No había podido dejar de pensar en todo, las palabras de Sheyla, el mail de Johan, la gran reunión…Su cabeza estaba hecha un desastre.
¿Qué se supone que les diría? ¿Cómo sería capaz de dejar a su familia y a…ella, cuando todo se estaba poniendo tan peligroso en la ciudad?
Porque él iba a irse, no era iba a darle la espalda a su sangre, pero primero se aseguraría de que la familia que lo había criado estuviera a salvo. Tenía que conseguirlo, tenía que organizarlo y planear que nueva mentira les diría.
Estaba tan agobiado que no podía pensar en alguna solución, se sentía ahogado.
En algún momento, estando tan cansado, colapsó. Tuvo sueños que no hicieron más que estresarlos, donde no podía hacer nada, donde él…no hacía nada.
Una maldición lo despertó abruptamente, era Sheyla, estaba de pie vistiendo la ropa que le había prestado Dawson, tenía el control remoto del televisor en la mano y en la pantalla se veía como —despreocupadamente— el invitado de los seguidores guiaba la marcha hacia una tarima que habían instalado en la plaza.
Dawson también quiso maldecir.
Había fuego allí, una gran…fogata. No quiso pensar en la otra palabra.
Era tarde, se había quedado dormido.
Sheyla soltó el control sobre la cama y comenzó a desnudarse buscando sus ropas donde las había dejado doblada ayer. Dawson no se volteó, se detuvo cuando pretendía hacerlo. Sheyla tenía un cuerpo precioso, sí, pero eso no era lo que había llamado su atención, ella tenía un tatuaje, parecía nacer en el hueso de su cadera, era fuego, llamas y entre ellas subía hacía su estómago un…
—Es un fénix —ella había detenido sus movimientos rápidos ante la atención de Dawson, camino hacia él señalándose el tatuaje—. Entre las llamas están escondidas algunas cicatrices que me hice cuando me escapé de…ese hombre. Cuando quise hacerme un tatuaje no pude dejar de pensar en las fogatas que siempre encendían fuera de las casas, conmemoraban las quemas de brujas del pasado, era detestable —buscó la mano de Dawson y la guió hacia donde, como había dicho, habían pequeñas cicatrices escondidas—. Sé que no existe pero…es mi ave favorita.
Por lo que significaba, nacer de las cenizas, salir de las llamas, escapar en una piel de plumas que era la libertad. Dawson le besó la mejilla antes de comenzar a vestirse también.
En la televisión se escuchaba al hombre que había llegado a la tarima, vestía una toga oscura y un collar de cuencas azules adornaba su cuello, era de edad avanzada, sesenta o setenta años. Su calvicie brillaba bajo el sol del mediodía y sonreía, como solo un embustero puede hacerlo.
—Que recibimiento tan grato —decía al público tras la gran fogata—. Todos ustedes, los que siguen el camino de nuestro salvador, serán recompensados cuando más lo necesiten —la multitud lo aclamaba con tanta adoración que Dawson quiso vomitar—. Como regalo, ante tan bella obediencia y fidelidad, quiero mostrarle lo que hacemos por ustedes, quiero mostrarles los que muchos llaman “mentira” o “juegos”. El mal no es un juego. Es por eso que he traído conmigo una muestra de ese mal, una mujer ahogada en los jugos fervientes de la oscuridad, una mujer que estaba adorando la muerte.
Dawson y Sheyla se quedaron congelados en el momento en que dos aparecieron ante la cámara arrastrando el cuerpo de alguien que ni siquiera podía permanecer de pie. Se podía notar que era una mujer muy pálida y delgada, tenía puesta una especie de bata que no era de esa época y su rostro estaba cubierto por un saco de donde se escapaban algunos cabellos rubios.
La llevaban hacia el hombre que no dudó en quitarle el saco con brusquedad.
—¿Qué está haciendo? —masculló ahoga Sheyla.
Era una mestiza, no había forma de que no lo fuera, nada en ella era humano, sus ojos, sus facciones…sus colmillos. Sobresalían descarados de su boca. Era obvio. Era un mágico.
Y Dawson tenía algo que tiraba dentro de sí, algo que le decía que la conocía.
Tenía los ojos desorientado, la boca semi abierta y el rosto pálido, tan blanco.
Era una criatura de hielo, debía tener sangre de ellos. Sangre de Frezz y de algo más. Pero sin duda alguna tenía que tener sangre de Frezz.
Él había visto a una, en la guerra…
—La encontramos bailando desnuda en un lugar helado, no hay forma de que un humano pudiera sobrevivir a eso. Esta cosa no es uno de nosotros, es un ser abominable que debe ser purgado —estaba gritando con excitación—. Ustedes que dicen, ¿es hora que el salvador intervenga?
Estaba casi que irreconocible, pero era ella, la había conocido como una adolescente, era amiga de esa otra chica que le había presentado Libriana. Era amiga de Ariel. Ambas habían peleado con cada parte de su alma, lo habían dejado todo en la tierra, incluso su sangre.
Y ahora la tenían allí, se notaba que luchaba por permanecer consciente, debieron darle algo o la habían golpeado hasta inutilizarla.
Dawson sentía el cambió tomar su cuerpo.
Y lo hizo.
Cambió cuando el hombre llevó a la mujer frente al fuego y la empujó hacia...Hacia la hoguera.
Escuchó los gritos de Sheyla, pero no eran por él, era por lo que se estaba transmitiendo en vivo. Un asesinato.
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En las alas del Oliam
Fantasy¿Has escuchado de las criaturas que cambian su cuerpo a uno con alas? No es necesario leer ninguna historia anterior para comprender esta. ADVERTENCIA: CONTIENE SPOILER DE LOS MESTIZOS. Está historia pertenece a la saga: La sangre de los mágicos. R...