El Horror

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Sebastián conoció el miedo aquél día.

Algunos años después pensó que, si no hubiera estado despierto a esa hora, probablemente jamás se habría cuestionado su propia seguridad. ¿Qué tenía que hacer un adolescente de dieciséis años despierto a las tres de la mañana? La respuesta era que tenía clases al día siguiente, y en su escritorio había una montaña de tareas que había dejado para última hora. Al menos había disfrutado el concierto del fin de semana. Agotado y con unas tres tazas de café; escribía con velocidad en un cuaderno un ensayo acerca de una novela de quinientas páginas. En medio del estrés, se le ocurrió que la mejor alternativa era reclamarle a su yo del pasado.

"Tuviste todo el semestre para leerlo, pero no quisiste ni abrirlo" se decía en voz alta, un poco preocupado de que sus padres lo escucharan. Si lo veían hablar con él mismo, probablemente pensarían que se estaba volviendo loco. De todas formas, siguió recriminándose por su irresponsabilidad y su pereza. Su actitud no era la de un estudiante comprometido, cómo sus padres creían que era. Con el paso del tiempo, había aprendido que las tareas podían hacerse a cualquier hora del día, y que la calificación global no dependía de eso. Lo que nadie le había dicho era que, cuando llegara el momento, tendría que sacrificar noches enteras de sueño para terminar con los deberes. Ahora lo estaba experimentando de primera mano.

A su lado, además de latas vacías de refresco y basura de comida rápida, estaba su computadora, en la cual hacía cálculos para una gráfica de la clase de matemáticas. Después tendría que plantear una ecuación, imprimir la página y ponerlo todo en un folder color manila. Mientras todo eso sucedía, escuchaba, por medio de su celular, un audiolibro del cual tenía examen al siguiente día. Estaba haciendo tres tareas simultáneamente, por lo menos estaba ahorrando tiempo, o eso pensaba.

Una vez que se dio cuenta de que en realidad no estaba llegando a ningún lugar, decidió arrojar el lápiz y ver a su alrededor. Además de las tres tareas, todavía tenía que resolver un cuestionario de la clase de humanidades, dibujar un diagrama para la de computación y hacer una pequeña investigación para la de química. Se sintió como Atlas; el peso del mundo de repente cayó sobre sus hombros. Se puso de pie y miró el reloj. Calculó que llevaba casi siete horas pegado a ese escritorio sin poder levantarse.

Cuando se puso de pie, prácticamente todas sus articulaciones parecieron volver a la vida. Sus piernas, que llevaban mucho tiempo dormidas, se sintieron calientes a medida que la sangre volvió a circular con normalidad a través de ellas. El pulgar de su mano derecha tenía ampollas, y la palma estaba llena de sudor. No tenía un espejo cerca, pero apostaba a que tenía una pinta terrible.

Decidido a dormir, primero fue a tomar un poco de aire fresco del balcón de su cuarto. Después de tanto tiempo en un lugar impregnado con su propio olor, un poco de oxígeno limpio no le vendría nada mal. Abrió la puerta de cristal de un tirón y una corriente de aire frío le envolvió. Volaron de su escritorio las hojas de su tarea, los envoltorios de comida, para aterrizar en el suelo al otro lado de la habitación. En la mañana dejaría que viniera Edith a limpiarlo. Para eso le pagaban sus padres, después de todo. Puso sus pies descalzos en el azulejo, y caminó hasta llegar al barandal.

Frente a él, se extendía el inmenso jardín que formaba parte de su propiedad. Casi ni se podían ver las rejas al final del terreno. A pesar de que hubiera visto ese lugar miles de veces, últimamente su corazón se encogía de vergüenza cada vez que lo hacía. Su padre había construido ese lugar desde cero. Él no había tenido la misma educación que él, ni la mitad de las oportunidades. Por medio del trabajo duro y honesto, había logrado darles a él y a sus hermanos vidas dignas de reyes. Esa casa era tan solo una pequeña muestra de esa generosidad, pues también estudiaban en las mejores escuelas del país, comían en los mejores restaurantes y los atendían los mejores doctores. ¿Y cómo le agradecía Sebastián a su padre? Evitando las tareas.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2020 ⏰

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Historias Independientes. Cap. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora