3. De otro planeta

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Bruno volvió a hacer clic en la historia de Instagram, como si el verla de nuevo pudiera mágicamente cambiar su contenido. Después de dos días sin apenas saber de ella, la notificación le había ilusionado, pero la imagen que ahora no podía eliminar de sus retinas le cayó como un jarro de agua fría. El título de la canción que la acompañaba, "Amores flacos", era la peor parte. Resopló cuando comprobó que Murphy y Gorka seguían ahí, desafiantes. 

Sabía que había llegado bien porque ella había aparecido fugazmente en el grupo de WhatsApp que todos compartían. Al leerla en su momento sintió tranquilidad, pues después de pasar con ella las veinticuatro horas del día durante meses, imaginarse a Mai sola en el trayecto de vuelta a casa le partía el alma. Pensar en su alegría al reencontrarse con Murphy a su llegada le había dado cierto sosiego, pero tener la noción de que ahora eran otros los brazos en los que se refugiaba le volvía loco.

Conocía la afición de Mai por las redes sociales, y sin embargo ni de lejos se esperaba una primera aparición así. Se sintió derrotado. ¿Debía acaso considerarla una declaración de intenciones? No entendía nada. Dolido, cerró la app y comprobó por milésima vez que bajo el mensaje que le había enviado el día anterior sólo estaban los malditos checks de color azul. Nada más.

Lo primero que había hecho él ayer tras llegar a casa de su hermano y ponerse al día con su familia y amigos más cercanos fue llamar a Claudia. Aunque habían quedado desde el principio en que su relación no sería exclusiva, era evidente que él ya estaba metido de lleno en otra historia, y le debía una explicación.

- ¡Bruno! - La alegría que le notó en la voz cuando ella contestó al teléfono tras el segundo ring le llenó de alivio.

-Bonita... cuánto tiempo sin escucharte.

-Sí, ¿verdad? Yo sí que te he escuchado a ti muchas veces, pero no es lo mismo. – Bruno se sonrojó al recordar que durante los últimos meses todo lo que hacía podía ser observado. - ¿Qué tal la llegada a Alicante?

-Bueno... pues un choque de realidad, la verdad. La situación es muy rara, todavía lo estoy asimilando. Por lo menos mis sobris no paran quietos y me distraen.

-Es que tío... qué fuerte, ¿eh? Estamos todos en shock.

-Y que lo digas... - ella se quedó expectante, y Bruno sintió que ya no podía alargarlo más. – Oye, Clau...

-Dime.

Intuyó por su tono de voz que ya sabía lo que iba a contarle. Se había imaginado muchas veces este momento y en su cabeza se le antojaba incómodo, pero soltarlo todo le resultó más fácil de lo que esperaba. En cuanto empezó, las palabras le salieron solas. Le explicó que al principio había intentado frenarse pensando en ella y que había tenido su historia muy presente. Al describirle la atracción que Maialen y él sentían lo único que se le antojó adecuado decir es que era como de otro planeta, como un meteorito cuya trayectoria estaba predestinada y era imposible modificar, y se sintió culpable por tener que explicárselo tan gráficamente. Ella le escuchó con paciencia, sabiendo desde el principio cuál sería el desenlace de la conversación. Al fin y al cabo, llevaba mes y medio siendo bombardeada con esa historia, y aunque no podía negar que al principio se había sentido dolida y no había actuado de la mejor manera, hacía ya semanas que había pasado página. Expresó esto último en voz alta, y Bruno se sintió en deuda con ella por ponérselo tan fácil. Se despidieron con la promesa de verse pronto, y aunque él intuía que eso tardaría en ocurrir, cuando colgó sintió que se quitaba un peso enorme de encima. Un día después, la culpa que llevaba tanto tiempo soportando por fin empezaba a disiparse.

Los gritos de sus sobrinos peleándose por una pelota consiguieron que apartara la vista del teléfono. Con la esperanza de olvidarse por un momento de Maialen y su última jugada, se levantó y fue a poner orden.

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Después de comer tuvo un poco de tregua. En esa casa se dormía siesta, y en medio del silencio echó de menos la actividad frenética de los últimos meses. Se puso los auriculares y su playlist preferida de Spotify para llenar el vacío, y pensó que era un buen momento para ponerse al día con sus redes sociales. Aunque ya había descubierto que no era de los más populares de su edición, estaba alucinando con la cantidad de gente que le seguía y le enviaba mensajes bonitos. Pensó en las penurias que había pasado de pequeño, y deseó con todas sus fuerzas que el apoyo que estaba recibiendo se mantuviera a lo largo del tiempo. Estaba respondiendo a uno de esos mensajes, cuando la letra de su canción preferida de Platero y tú le llevó la mente a otra parte:

Y creo que muero
Si no siento el roce de tu cuerpo junto a mí
Recuerdo tus labios
Y esos ojos que, al mirar, casi hacen daño

Mientras la radio aburre con una canción
Miro aquella foto y me siento peor
Y yo ya no sé lo que ha podido pasar
Lo que estaba bien, ahora está fatal

Su cuerpo se estremeció al escucharla, y le pareció mentira que solo hubieran pasado dos días desde que estrechó a Maialen entre sus brazos por última vez. Quería dejar de pensarla y quiso cambiar de música. ¿Sería el momento de aficionarse al reggaetón? Se alegró de ver que no había perdido el sentido del humor, pero la canción ya le había hecho acordarse de ella, y no pudo evitar mirar el WhatsApp una vez más.

Cuando vio que, bajo su nombre, de repente apareció la leyenda "escribiendo...", le dio un vuelco el corazón. Joder, cuánto la había echado de menos.

Esperó, y esperó, y esperó un poco más. Pero su respuesta nunca llegó.

Desorden sistemático (Brunalen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora