¿Quién dijo que el cielo era el paraíso? Pues, quien haya sido estaba completamente errado y eso, mejor que nadie lo sabía el pequeño JeongGuk.
Él era, por decirlo así como la mano derecha de Dios. Era el ejemplo perfecto a seguir de todos los ángeles que yacían en el cielo, a pesar de ser el último ángel creado. Sin embargo; el problema vino después, cuando se paseaba inocentemente por las calles de oro, mucho antes de llegar al palacio celestial.
Allí, creyó haber visto al querubín más hermoso que sus inmortales ojos hayan tenido el placer de captar detenidamente en milenios. Con los nervios a flor de piel, se acercó.
—H-hola.— Musitó trastabillado y cuando aquél precioso querubín sonrió, se sintió perdido.
—¡Hola! - Soltó con una alegría inmensa, demasiado abrazadora. —¿Eres nuevo por aquí? Jamás te había visto.— Aún con la desbordante euforia, se tomó la libertad de aplastar entre sus manos, las regordetas mejillas del más bajito. —¡Eres la cosita más adorable que he visto en mi vida!
Chilló con adoración, llenando de completa vergüenza al pequeño ángel que estaba being hostigado y halagado. Este a su vez estaba deslumbrado por la presencia del mayor, el aura y esa sonrisa suya simplemente debían ser irreales.
La eternidad pareció entonces convertirse en algo más divertido para el pequeño ángel, todo por la constante y persistente cercanía de su mayor, quien a veces tiende a comportarse de manera infantil, sin importarle las reglas o el espacio personal de su menor.
Y ahí residía su confusión.
¿Por qué era tan feliz al lado del querubín? Ni siquiera cuando Dios le pedía que hiciese algo, ni siquiera cuando debían cantar los salmos de David, ni siquiera a la hora de recitar algún pasaje bíblico, siquiera a través de la oración. La felicidad que le transmitía el mayor era infinitamente más grande.
Pero ¿Por qué su corazoncito latía con esa fuerza descontrolada de mil caballos cuando el mayor se acercaba? ¿Por qué sus pálidas mejillas se envolvían en un intenso carmesí? Él conocía de pie a cabeza la palabra de Dios, lo que era y no pecado, conocía también los mandamientos y aun así, no respondió respuestas a esos sentimientos que nacían y desbordaban de su interior.
—Dime, bonito ángel ¿Cuál es tu nombre? - Preguntó con la acostumbrada curiosidad el mayor y nuevamente, el más pequeño se sintió desfallecer.
—¿Mi nombre? —Sí, después de tanto tiempo juntos, ambos desconocían sus nombres. Pero había una razón para esto. —Nuestro padre dice que es confidencial, que solo él puede saberlo.
—¿Está acaso él con nosotros justo ahora? - Inquirió, con esa sonrisita coqueta.
—N-no.— Otra vez, derribaba las creencias del menor. —Pero, no necesita estarlo.
—Debe estar ocupado en cosas más importantes, no creo que le preste su absoluta atención a todo el mundo.— Suspiró entonces, volviendo la mirada hacia otro lado. Repentinamente su acompañante se sintió mal. —¿Me dejarás conocer tu nombre? Prometo decirte el mío.
El más pequeño lo pensó a profundidad, claro que sí. Si las cosas eran realmente como su mayor insinuaba, no habría problema. Pero, si por el contrario Dios se llegaba a enterar se meterían en serios problemas. Incluso los desterrarían.
—JeongGuk, ese es mi nombre.— Dijo sin titubear esta vez y supo que fue una buena decisión cuando la sonrisa en el contrario se ensanchó.
—TaeHyung. Mucho gusto, Ggukie.
Y eso, dio comienzo a sentimientos más fuertes, más notables. Eso asustaba al pequeño Gguk, sencilla y llanamente porque sabía que lo que hacía era pecar. No solo estaba pecando, lo hacía de la manera más odiada por su creador.
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| ° Bête noir ° |
RandomBête noir; Bestia negra. Dies irae; Día de ira. Oderint, dum metuant; Que lloren, mientras teman.