Prólogo: Presagio de ceniza

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"El fin justifica los medios"

-¿Pero a quién favorecen esos fines?-

Se preguntaba Edmond después de leer la última línea de uno de los pesados libros que le había prestado el viejo Wiston. Esa noche el insomnio se metió por la oreja del muchacho, para causarle el mayor de los tormentos, la terrible tortura de cuestionarse las cosas. Cayó en tremenda espiral de desesperación sobre la suave y tersa almohada. Su cama, cercana a la ventana, permitía que la opaca luz amarillenta de la calle le acariciara el rostro.

Se levantó sin hacer ruido, cuidando no tropezar con sus zapatos siempre desordenados. Abrió la cortina de par en par, dejando entrar toda la luz nocturna de la pequeña ciudad en la que vivía. Se frotó los ojos y miró el cielo, le encantaba hacerlo de día o de noche; el silencio y aparente paz de las estrellas, le hacían sentir lo insignificante que eran sus problemas. La angustia desapareció después de hacer figuras con el dedo, en el vidrio algo empañado de su cuarto. Se lanzó a la cama y cobijó, hacía mucho frío, el invierno apenas comenzaba. Cerró los ojos y recordó que tenía que levantarse temprano a trabajar, en su mente apareció de nuevo la imagen del cielo nocturno que había visto, lentamente su conciencia empezó a irse a otro lugar, al mundo de los sueños, ahí donde podemos ser realmente libres.

Edmond abrió los ojos en medio de un incendio, se levantó rápidamente, pero tropezó con sus zapatos, corrió hacia la habitación de sus padres y los despertó de inmediato.

-¡Fuego, Fuego!- Gritaba el muchacho

Su padre de inmediato se levantó y le ordenó a Edmond sacar a su madre de la casa, mientras él se quedaba a buscar en su despacho un importante documento, que debía ser enviado mañana de urgencia. Edmond obedeció sin cuestionar, pero en el fondo temió lo peor, que su padre quedaría fulminado por el humo y las llamas, junto con la casa. Notó algo raro en su padre, pero no le dio importancia.

Edmond bajó las escaleras y logró salir a la seguridad de la calle, con solo algunos moretones. Las criadas ya estaban afuera. Edmond les reclamó por no haber avisado del incendio, pero al parecer todas estaban en shock y no soltaban palabra alguna. Misteriosamente el fuego no se esparcía a las casas de sus vecinos, sólo afectaba a la suya. Minutos después el padre de Edmond salió tosiendo con severidad, pero con el documento en mano, que resultó ser una carta. Su padre se desplomó en el frío suelo de la calle, Edmond se acercó y notó que la boca y lengua estaban teñidas de un tono violeta. Con sus últimas fuerzas, el padre de Edmond le entregó la carta y le dijo: ab imo pectore, amor vincit omnia.

Mencionada la frase, su padre cerró los ojos, mientras las negras lágrimas de Edmond manchaban el arrugado rostro de su padre. Su madre cayó de rodillas en llanto y abrazó a Edmond. En ese momento las criadas al fin reaccionaron y repitieron sin cesar en coro:

-Traidor, traidor, traidor...-

En ese momento Edmond sintió un terrible odio inexplicable, sintió que el tiempo se detuvo, después no sintió nada. Todo se fundió en negro, y quedaron las salvajes llamas que le habían arrebatado todo.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2020 ⏰

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