Para Paula,
Que estás Navidades aparezca tu Adam. Espero que disfrutes del que te he creado.
¡FELIZ NAVIDAD!
Mi vida era tranquila o todo lo tranquila que podía ser la vida de una chica de veinticuatro años. Tampoco es que me gustara las complicaciones, y por ese motivo suponía seguía soltera, a pesar de las confabulaciones de mi madre y abuela para buscarme un novio. Odiaba aquellas citas incómodas en las que tenía que sonreír y aguantar al plasta de turno que habían seleccionado. Una ventaja de vivir en Madrid era no tenerlas cerca, aunque las echara tremendamente de menos.
Como iba diciendo… mi vida era tranquila, normal, hasta que apareció el idiota y estirado de Adam. Un británico con muy malas pulgas que se creía el rey del mambo.
Todo comenzó en agosto.
Madrid se convirtió en un horno. El calor resultaba asfixiante. Conducía rumbo a una entrevista de trabajo, quejándome por los atascos y removiéndome en el asiento, sintiendo el sudor resbalar por mis piernas embutidas en un pantalón de pinza negros. Como echaba de menos la playa y los malditos pantalones cortos.
Subí la radio a todo volumen, dejándome la voz al cantar Volver a empezar de Funambulista. Frené y tan rápido que ni siquiera tuve tiempo a pestañear, otro coche golpeó el mío desde atrás.
Me bajé con la intensión de ver el desastre causado y entonces lo vi…
Su pelo rubio, perfectamente peinado, le daba un aspecto de niño pijo. Sus ojos azules echaban chipas, su rostro de rasgos duros y marcados delataba el cabreo que tenía. Los labios carnosos formaban una fina línea, y su cuerpo, de al menos un metro noventa, se encaminaba con decisión hacía mi.
—¿Es qué está ciega? —Escupió con un acento de lo más sexy. —¡Joder! Mujer tenías que ser.
Agrandé los ojos al oír a aquel idiota despotricando sobre mi forma de conducir.
—¡Pero si has sido tú quien me has llevado por delante, idiota!
—Porque usted ha frenando donde no debía. Y no me falte al respeto.
Alucinada abrí la boca, soltando una estruendosa carcajada. Ese tío estaba pirado.
—¿Se puede saber que mierda le hace tanta gracia? — Inquirió sin abandonar su antipatía.
—Tú—Respondí sin parar de reírme. —Me pides respeto cuando eres el primero en faltarlo. Bravo por la hipocresía.
—No le he faltado el respeto, solo he hecho una observación.
Enarqué una ceja, tranquilizándome y apartando la risa histérica.
—Mira, échame la culpa si quieres, pero tengo demasiada prisa, así que intercambiaremos seguros y que ellos se encarguen.
Sin mucha convicción accedió. Terminamos con el papeleo en cinco minutos, y como el estropicio no era demasiado grabe me monté en mi coche y me largué, dejando al estirado y su perfecto Jaguar atrás.
Aparqué por fuera de la sucursal donde tenía la entrevista y caminé dirección al edificio, sonriendo al pensar en las malas pulgas de aquel tipo. Algunos por tener una cara bonita y un cuerpo espectacular, o al menos lo intuía, se creían los señores del universo. Pues la llevaba clara el pijales.
Una secretaría rubia y atractiva me pidió que esperara a que su jefe llegara, pues se retrasaba. Me senté en uno de los sillones de cuero, cerca del ventilador. Contuve las ganas de ponerme frente a el para que el aire me diera directo en la cara.
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El idiota británico
RomanceRELATO CORTO. Un encuentro inesperado cambiará para siempre la vida de Paula.