El comienzo

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Un 15 de septiembre se celebraba el día del grito con normalidad. La gente bailaba y cantaba a favor de su país. David por su parte, quien no era fanático de las muchedumbres, estaba fastidiado de socializar, solo había accedido a ir para complacer a sus padres. Era mejor estar algunas horas parado viendo como los demás hacen el ridículo a ser sermoneado por su falta de interés social.
Despues de estar unas horas inmóvil deseando la extinción humana David sintió como sus tripas se retorcían. Había gastado una gran parte de su dinero en baratijas aún así estaba seguro que había guardado un poco para comer. Busco algunos puestos de comida pero las filas eran inmensas, no tenía la paciencia ni el tiempo para esperar horas en una fila por un simple plato de comida.
Alzó su cuello en busca de algún puesto menos transcurrido, lo único que cumplía sus exigencias era un carro de elotes, no era lo que esperaba pero el hambre lo estaba matando.
David se aproximó al carro de elotes, mientras caminaba pensaba en como iba a pedirlo; extra chile y queso, el elote perfecto.
Al llegar David no solo quedó pasmado por el aroma de los elotes si no por la belleza del elotero, era un joven de aproximadamente 17 años, de estatura media, moreno y medio fornido.
El elotero se aproximó a tomar la orden del joven.

—¿Que le doy?, tenemos chicharrones, palomitas y elotes—Pregunto amablemente mientras señalaba la mercancía.

David regreso en si tras la pregunta.
Pensó nuevamente como pedir su elote, cuando sus ideas estaban nuevamente ordenadas se dispuso a pedir.

—A...¿a cuánto tiene el elote?—pregunto con timidez.

—15 el entero y 10 el de vaso jefe.

—Entonces dame uno entero con todo...por favor.

El elotero saco el elote más grande y jugoso que tenía. Lo unto con chile y queso, tal como lo había pedido.
David empezó a buscar su dinero precipitadamente, extendió sus largos dedos hasta el fondo de su bolsillo sin éxito, lo único que había eran dos monedas de 2 pesos. La vergüenza lo carcomía, después de que el guapo elotero preparara su elote con tanta dedicación lo mínimo que podía hacer era pagarlo.

—Disculpa, pensé que tenía más dinero en mi bolsillo, ¿podrías esperar a que vaya por más?, No será mucho.

—Mira, tómalo como un regalo, no creo que esas piernas aguanten un recorrido más.—observo las largas  piernas del muchacho las cuales temblaban involuntariamente por el hambre. Había algo en aquel chico que le parecía especial, tal vez eran sus dulces ojos o su largo cabello. Estaba seguro que no habría regalado ese elote si se tratase de otra persona, no era lo suficientemente caritativo.
Después de una larga discusión

—Dejame ir por el resto del dinero, sera mejor para...— David sintió como el fornido cuerpo del elotero se acercaba a el, tomo su mano y le entrego el elote.

—Enserio no es problema, solo es un elote, las ventas han sido buenas.—

David quedó inmóvil, no sabía cómo reaccionar, lo único que podía hacer era aceptar el elote, algo que agradecía pues su familia se encontraba considerablemente lejos como para regresar por el dinero.

—Gr...gracias.—agradeció entre barboteos—¿Estarás aquí mañana?, enserio me gustaría pagarte el elote.

—Todos los días sin falta, desde las doce hasta las dos de la tarde.

—Aqui me verás mañana, con tu dinero— Mientras conversaban David  mordisqueaba su elote con fiereza, no duró ni  dos minutos en sus manos.
David agradeció nuevamente al amable elotero y se despidió, prometiendole que lo vería de nuevo para pagarlo lo que le debía.
Cómo David se encontraba lejos de su familia aprovecho para regresar a su casa, ya era de noche y los párpados le pesaban.
Tomo un Uber y se dirigió a la calidez de su cama. En sus últimos momentos de lucidez antes de sucumbir ante el sueño solo podía pensar en ver al amable elotero.





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⏰ Última actualización: Jul 05, 2020 ⏰

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