-Y bueno, Christopher… ¿Cómo que has venido hasta aquí? ¿No tienes un parque mucho más cerca de tu casa?- le digo intentando que capte la indirecta.
-Sí, pero prefiero venir a este, está mucho más equipado para hacer deporte- me dice con una gran sonrisa, nada fingida.
-Uy, es verdad… ¡Mira, esos palos de ahí están sólos! Ves allí a hacer ejercicio antes de que te los quiten- le digo intentando tentarle para que me deje tranquila.
-Prefiero dejar los ejercicios de brazos para el final- levanta el brazo y hace fuerza, como si quisiera que le halagara por el resultado de su esfuerzo tras años de gimnasio. Va listo.
-Muy bien, pues dejemos de hablar y pongámonos a correr- le digo y empiezo a acelerar la marcha. Pasamos un rato sin decir palabra, cosa que agradezco bastante.
-¿Vendrás a la fiesta del sábado?- Christopher interfiere en mis pensamientos.
-¿A la fiesta del sábado?- le pregunto desconcertada.
-Sí, ¿no lo recuerdas? Vaya, pensaba que te acordadas- me dice incrédulo.
-Lo siento, es que últimamente ando un poco perdida con los acontecimientos- le digo, pensando que, en realidad, ando perdida en todo.
-La fiesta de despedida del trabajo de mi padre. Pensaba que te hacía ilusión ir…- me dice con cara de tristeza.
-Hombre, ilusión, ilusión…- le digo, entre dientes.
-Aunque ahora que lo pienso: ¿tú pensabas que yo no iba a asistir porque estaba estudiando fuera del país, verdad? Entonces es por eso que no te acordabas, porque yo no iba a venir- dice con una enorme sonrisa llena de orgullo. ¿Qué yo no me acordaba porque tú no venías? Sigue soñando…
-Puede ser- finjo una sonrisa. ¡Será imbécil!
-Bueno, ¿entonces qué? ¿Vendrás?-
-Supongo, bueno no sé, no es seguro- le digo intentando que no se emocione con la idea de que acuda.
-Ven, por favor, lo pasarás bien. Además a mi padre le hará ilusión verte, hace tiempo que no te ve- me dice con auténtica convicción.
-Bueno, lo intentaré. Pero si no voy no te sorprendas, porque ya te estoy avisando- le advierto, para que no me venga luego pidiendo explicaciones.
-De acuerdo- me responde y continuamos corriendo en silencio. Miro el reloj: las 9:21. Decido que ya es suficiente por hoy y mis piernas lo celebran cuál premiado por la lotería de la Navidad.
-Bueno, ya he hecho suficiente ejercicio por hoy. Me retiro- digo casi sin poder articular palabra del cansancio. Debería hacer esto más a menudo, así no me cansaría tanto.
-Muy bien. Yo también me voy a casa- dice con expresión satisfactoria.
-¿No ibas a trabajar los brazos?- le pregunto con un tono de desconfianza.
-No, por hoy es suficiente, iré a darme una ducha y después a jugar al pádel- vaya, ya me lo pensaba, sólo ha venido hasta aquí para ver si me encontraba y convencerme para lo de la fiesta… no tiene remedio.
-En fin, me voy para casa, que ya deben de haberse despertado mis padres- le digo y me voy, prácticamente, sin despedirme como es debido.
-De acuerdo. Esto… ¡Leyla! un placer haber compartido un rato de deporte contigo. Ya sabes, cuando quieras, repetimos- me dice guiñando un ojo con aires de seductor. Hago un gesto de despedida con la mano y me voy sin dejarle respuesta alguna. Mientras me dirijo a casa voy rezando para no encontármelo de nuevo cuando vaya a hacer ejercicio, bueno, ¿para que mentir? para no encontrármelo cuando vaya a cualquier otro sitio. Aunque es un poco absurdo, ya que el sábado es la fiesta y tendré que aguantar sus indirectas, bastante directas, para que acepte salir con él de una forma un tanto especial. Voy llegando al portal y veo que alguien está esperando en la puerta. Es un chico no demasiado alto, pero parece bastante mono, bueno, al menos en la forma de vestir, ya que no le veo la cara, porque la tiene agachada y lleva un sombrero que le cubre hasta los ojos. Aunque no sé por qué me resulta familiar… Espera, un momento… ¡Mierda! ¡Es Bruno! Pero, ¿qué hace aquí tan temprano? ¿No habrá picado al timbre? ¡Ay, Dios! me está entrando dolor de estómago… A los segundos recuerdo que sigue sin saber en que piso vivo y un alivio me recorre todo el cuerpo. Miro la hora: las 9:33. Un momento, es la hora en la que baja mi hermano… ¡Mierda! Me vuelve a entrar dolor de estómago y náuseas… ¡Joder, qué inoportuno! Voy corriendo a su encuentro.
-¡Hola! ¿Qué tal todo?- le pregunto, como si hiciera un mes que no lo veo, con una risa nerviosa.
-Hola, Leyla. Vaya, ¿te has pegado una buena carrera, eh? A mí no me gusta demasiado salir a correr, sólo lo hago por necesidad cuando las mujeres corren detrás mío- bromea. Este chico no se cansa nunca de sonreírle a la vida. Una ligera risa se escapa de mi boca, sin previo aviso. Bruno me sonríe dulcemente. Tiene una sonrisa tan bonita.
-Tienes mala cara, ¿te encuentras bien?- me pregunta preocupado.
-Sííí, sííí, estoy genial jajajajaja- le respondo riendo cuál trastornada. ¡Mierda! ¿Por qué alargo tanto los "sí"? soy imbécil.
-¿Segura qué estás bien? estás muy rara…- me dice sin acabar de creérselo. Joder, ¡que insistente!
-Sí, estoy bien, tranquilo, es sólo que llevaba tiempo sin hacer ejercicio y bueno, ya sabes…- le respondo la primera excusa que se me pasa por la cabeza. De pronto, veo las puertas del ascensor abrirse a través del cristal de la puerta. ¡Mierda! ¡No! Seguro que es Nathan. Ahora me verá aquí con Bruno y pensará que se está riendo de sus advertencias… ¡Ay, ay! ¡Por favor, qué alguien me ayude!
Bueno, este ha sido el capítulo número 11 de mi novela "Nothin' on you" espero que os haya gustado! :)
Pregunta: ¿cómo creéis que reaccionará Nathan al ver a su nita otra vez con Bruno, tras haberle dejado claro que no se acercara más a ella? Espero vuestros comentarios! Gracias por leer!!! :D
Un beso :-* YouLoveBM
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"Nothin' on you"
FanfictionLeyla es una estudiante de 19 años con una vida bastante simple: va a la universidad, colabora en casa, sale con sus amigas… todo bastante normal. Hasta que un día conoce a Bruno, un chico muy extrovertido, misterioso e inteligente, que le desestabi...