ENFERMEDAD

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CAPITULO CUATRO

“ENFERMEDAD”

Era miércoles y la abuela me pidió que saliera al mercado a hacer las compras, el sol estaba incandescente, odiaba cuando el sol estaba así, como si fuera poco no traía una sombrilla conmigo y el mercado estaba lleno, la abuela nos había preguntado a Nathan y a mi quien de los dos iría al mercado y quien lavaba los platos mientras ella y mi tía salían a un bingo del vecindario, como siempre el tonto de Nathan al ver el sol se ofreció “amablemente” a lavar los platos, dejándome a mi como la boba de la yuca haciendo las compras.

La canción “Time to love” de T-ara interrumpió  mis quejicoso pensamiento, me alegre ver  el nombre de “Lucy” en el identificador.

-¡Lucy! –grite emocionada

-¡Ana! ¿Cómo estás?

-¿Cómo crees? Ahora estoy viviendo con los abuelos TODO el verano—le dije al mismo tiempo que arrugaba la nariz.

-Y con Nathan—dijo socarronamente

-¡Ja! Ese es el motivo de mi tristeza—le conteste malhumorada

-¿Dónde estás? No te puedo escuchar muy bien

-En el mercado haciendo las compras, con un sol insoportable—le dije fastidiada, hoy había amanecido con un humor terrible.

-Uf, con lo que amas el sol—respondió ella sarcásticamente

-Ni que lo digas, Oye Lucy te extraño ¿Cuándo vienes a visitarme?

-¿Puedo?

-¡Pues claro que puedes! La casa de los abuelos es de todos—le dije con un tono presidencial  a lo que ella río

-Está bien An, te visito el sábado, ten un espacio extra para mí en tu cuarto

-¡Sábado de Pijamada!—grite emocionada

-Oye ¿estás en pleno mercado hablando conmigo?

-Sí, es que aún no termino de comprar—le exprese fastidiada

-¡Estás loca, te van a robar! Mejor te llamo luego

-No, si me dejas no podré respirar—respondí exageradamente

-Calla dramática, nos vemos el sábado, tengo mucho que contarte—me dijo un poco tímida

-De acuerdo, cuídate te quiero—fin de la llamada

Lucy era la única que me arreglaba el día, el sol aumento más, la gente estaba aglomerada y aún me faltaba la sandía, cuando pensé que no podía ser peor, un horroroso y conocido punzón me ataco el estómago.

¡Oh, no! ¡No ahora! Yo conocía ese dolor, no era nada menos que el odioso San Andrés (Ajá el que llega cada mes) cada vez que me llegaba era terrible, era de esas pobres chicas que nacían con la mala suerte de estar al borde de la muerte cada vez que estaba en sus días. Tomé con más fuerza las bolsas, el sol no ayudaba en nada, me dispuse a irme cuando una sombra me protegió, voltee a ver el origen de la repentina sombra y me encontré con el chico castaño de ojos verdes amigo de la diarrea… ¿Cómo se llamaba? ¿Matt? Si, ese era su nombre.

-¿Necesitas ayuda?—pregunto el amablemente

-No… gracias—logre decir, sus ojos impactaban

-¿Annabell, cierto?—pregunto el mirándome a los ojos

-Sí

-¡Es un milagro verte! Espero que no pienses mal de mi después de lo ocurrido en tu casa—menciono el sonriente mientras se pasaba un brazo detrás de su cuello

" -¿Promesa? -Promesa"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora