Parte 1 sin título

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Frente al espejo dudo encender la luz, mis senos endurecidos duelen sobre el cristal. Carla se fue temprano. Mamá entró varias veces al cuarto mientras “estudiábamos”. No puedo dormir, su sabor me quema.

La casa es inmensa. El pasillo me aprieta. El baño silencioso se atrinchera al final, esperándome siempre que Carla no está. Me deslizo cautelosamente, es vital; Mamá es de oído fino. Olvidó sus noches lujuriosas en ausencia de mi padre. Papá duerme a su lado, abandonado, venerándola en silencio, comiendo la migaja que ella le regala. No lo ama, él lo sabe. Quiero gritarle, sacudirlo, abrirle los ojos... terminó alejándome.

Subo la escalera, cansada; mi habitación me protege. Caigo en la cama, ya puedo pensar sin miedos. Este es mi mundo. Aparece Carla susurrándome al oído, siento su aliento húmedo en mi oreja, mi cuello. Me come con los ojos mientras me desviste, se desviste, ruborizada, mordiéndose los labios... sus manos delgadas me acarician el rostro, los suaves dedos se arrastran por mi pecho como atrapando mundos. Baja despacio, lamiéndome toda, mordisqueando pezones; entregándome su alma con el balanceo de las caderas ante mi boca sedienta... Sobre la cama cuelga Madonna semidesnuda. Aquí la besé por primera vez, su cuerpo suave temblaba asustado.

La conocí en la universidad. Jamás había sentido algo así. No pensé en mi madre;  me dejé llevar por el magnetismo de sus labios ansiosos mordiendo la goma del lápiz.    Mis ojos rodaban de su piel a Neruda, de la canción desesperada a su boca que me bebía de un sorbo robándome el sueño. Cada tarde nos sentábamos en la plaza de Lourdes, hablábamos del día. Me contaba de sus nostalgias. Su ansiedad por verme y compartir ocasos, la necesidad de su cuerpo cada amanecer. La miraba, intentando gravar su rostro para disfrutarla en mi desértica cama.

Nos tocó duro: Le prohibieron salir; cada vez que llamaba su padre me colgaba...  Carla derrumbó barreras y llegó a mi casa, al cuarto: renacieron los encuentros, cerrábamos la puerta para fundirnos en un caudal de besos disfrazados de álgebra.

En la bañera, me inclino hacia atrás y acomodo el pelo, una mano se apresura entre las piernas y la otra se desenfrena en los pezones. Cierro los ojos y desfilan, mi padre con su andar marchito, y mamá... hurga en mis cosas, enciende la luz y me descubre... se asusta...... ¡No entiende!

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2014 ⏰

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