8 Y DE REPENTE, LA REALIDAD

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Al llegar al trabajo, yo no dejaba de pensar en lo que mi ex me había dicho, en el rechazo que tenía hacia mi nueva relación. Necesitaba hablar con Irene, que ella me tranquilizara, la busqué por la oficina, pero al parecer aún no había llegado. La esperé sentada en su puesto de trabajo. Estaba distraída, mirando el móvil cuando oí su voz diciéndome:

- ¿Qué haces aquí?

- Te estaba esperando. ¿Cómo que has tardado? Generalmente siempre llegas antes que yo.

- Marquitos que no quería tomarse la leche, así que al final hemos salido tarde de casa, hemos llegado tarde al colegio y aquí también. Algún día me va a dar algo.

- Bueno, ya te dije que lo pasarías mal con más de uno.

- Sí, eso tenía que haber hecho yo, tener sólo uno como tú, no tres, pero ya sabes como es Javi, él quería un regimiento, menos mal que le paré los pies después de Marquitos, sino...Bueno,¿querías algo?

- Sí, necesito hablar contigo, pero ya lo haremos luego.

- Vale, ¿quedamos para comer?

- Sí, perfecto. Hasta luego.

A las dos, bajamos al restaurante que había junto al edificio donde trabajábamos. Buscamos la mesa donde solíamos comer, y nos sentamos.

- Y bien, que querías contarme - me dijo.

- Mas que contarte es que necesito desahogarme.

Pero entonces se acercó el camarero, así que pedimos la comida y empecé a contarle:

- Bueno, como ya te he dicho, ayer fui a ver a Abel jugar a baloncesto y cuando terminó se ofreció a llevarme a casa y cuando llegamos Eduardo estaba allí con Mimi, así que los presenté. En principio todo fue muy correcto, Abel saludó a Eduardo con total educación y después se despidió y se fue, supongo que porque vio que si se quedaba se iba armar, ya que Eduardo echó alguna puyita.

- Bien, Abel actuó como se debe hacer en estos casos, siempre es mejor no buscar problemas y ya sabemos como es tu ex, debió verlo venir.

- Sí, supongo, lo malo fue lo que vino después, Eduardo me preguntó que que hacía con ese jovencito y que podría ser mi hijo, que estaba haciendo el ridículo saliendo con él.

- Tú no le hagas ni caso, si tu eres feliz y te lo pasas bien con ese pimpollo, pues adelante, sigue con él. No hagas caso de lo que diga tu ex, total él también se fue con una jovencilla y tú nunca le ha dicho nada.

- Eso le dije yo. Al final tuvo que intervenir Mimi, porque nos pusimos a discutir y a ver quien gritaba más alto.

- Me lo imagino, ya sabemos como es Eduardo.

- Pues si.

Gracias a esa conversación al final me sentí más tranquila. Irene me dio muchos ánimos y me tranquilizó mucho. Como ella me dijo, lo importante era lo que Abel y yo sentíamos el uno por el otro y como nos sentíamos juntos. Lo que los demás pensaran de nosotros no debía importarnos lo más mínimo.

Por la tarde, después de trabajar, decidí ir al polideportivo a nadar un rato. Antes de ir le envié un mensaje a Abel diciéndole: "Iré a nadar un rato, ¿a que hora terminas hoy?¿Quédamos a la salida?" Me respondió que vale que acabaría sobre las ocho. Así que tenía tiempo suficiente para nadar por lo menos durante tres cuartos de hora.

Nadar me gusta, me relaja y me da tiempo para pensar, para estar conmigo misma y meditar sobre mis cosas.

Tras el ejercicio, me duché, me vestí y al llegar al bar del polideportivo, Abel ya me estaba esperando. Estaba sentado en una mesa, con uno de sus amigos y compañeros del equipo, Hector. Me acerqué a ellos y los saludé antes de sentarme.

PERDERME EN SUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora