A mi me rescataron los animales. Sé que así dicho suena bastante más aventurero de lo que fue en realidad, pero eso no significa que sea mentira. Porque en este tiempo yo estaba completamente perdida. Y ellos, a su manera, estuvieron ahí para ayudarme.
Si alguien está pensando que voy a contar una historia de la selva, ya mismo lo tengo que sacar de ese error. Esta historia sucede en el zoológico. Los animales estaban encerrados, claro. En cierta forma, yo también.
Aunque ya pasaron casi tres años, no hay día en que no piense en esa época. A veces alcanza el olor, ese aroma intenso y algo nauseabundo que desprende el zoológico. O un ruido, el rugido de un león, el chillido de los guacamayos. Y en un instante las imágenes vuelven: todo lo bueno, lo malo, lo raro que pasó ahí.
Pero a quien más recuerdo es a Nina, la chimpancé. Mi chimpancé.
Ahora quizás alguien piense que esta es una historia estilo Tarzán. No, tampoco. Aunque en ese tiempo una vez me dijeron que yo me estaba volviendo un poco chimancé. Era una broma, supongo.
O no tanto.
Quizás, a fin de cuentas, de eso se trate esta historia: de mi lado chimpancé.
ESTÁS LEYENDO
Los chimpancés miran a los ojos
RandomA Ema no le interesa el programa especial del zoológico al que sus padres intentan integrarla. Tampoco volver al colegio que ha abandonado ni hablar con la psicóloga sobre lo sucedido ni discutir los motivos por los que está tan flaca. Todo hasta qu...