"Buenos días".
Despega la mirada de la computadora para ver unos ojos enormes sonriéndole como si no se hubieran visto hace años. Hitoka le tiende un vaso y el peso de no haber descansado bien en los últimos días se eleva como vapor.
"Buenos días".
"¿Hace cuánto estás aquí?"
Viste un vestido azul celeste con flores de pétalos blancos, con los hombros descubiertos y que le llega hasta la mitad de los muslos. Yachi tiene este estilo... ¿Cómo llamarlo? Le hace recordar a una Lolita de Shibuya, la clase de chica que puede hacer un maquillaje complejo en menos de veinte minutos.
"Llegué a las nueve".
"Oh. Hemos estado un poco cansados, ¿no?"
Regresa a teclear y se escapa una risita de labios coquetos hacia la izquierda "¿Mis ojeras se notan mucho?"
"Un poquito".
La ve acercándose por el rabilo del ojo. Verla así, linda y con una sonrisa brillante, le roba la atención. Ya no puede concentrarse en lo que estaba haciendo.
Atrae su mirada sin quererlo a veces. Siente por ella algo que le hacer recordar a lo que siente por Tamago; protegerla todo el tiempo, quizá acariciar su coronilla con la palma de sus manos, sonreírle... Es un poco vergonzoso, pero ella sigue acercándose y él no puede pensar en otra cosa que no sea platicar con ella. Es como una de esas pelotas que aprietas para aliviar el estrés.
"¿Has estado durmiendo bien, Kageyama-senpai?"
"Creo que mis ojeras ya te respondieron esa pregunta".
Ríe y sus dientecitos se asoman debajo de sus labios pintados en rosa "Yo también tengo ojeras y no es porque no duerma bien".
"Tú no tienes ojeras, Yachi-san".
"Claro que tengo". Afirma, enérgica. "Lo que pasa es que sé maquillarme".
Ella bebe con cuidado de no arruinar su labial e, inconscientemente, Tobio hace lo mismo.
A los ojos de ella, alguien que difícilmente alcanza el 1.55 de estatura, Kageyama Tobio se ve como un oso. Uno flacucho, pero un oso al fin y al cabo. Es zoóloga, no puede evitarlo, sabe que pueden ser animales gentiles a pesar de su tamaño y para ella el nuevo integrante del Departamento de Investigación es un oso amable que habla siempre en voz baja.
"Si quieres te enseño a cubrirlas".
"Eh... Me gustaría. Gracias".
La chica lo mira extrañada, pero al final termina carcajeando. Es la primera vez que le ha visto sonreír así. Y sonó muy honesta esa petición escondida para aprender a esconder sus ojeras
"Pero, bueno, no son tan profundas para empezar, Kageyama-san".
Tobio sonríe. Yachi señala con sus dedos el área debajo de su ojo y empieza a explicar que es importante neutralizar primero el color primario que se observa en la piel. Tobio no entiende nada de lo que eso significa, pero igual asiente.
"Pero, como te decía, contigo sólo sería cuestión de... ¡Oh!"
"¿Qué pasa?"
"Es que se pueden ver los destellos de tu Alfa".
Cuando naces, es imposible saber qué lugar en la jerarquía ocuparás. A Tobio no le gusta llamarle así, pero es el término que está en todos los libros de biología y en el lenguaje en general. Cuando los niños cumplen cinco o seis años, además de diversos estudios, un oftalmólogo especialista determina lo que ellos conocen como "Estela Lunar"; una vez que la persona haya llegado a la pubertad, podrá manifestar a su animal interior cuando lo desee por medio de los ojos y el crecimiento de caninos retráctiles. Estas características sexuales secundarias son exclusivas de los Alfa y de los Omega.
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La Ira del Tirano | Haikyuu!! FF (KGHN | Omegaverse!)
RomanceHoy se sintió como complacerle más que otros días. Sentado a la orilla de la cama, frente a una ventana de la que no colgaba ninguna cortina, dio un toquecito a la punta de su nariz con la punta de su dedo índice. Se sintió feliz de repente porque s...