›Incluso en la fría noche‹

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Incluso si le había hecho daño, todo estaba acabado para él cuando vio a Ta-ki irse de la casa solo quería hundirse en la miseria, solo sus sentimientos y él. Como una cita en la oscuridad en la que todo lo malo de su vida se juntaba con sus pocas ganas de existir.

La sensación sobre su piel era cálida y todo gracias a Nicholas, porque en el momento en el cual creía que su mundo se podía reducir a cenizas, en ese precioso segundo el tiempo se detuvo para él y sintió como los brazos de su amigo envolvían su cuerpo desde la espalda, le había puesto su chaqueta y le abrazaba, quería romperse allí mismo pero Nick siempre estaba para reconfortarle. Esa fue su promesa.

Quizás allí sentado en las escaleras, donde la única compañía posible para un joven desdichado como Ni-ki eran los demonios de su interior; solamente quizás, podría sentirse calmado. Porque nada ni un abrazo era tan tranquilizador como el silencio y abrazando sus rodillas se hizo una pequeña bola sentado a los pies de la escalera del primer piso, donde por la hora que era nadie podría encontrarle. Aunque más bien, nadie iría a buscarle. Eran pasadas la una de la madrugada y el único sonido en la mente del pequeño japonés eran sus pensamientos recorriendo cada parte dentro de aquel desgraciado lugar.

—Hay veces en las que no puedes huir, Ni-ki.— se habló a si mismo aunque en voz alta.

—No vayas a huir ahora.— una voz serena sonó en las escaleras, soltando una pequeña risa al final. —Ni-kito, es hora de dormir.

—¡H-hyung!— dijo cuando vio a Heeseung sonriéndole amigable, bajaba los escalones poco a poco para no hacer ruido y le acercó una mano.

—¿Quieres subir? Dani preguntaba por ti pero Jay le mandó a dormir.

Ni-ki asintió avergonzado y subió con él tomando su mano tímidamente, a cualquiera le parecería una situación incómoda o comprometida, pero para ambos no eran más que unos hermanos postizos que tenían que cuidar del otro. Incluso con las caricias de Heeseung en el dorso de su mano el japonés solo podía ver a un hermano mayor cuidando de él y eso le gustaba porque siendo hijo único nunca supo como se sentía.

—Pequeño...— le despeinó un poco. —Aquí te dejo.

Las luces estaban encendidas a media potencia y ellos eran los únicos despiertos, Heeseung entreabrió un poco la puerta de la habitación donde dormía junto a Seon y Sunghoon dejando al pequeño en la puerta de la habitación amarilla.

Ni-ki tomó el pomo y con cuidado entró a la habitación sin hacer ruido, se tumbó en la cama y se quedó dormido gracias al olor de la chaqueta de Nicholas que afortunadamente le había dejado aquella noche.

Porque por culpa de Ta-ki había perdido muchas cosas y entre ellas el sueño encabezaba la lista.

La promesa fue el cielo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora