La palabra favorita de George era sobrevivir, era incluso como cualquier persona lo describiría al ver su situación actual.
Aunque estudiar derecho no le había servido de mucho. A diferencia de sus compañeros en bufetes grandes, George había elaborado una estrategia no tan compleja para conseguir clientes.
Con la ayuda de un par de policías, amigos de infancia, George se plantaba fuera de la comisaría. Ahí esperaría la oportunidad de que algún posible candidato a demandante o denunciado saliera desahuciado a escuchar sus propuestas.
Aun así, George había tenido problemas para poder convencer a estos clientes los últimos 2 meses, había tenido, incluso, que reducir su cena a un pequeño refrigerio si quería poder llegar a fin de mes.
Claro que su mayor problema ahora mismo no era ese.
George, hace exactamente 2 meses, no había podido completar el dinero para pagar el alquiler de su cuarto, y, para variar, la anciana encargada de cobrar el alquiler, se paraba a diario al frente de la puerta de George, casi que lo había vuelto parte de su rutina diaria.
George no sabía si la anciana conocía muy bien sus horarios o simplemente había decidido mudarse al frente de su puerta, había incluso tratado de cambiar sus horas de llegada para evadirla, pero no había momento del día en el que la anciana no estuviera, cual guardián de palacio, estacionada sin falta.
Pero en tiempos difíciles surgen hombres astutos, o esa era la variación que George le había dado a la frase ajustándola a su situación.
Buscando como entrar a su propio cuarto, George encontró entre basureros y huecos de paredes, un camino por la ventana trasera.
Así podría evadir a la doña mientras conseguía el dinero, pero parece ser que hace 2 meses George le agarro un pequeño gusto a la incertidumbre.
Aún con todo esto, George no se sentía desafortunado, había conseguido, hace no mucho, lo que a tantos le era tan esquivo, el amor.
En vista de sus problemas de alquiler, George había tenido problemas con sus conquistas, no tenía un sitio decente donde llevarlas y había tenido que eliminar casi todos los números que con tanto esfuerzo nocturno había podido conseguir.
Todas estas situaciones, habían hecho que George llegué a la conclusión de que era momento de crecer, era momento de buscar un amor de verdad, un amor que lo haga mejor, un amor que lo ayudé a cambiar.
Aunque casi se rinde en el intento, George encontró en la tecnología un gran aliado. Después de descargarse una aplicación de citas famosa entre sus colegas, y después de fallidamente dar, más de las veces que él quisiera contar, likes a miles de hermosas chicas. Una de ellas, Susan, había correspondido a su llamado.
En sus fotos no se veía tan guapa como lo imaginaba George, pero si lo fuera sería más difícil que sea un amor puro, o al menos eso se decía.
Después de tan largos días, como lo eran los días de George, conversar con Susan se había vuelto un respiro, poco a poco las conversaciones se hacían más largas y se había vuelto en algo más de lo que había esperado.
Esa noche George no aguanto más, había reducido ahora el almuerzo también, e incluso había dormido un poco más de lo usual para evitar el desayuno, pero lo había conseguido, George tenía suficiente dinero para poder salir con Susan, y Susan lo valía. Ahora solo era cuestión de convencerla...
- No lo sé, George... ¿y si es diferente cuando hablemos en persona? ¿no has pensado que tal vez el misterio sea lo que nos tiene enganchados?
- ¿Que dices, tonta?... no veo porque sería diferente, estoy seguro que lo que me tiene enganchado eres tú, sin ayuda de ningún misterio...
- Pero George...
- Nada de peros, tengo una sorpresa para ti y odiaría que no me dejes entregártela.
- ¿Así?
- ¿Te parece si nos vemos en el centro comercial que queda por la plaza?
- George...
- Vamos...
- ¿Y si no te gustó cuando me veas?
- No hay manera
- Esta bien... te veo a las 7, ¿vale? estaré con un suéter de lana rosa... me voy a dormir, espero que ya sea mañana.
- Espero que ya sea mañana - se despidió George mientras miraba su techo.
Antes de irse a dormir George sacó el collar de plata que le entregó su mamá, era su último recuerdo de ella y era su plan B por si algún día quedará en la miseria. Claro que George rozó ese momento miles de veces, pero ahora creía que lo había hecho para llegar a Susan. Todo parecía haber sido conducido al día de mañana y George jugaría todas sus cartas para corresponderlo.
El día empezó como todos, George se puso la camisa más limpia de las 3 que tenía. Solo tenía un par de zapatos, pero eso le hacía más fácil la elección, o se dijo a él mismo.
Observó por la mirilla de la puerta, y alegremente vio a la anciana de siempre hacerle guardia. George suspiró y se dijo...
- Todo en su lugar -
Lo que hizo que la abuela comenzará a golpear la puerta al escuchar ruido, pero eso sólo hizo que George siguiera con la siguiente parte de su plan.
Escapar por la ventana.
Como siempre, George, se detuvo frente la comisaría, pudo entregar su número a más personas de lo usual. Aunque todas le dijeron que llamarían, George no insistió constantemente como siempre, esta vez solo confió.
George llegó temprano al lugar de espera, estaba ansioso y también hambriento, había dejado de comer para este día y estaba deseoso de pedir algo sustancioso.
Ya eran las 7 y la chica aún no llegaba, George veía pasar a algunas parejas y casi que en todas podía verse con Susan. Aun así, ella no aparecía, lo que no causaba más que aumentar la ansiedad de George.
- ¿Todo bien? Ya estoy acá.
- Si, disculpa por la demora... ya estoy llegando
Después de mensajearse con ella. George empezaba a sudar frío y a recitar frases de presentación. Hace mucho que no sentía algo así y no quería arruinarlo.
Miles de voces cruzaron su cabeza - ¿Y si no le gusto? -, - ¿Y si se decepciona al ver que soy un desempleado? -
- Tranquilo George!, ¡Compórtate como un hombre!, Tu madre no hubiese querido verte así-
Después de lanzarse a sí mismo un par de cachetadas, George comenzó a respirar profundamente hasta que escucho una voz detrás de él.
- ¿George?
- ¡Susan! Que... - Al voltear, George se quedó en silencio
- Soy yo, Susan, George... gente como tú nunca cambiará
Vestida con un suéter de lana rosa, la anciana estaba parada frente a él. Ella solo estiró la palma de su mano mientras George le entregaba sus llaves.
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Rumores
HumorHistorias satíricas de humor negro y misterio sobre lo extraño entre lo común de la vida.