Capitulo 39 (Editado)

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Capítulo 39


La sorpresa de verlo ahí esperándola era muy notable, pero más por el estado en el que se encontraba. Se veía arruinado, dolido, pero sobre todo se notaba muy arrepentido. En realidad, no supo el por qué, pero en su interior sintió claramente como una clase de paz la envolvía al verlo así, cosa por la cual se regañó internamente. No debía sentirse así al verlo en ese estado, sin embargo, lo hacía y era un sentimiento con mucho poder sobre ella. Tal vez por su propio dolor y porque ahora se sentía mejor al saber cómo habían sucedido las cosas. Al verlo detalladamente supo que algo había cambiado.

Dimitri estaba ahí, llorando desconsoladamente. Pidiéndole a gritos su consuelo, pidiendo su protección. No se mintió, estuvo a punto de abrazarlo, de secar sus lágrimas, de asegurarle que todo estaba bien, que ella estaba con él. Pero, en cambio, un sin fin de recuerdos llegaron a su memoria y la frenaron de hacerlo en un instante.
Recuerdos de ella, envuelta en lágrimas, llorando por él, pidiendo a gritos una explicación y sin tener a nadie que estuviera dispuesto a dársela. Él, dejándola sola y completamente destrozada.

Ahora, sentía un poco de tranquilidad, un poco de paz. Eso se debía al orgullo dentro de ella. Uno que le estaba dando la fuerza que necesitaba a cambió de la felicidad de su alma. Y en el punto en el que se encontraba Maya, no lo importaba que lo hiciera. Estaba muy dolida para pensar demasiado en ello.

Estaba tan herida, tan resentida con él por dejarla sola, por irse sin más. No podía pensar con claridad, y no podría hacerlo en un buen tiempo, lo sabía.

—¿De qué estás hablando? —dijo luego de que él se levantará y le tomara el rostro con delicadeza. Una delicadeza tan familiar que era tortuoso.

Ella sólo se quedó quieta en su lugar, esperando una respuesta.

—De todo. —su rostro mostraba arrepentimiento. Nunca lo había visto de esa manera. —Me arrepiento tanto. Fui un estúpido por haber creído todas esas mentiras. —el cerebro de Maya empezaba a reaccionar y a comprobar que era cierto lo que estaba imaginando. —Necesito que me perdones. —juntó su frente a la de ella con mucha lentitud. —Necesito que aclaremos todo, Maya.

Ella tomó sus manos y con lentitud las alejó de su rostro. Una ola de sensaciones inundaba su cuerpo cuando la tocaba, sensaciones que no lograba controlar, sensaciones que no le favorecían en nada.

—Dimitri... —soltó una bocanada de aire. —Quiero descansar. —comentó con voz tan serena que al hombre le pareció una caricia, pero una muy dolorosa. —Te pido que te vayas, por favor.

Dimitri cerró los ojos para abrirlos luego de un segundo con total determinación.
Para ser sincero con él mismo, no le sorprendía nada su comportamiento, lo imaginaba, aun así, le dolía en el alma cada palabra y cada expresión de su rostro.

—Te dejaré descansar, dejaré que pienses las cosas, pero te pido que me escuches. —hablaba con una desesperación disimulada, pero aun así muy notable. —Debes escuchar todo lo que ha pasado. —Maya negaba sin decirle una sola palabra. —Tengo que explicarte muchas cosas, mi amor.

—No me llames así. —lo cortó rápidamente con una brusquedad sorprendente. —No tienes ningún derecho hacerlo, y para ser franca, no me interesa lo que tengas que explicar porque no quiero escucharte. —soltó con sinceridad. —Quiero que me dejes tranquila, por favor. —rogó mientras su voz se quebraba al decir la última frase más su rostro mostraba total determinación. —Vete.

Dimitri negó, se negaba a irse y dejar todo así. No volvería a perderla. No cuándo ella era inocente, no cuándo estuvo tantos años culpándola en vano, no cuándo la amaba de la manera que lo hacía. No, no lo haría. Estaba muy decidido a recuperarla, aunque se pasara la vida entera rogando por su perdón.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora