Los Hermanos Tonto

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Lejos escondido entre los cerros, pero cerca a los pueblos, en una cabaña, una conversación curiosa comienza.

—Ah, este sí que fue difícil, no dejaba de moverse. Sabes..., es complicado llevar este peso por ahí sin ser notado, pero gracias a tu fuerza este trabajo se me simplificó bastante. Yo sabía, que era buena idea que vinieras a ayudarme. Si sé que pudo ser un viaje complicado, pero creo que ya te diste cuenta, este país ¡Ama a los extranjeros! Y lo mejor de todo exactamente en esta parte, al gobierno no le importa si uno o dos de estos desaparecen. —Decía con alegría e ironía un hombre de baja estatura, con una sonrisa en su rostro, mientras ponía un recipiente debajo de un hombre colgado del cuello, muerto y sudando.

—Claro que sí, hermano. Esto no es nada. En casa, hacía mucho ejercicio. Es chistoso que digas que esto pesaba, creo haber cargado más peso que esto en el gimnasio. — Replicó un gran hombre corpulento, mientras entraba a la cabaña con una bolsa negro en el hombro.

¿Por cierto donde debo ponerlo? este tipo creo que se hizo encima, huele a mil demonios.

—Busca espacio por ahí, no lo sé, estoy ocupado, este tipo no suda lo suficiente, joder ¿es que no comen bien? — Decía el pequeño hombre mientras miraba angustiado las gotas de sudor que caían del cuerpo colgado.

*Sonido de que algo se rompió*

—¡¿Pero qué carajos...?!— El pequeño hombre voltea a mirar lo que causó tal estruendo.

—¡Ups! creo que no resistió...—dijo el hombre corpulento mientras ponía uno de sus dedos en su boca y miraba como como la mesa donde colocó la bolsa negra se había destruido por el peso.

—¡Idiota, esa era mi mesa favorita, ahora donde voy a comer!

—Lo siento hermano, creo que la mesa no aguanto...

*El hombre pequeño sujeta un palo de la mesa rota y lo rompe en la cabeza del hombre corpulento*

—Ouch, eso duele hermano.

—No te doy otra solo porque tienes la cabeza dura como una roca, maldición, alabo los benditos músculos que la biología te dio, pero maldigo el pequeño cerebro con el que naciste.

—¿Eso fue un cumplido? — replicó el hombre musculoso encorvándose, por temor a dar una mala respuesta.

—(Se golpea la cara) ...Sí, bueno hermano mío, ya que no tenemos mesa, y ese tipo no deja de apestar mi casa. Tendrás que como ir al rio a bañarlo, para quitar el maldito olor a muerto que lleva, y esto cuenta como castigo.

-Ahhh... pero no quiero ir a bañarlo.

—O vas a hacerlo o el siguiente palazo que te doy será entre tus piernas.

El robusto hombre está en el rio lavando el cuerpo, mientras se queja de su mala suerte y del horrible olor que no desaparece por más que este lo remoje en el agua de rio. Este siente que alguien le toca su espalda como queriendo llamar su atención, él asustado por que lo descubriesen infraganti no tiene mejor idea que meter el cuerpo bajo el agua con una mano y girar a ver quién es la persona que lo interrumpe.

Es una pequeña niña de aproximadamente 8 años, que se tapa la nariz con una mano y le pregunta:

—¿Oye tú no eres de por aquí verdad?, ¿Qué es eso que tiende debajo del agua?

—¿Eh? Pues son mis pantalones..., ¡Sí! mis pantalones— Respondió nerviosamente el hombre corpulento.

—oh... ya veo y el olor es porque... ¿Te hiciste en tus pantalones? — replica la niña tomándose la nariz, pero con una sonrisa en el rostro.

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