando en que le daría de comer más tarde a Kwan. Su hijo ya no tardaba en pedirle alimentos, y eso lo angustiaba más.

Soltando las primeras lágrimas decide levantarse de la cama, para ir después a buscar un par de monedas, las cuales en ocasiones guardaba en el cajón de su tocador.

Al jalar la madera se da cuenta que la superficie del cajón se encuentra vacía, absolutamente nada se encontraba ahí.

Renegando niega con su cabeza y se recarga por un momento en la pared de su recamara.

Estaba pensando en ir a tomar algunas cosas de la cocina de su madre solamente para alimentar a Kwan, pero el miedo se lo impedía. La última vez que cogio un huevo del refrigerador de abajo, su progenitora le lleno de miles de palabras e insultos, por esa misma circunstancia no se animaba a tomarle alimentos.

Chasquiando su boca se da vuelta y decide colocarse su calzado.

Al tener los tenis ya puestos se acerca al pequeño de Kwan y con delicadeza lo carga, para después depositarlo en el sillón y encender la televisión.

— Iré a comprar algunas cosas, quiero que te quedes aquí sentado y mires la tele, para nada vayas a salir de la habitación ¿me escuchaste?. — dice mirando a su pequeño a los ojos.

Kwan asiente y con sus manitos aplaude varias veces.

— En unos minutos vuelvo. — avisa y se acerca para depositarle un beso en la frente.

Al salir de su recamara cierra por detrás de él la puerta y se apresura a bajar las escaleras de madera.

Se estaba disponiendo en ir a la casa de su vecino, el cual vivía justamente a su costado. Aquel hombre que era un poco más joven que su progenitor, siempre le estaba ofreciendo dinero, a cambio de que el rubio le prestará por unos instantes su cuerpo.

Había estado entre sus sábanas en dos ocasiones, y aunque repuganaba tanto su tacto sentía que ese tipo le sacaba de momentos apretados, como en el que está justamente ahora.

Amorette ➸ HopeMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora