Cap.11

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Andrew estaciona el fantástico automóvil sin hacer el mayor esfuerzo. Me parece sorprendente que un local en el Reino Unido permanezca abierto a estás horas de la noche. Por lo regular apenas y suena el reloj indicando las 8, los dueños y trabajadores deciden que es tiempo de cerrar.
El local es justo lo que me imaginaba que le gustaría a Andrew.
Tiene pinta de ser muy él. Pero no lo puedo negar, es lindo. Las ventanas gigantes iluminan todo por dentro del restaurante a través de sus impecables cristales y su moldura negra. La puerta sigue el mismo estilo.
Bajamos de auto sin hacer ningún comentario, continuamos con nuestro implacable silencio. Cierro la puerta y camino directamente a la entrada, no queriendo esperarlo para que así no tenga ningún contacto físico con él. Se perfectamente que la extraña sensación de hace unos momentos puede volver con solo el roce de sus dedos y no quiero dejar de estar molesta con él. Es mi orgullo el que está en juego.
Puedo escuchar la alarma del auto y sus pasos detrás de mí.
Me siento un tanto intimidada por el lugar. Empujó la puerta y entro en el acogedor ambiente, las luces juegan un papel importante para esta sensación, son amarillas ambientando todo a su alrededor y lo más importante; tienen velas y candelabros. Así de suntuoso es el restaurante favorito de Andrew.
Un mesero se nos acerca rápidamente y me ignora por completo para seguir su camino directamente con Andrew.
Me detengo y dirijo mi vista a la gran recepción que tiene el hombre al que acompaño.
-¡Il mio amico! ¡Il professore! ¡Buona sera!- Al dirigirse a Andrew inmediatamente lo abraza en ese típico abrazo masculino, con todo y sus palmadas sonoras en la espalda.
- ¡Maurizio! ¿Come te la passi?
Andrew está sonriendo de oreja a oreja, claramente es amigo del mesero y este me lo demuestra poco después.
-¿La tua amica, eh? ¡Bella! ¡Molto Bella!
Puedo distinguir el tono juguetón de su voz. Corta distancia conmigo y me saluda de mano.
- Pasen, pasen. Tengo libre la mejor mesa para il professore. Perchè al parecer es una buena noche, no es así?
- Muchas gracias Maurizio, la mesa que tengas esta bien.
El alegre mesero nos lleva a una mesa en una esquina del bello lugar. Es una pequeña mesa adornada por un mantel completamente blanco, obviamente fino porque si no no sería del agrado de El Profesor.
Maurizio corre a traer el menú y nos instala en medio de infinitos halagos hacia Andrew.
Me tomo mi tiempo en analizar el techo, es muy alto, de color hueso con un bellísimo y estiloso fresco pintado a la perfección.
Creo que he estado con la boca abierta y regando baba como por 3 minutos, ¡Ah! Y sin parpadear y dejar de observar la obra de arte que es el techo.
Andrew me observa y añade.
- Lo se, es hermoso. La misma cara tuve la primera vez que vine aquí.
Salgo de mis cavilaciones.
-¡Este lugar debe ser carísimo! ¿Seguro que quieres cenar acá? Podemos ir a otro lugar si tú quieres...
- No, aquí es perfecto.
Olvidó por completo que estoy molesta con el y que no deseaba hablar pero está decoración hace que las palabras salgan de mi boca con tanta naturalidad que no las detengo.
- No sabía que veníamos a un lugar tan "fino"- hago las comillas con mis dedos.- De haber sido así me hubiera arreglado el pelo.
Recuerdo mi fachosa presentación y saco mi teléfono para poder utilizar la cámara delantera como espejo. ¡Que horror! Tomo un pañuelo de papel de la bolsa de mi chaqueta y limpio el rimel corrido, recuerdo vagamente haberme restregado los ojos sin sentirme mal por la pintura negra que ahora batallo en quitarme. Mi cabello complementa a este look de total desfachatez; mi moño alto y bien sujetado se ha vuelto en un moño a medias y con varios mechones sueltos por todos lados.
- Tranquila, te ves adorable.- Andrew dulcifica el tono de voz lo suficiente como para hacerme sentir como a una niña.
- Anda ya, que el ceño fruncido no te asienta todo el tiempo.- completa.
Miro hacia cualquier otra dirección que no sea él.
De repente recuerdo que tengo el menú justo en mis manos así que me detengo a analizar cada uno de los platillos que el chef prepara, de seguro exquisitamente ya que los precios indican que de no ser así simplemente serían un robo.
-¿Sabes que pedirás?
Tardó unos cuántos segundos en responder dubitativa.
- No lo sé ¿Una pasta?
- ¿Puedo pedir por ti? Conozco muy bien el menú, así que tranquila, sé cuáles son sus especialidades.- me guiña un ojo.
De un momento a otro ha olvidado completamente nuestra anterior disputa y se muestra sereno y con apetito.
Muevo la cabeza para dejarle visto un "si".
Hace una señal con la mano y llama a Maurizio.
-Maurizio, podrías traernos una pizza margarita, un fettuccini con salsa de trufas blancas, un spaghetti al pesto y una buena botella de Chanti. ¿Por favor?
- Claro, en un momento llega su cena.
Maurizio se aleja rápidamente y me deja a solas con Andrew.
No puedo estar molesta con él, pero debo mantenerme firme y demostrar mi carácter.
- Y dime ¿Haz pensado en dar clases alguna vez?- su pregunta rompe el silencio entre nosotros.
Intenta hacerme sentir cómoda, así que como siempre, le gana a mi enfado.
- Sería fantástico, me gustaría mucho.
- Igual que tu padre - sonríe con sinceridad y no puedo guardarme una sonrisa también. El recuerdo de mi padre como profesor, dando clases animadamente y explicando cosas con tanto interés siempre fue un ejemplo a seguir.
-¿Sabes? Tu padre era excelente enseñando, siempre lo considere mejor que yo, pero jamás se lo dije.-
Se recarga en la mesa y cruza sus manos enfrente mío. Parece levemente perdido en recuerdos, por lo que aprovecho para hacerle algunas preguntas sobre su relación con mi padre.
-¿Cómo era mi padre como amigo?
- Era de los mejores, recuerdo un sin fin de cosas que pasamos juntos y lo bueno que fue siempre conmigo.
- Hablaba mucho de usted.
- Col, dime Andrew.
- Perdón, la costumbre.
- En fin, me recuerdas mucho a él. Eres muy parecida, hablas de la misma forma en la que él lo hacía, tienes el mismo carácter y puedo asegurar que reaccionas de la misma manera que el lo hacía.
- Todos decían que era una copia exacta de él, pero femenina.
- Pero al mismo tiempo eres tan diferente... - conforme va formulando la oración su voz reduce a casi un susurro.
Trago saliva. Sus ojos me examinan hasta el alma por lo que parece 10, 15, 20 minutos pero en realidad son segundos. Nuevamente me deja en silencio.
- ¿Y eso es malo? - pregunto en tono bajo.
- No, claro que no. En realidad, es bueno. Así puedo descubrirte tranquilamente, sin recordar todo el tiempo que eres hija de mi mejor amigo. ¿Me entiendes? No quiero ver a tu padre, por mucho que lo aprecié, cada vez que hablo contigo. Me gusta verte como una persona nueva a la que conozco muy poco y con la cuál estoy entablando una relación. Una mujer diferente, no como una alumna, si no como una amiga.
Sonríe.
- Entiendo... Yo tampoco quiero verte de esa forma, y créeme que no lo hago. Eres mi profesor pero me has demostrado en poco tiempo que puedes ser mi amigo. Tu y Margarette.
Apenas y el nombre de su esposa sale de mis labios su gesto cambia durante milisegundos, hace una mueca que logra disimular casi al instante.
Gracias al cielo Maurizio llega con nuestra orden y nos acomoda los platos indicados sobre la mesa.
Me sorprende la eficacia y rapidez con la que llegó la comida.
- Esto es para tí. Quiero que lo pruebes.
Andrew me pone enfrente el plato de fettuccini, se ve rico por lo que enredo un poco de pasta en mi tenedor y lo pruebo mientras el me mira expectante.
- ¿Y? ¿Que te pareció?
- Es delicioso, muchas gracias.
Es la pura verdad. Es delicioso. El mejor que he comido en toda mi vida.
Comemos de nuestros respectivos platos, y compartimos la pizza y el vino. La cena se nos pasa entre recuerdos que Andrew tiene de mi padre, entre los que yo tengo con él y sobretodo entre comentarios sobre nuestras vidas privadas.
No sé en qué momento la botella se termina y puedo sentir que el alcohol ha hecho efecto en mi organismo, y sobretodo en mi lengua. Y por lo que creo en la de Andrew por igual.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro.- respondo sin chistar.
- ¿Que es lo que más te atrae de un hombre?
Me sorprende su pregunta, no es lo que esperaba escuchar de su parte, pero deseo contestarle ya que eso mismo me he cuestionado últimamente. ¿Que me atrae de un hombre? Quiero casi decirle ¡Que sea como tú! Pero me cayo mi comentario y culpó al alcohol por mis pensamientos mal encaminados.
- Bueno - pienso por un momento en lo que voy a responder - en primer lugar que sea todo un caballero, que sea inteligente y educado, y por supuesto que sea atractivo físicamente. No puedo mentir, de la vista nace el amor.
- Ahora entiendo porque tanto interés en el joven Keaton.- suelta una risa burlona.
- ¿Quién? ¿Harry?- digo con fingida ingenuidad.
- El mismo. ¿Porque caes en su juego?
- No sé de qué hablas. No entiendo cual juego.
Entorna los ojos y me mira con cierta desesperación.
-¡Por favor! No te creo tan ingenua como para no darte cuenta de su plan. Hace lo mismo con cada chica que le interesa. Las engancha, las usa y las deja. Nadamás.
- Claro que no hará eso. Harry se ha portado de la mejor manera conmigo. Siempre es atento, gracioso y cariñoso.
- ¡Oh vamos! ¿Tan poco tiempo llevas en Londres y ya te conseguiste un novio? Me haces dudar de tus intenciones.
- Harry no es mi novio, nos estamos conociendo apenas como para relacionarnos de tal manera.
Mueve la cabeza con desaprobación y pide la cuenta con un gesto rápido.
-Dejame advertirte algo, Harry no es lo que piensas. Es un joven problema. Es inteligente, sí. Pero no te dejes engañar, es alguien con quién no debes estar metida. No es lo mejor para tí.
- ¿Ah, si? ¿Entonces, que es lo mejor para mí?
- Alguien con más madurez, que sepa tratarte y que te dé lo mejor de él.
- No creo poder encontrarlo tan fácilmente.
- No es que tú lo busques y lo encuentres, es que él lo haga. Deja que te encuentre.
Maurizio se acerca a la mesa con la cuenta y se la entrega a Andrew. Hago ademán de sacar mi cartera y me fulmina con la mirada. Ni se te ocurra. Lo leo de sus ojos.
- Déjame pagar a mi, por favor.
No intento discutir ni por el dinero ni por su comentario de poca fé en Harry. Hoy a estado de muy buen humor, la que se ha molestado en más ocasiones he sido yo, por lo que dejó pasar sus comentarios y cualquier otra cosa.
Le da las gracias a su amigo y salimos del lugar. Subimos a lujoso auto y nos alejamos del restaurante.

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