De vuelta a casa.
La fría brisa de diciembre me abrazó con fervor, como acto reflejo, acomodé la suave y cálida tela de mi bufanda, y observé el entorno. Los pinos estaban casi totalmente cubiertos de nieve, lo cual le daba un poco de terror a la situación, contando con el hecho de que era de noche, y estaba todo bastante oscuro. A lo lejos pude ver una cabaña, muy al estilo navideño. Estaba un poco apartada, pero esto no me pareció anormal. Los pobladores de Tayket tenían mucha confianza, después de todo eramos una pequeña comunidad, donde los crímenes eran poco frecuentes, y todos nos conocíamos entre sí. Supuse que aquella cabaña estaba abandonada, o que la había arrendado una familia para pasar la noche alejados. Seguí caminando, hasta llegar a la carretera, relamí mis labios, un poco partidos y fríos, en un fallido intento por humectarlos. Esperé atentamente unos minutos a que el auto de papá apareciera, y más o menos en media hora, este se hizo presente. Suspiré con emoción. Desde hace mucho no lo veía, y, para ser sincera, lo extrañaba muchísimo. Papá bajó la ventana del vehículo, me sonrió y me hizo un gesto para entrar, solté una risita y me dispuse a hacerle caso. Dentro del auto, no me contuve más y lo abracé.
— No sabes cuanto te he extrañado. — pronuncíe al separarme.
Él rió. — Lo que importa es que ya estás de vuelta. Dime, ¿qué tal todo en la ciudad?
— Maravilloso, todo es tan grande, hay tantas personas, tantas oportunidades... — callé cuando se me cruzó la idea de que tal vez no era adecuado decir tantas cosas sobre la ciudad. No quería incomodar a papá, a pesar de que él fue el que me preguntó. Sé que fue muy difícil dejarme ir, tanto para él como para mamá, así que mejor cambié de tema. — ¿Qué tal todo aquí? ¿Cómo está mamá y la señora Klaus?
La señora Klaus. Como olvidarla, ella era alguien bastante cercana a la familia. Llegó a Tayket unos cuantos años antes de mi partida. Era una señora de más o menos 50 años, muy devota a su religión, y a sus gatos. La gente del pueblo empezó a llamarla Klaus, o señora Klaus porque un año regaló juguetes a los niños huérfanos, y a los que tenían padres con una mala situación económica. Supimos que tenía dos hijos, pero que ambos la habían abandonado a su suerte.
— Todo muy bien —papá rió— aún siguen apondandola de esa forma, supongo que nunca van a olvidarlo.
También reí. — Sí, supongo.
Entre temas triviales llegamos a casa, saludé a mi mamá con un abrazo, y todos comimos juntos lo que habían preparado. Pronto, el reloj marcó las 10, y tuve que irme a dormir.
Inserté la llave en la cerradura de la puerta de mi habitación antigua, y casi de inmediato esta cedió. Empuje la madera, y está crujió.
Me permití observar mi alrededor. Todo estaba igual, los pósters de mi banda favorita, las sábanas blancas y limpias, el espejo redondo encima de un mueble, las paredes pintadas de un azul pálido, el mueble donde organizaba mis libros y algunos de estos, y un reloj dorado en una mesita al lado de la cama.
Sonreí.
Volví a mi vida.
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Annalise: Mundo de mentiras
Mystery / ThrillerDespués de 3 años fuera del su pueblo natal, Annalise se prepara para su llegada, el reencuentro con sus padres y con su mejor y única amiga, Jimena, pero, al llegar, se da cuenta de que todos parecen haberla olvidado. O tal vez... Ella jamás existi...