Prólogo

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Hola, lo sé he estado muy desaparecida... pero heme aquí con otra adaptación sin fines de lucro. Espero la disfruten y al final les daré los datos originales. De antemano les agradezco la paciencia con las actualizaciones y por favor cuídense, pronto saldremos de ésta.

Prólogo

Londres, 18 de diciembre

Tarde y con los zapatos empapados. Sabía que era muy mala idea ir a esa cena, lo sabía, pero Annie era tan insistente que no pudo negarse y al final ahí estaba, a punto de coger un resfriado de campeonato, con la ropa arrugada y el pelo medio rizado a pesar del moño que se había hecho antes de salir del trabajo. Menudas pintas debía tener y esa gente, sus mejores amigos en Londres, seguro que estaban de punta en blanco, disfrutando ya de su elegante cena de aniversario, rodeados por su pequeño, pero divertido, círculo de amistades.

Se bajó del taxi, abrió el paraguas y caminó hacia la casa. Se detuvo un segundo para admirar la fachada del espectacular inmueble y se le agolparon cientos de recuerdos en la cabeza. Se le encogió el estómago y el corazón le dio un brinco, pero lo ignoró, respiró hondo, abrió la verja, subió los escalones de la entrada y tocó el timbre echándose a la espalda todos los recuerdos.

—Señora —Abrió la puerta una chica mulata, muy guapa vestida de negro, extendiendo la mano para quitarle el paraguas—, pase, la están esperando.

—¿Ya han empezado a cenar?, he tardado una barbaridad, había un tráfico tremendo.

—Han empezado a servir, pero no se preocupe, suba por favor.

—Gracias... —se detuvo abriéndose el abrigo y la miró a los ojos, jamás la había visto y dedujo que se trataba de alguna empleada del catering que Annie había contratado para la ocasión. Le sonrió, pensando que se parecía a...

—Me llamo Andrea, suba por favor —le indicó la escalera que subía a la segunda planta donde estaba el salón principal y ella obedeció sin entregarle ni el abrigo, ni el bolso, donde llevaba el regalo para sus amigos, una preciosa primera edición de "El amor en los tiempos del cólera", que había conseguido en una librería de Barcelona.

—¡Katniss! —llamó Annie desde el rellano superior un poco alterada, así que subió los escalones rápido, intentando sacarse el dichoso abrigo, que se le resistía por culpa de la bandolera.

—Lo siento, lo siento, pero hemos tenido una tarde horrible y yo...

—Vale, mira, Katniss, mírame —bajó un escalón y la sujetó por los brazos, buscando sus ojos.

—¿Qué pasa? —Se detuvo en seco, oyendo de fondo la charla de los comensales—,¿qué?

—Nada, no pasa nada —Finnick llegó por detrás de su mujer, la apartó y se dirigió a ella agarrándola de la mano—, venga, están empezando a servir.

—Vale, siento mucho la tardanza pero es que...

Pisó la alfombra nueva del comedor, eso pensó, en que era nueva porque acababan de reformar la casa, cuando se acercó a la mesa, miró a los diez comensales que tenía delante y la sangre se le hizo hielo de golpe en las venas.

Todo el mundo la observó con curiosidad, se hizo un silencio espeso y sintió la mano de Annie cerrándose entorno a su codo. Él levantó los ojos de la mesa y la miró de soslayo, con pereza, como si no la conociera, e inmediatamente volvió su atención al pescado y a las patatas que reposaban primorosamente sobre su plato.

No se lo esperaba, por supuesto que no. Respiró hondo y desvió también la vista. Se apartó medio centímetro de Annie y se concentró en sacar el regalo que llevaba dentro de la bandolera, afortunadamente sus manos se mantuvieron firmes y pudo sacarlo al primer intento. Lo miró con orgullo y se lo extendió con una sonrisa.

—Bueno, solo he venido para daros el regalo, así que felicidades —balbuceó lo más segura posible y les plantó dos besos—, espero que os guste, acaba de viajar desde Barcelona.

—¿No te quedas? —Preguntó alguien de la mesa y ella lo miró sin dejar de sonreír.

—No puedo quedarme, pero me alegra haberos visto, buenas noches. Que lo paséis bien, buen provecho.

—¿Cómo que...? —alcanzó a decir Finnick Odair pero ella ya estaba bajando la escalera a toda velocidad. Gracias a Dios que no se había sacado el abrigo, eso daba más credibilidad a su espantada y evitaba así hacer el ridículo del todo. Llegó al hall y se encontró otra vez con Andrea, la camarera tan guapa, que estaba sacando los postres de unas cajas enormes.

—¡Katniss! —gritó Annie y ella se detuvo con la mano en el pomo de la puerta—, ¿adónde coño vas?, ¿cómo que no te quedas?

—¿En serio? —preguntó mirándola a los ojos. La camarera se hizo a un lado y desapareció camino de la cocina.

—Oye, lo siento mucho, sabes que yo jamás, jamás te haría una encerrona así, pero... ¡Dios! —se pasó la mano por el pelo y Katniss abrió la puerta mirando de reojo hacia la escalera, donde esperaba, en el fondo de su ingenuo y estúpido corazón, que apareciera él... pero no lo hizo, aunque sí pudo ver como Finnick bajaba los escalones de dos en dos hacia ella—, mira...

—Da igual, Annie, debo irme, en serio. Felicidades —se acercó y le dio un beso en la mejilla.

—Estaba rodando en Praga, llegó esta tarde a Londres y se va mañana a California, no podíamos... —susurró Finnick y ella sintió que si se quedaba un rato más allí, empezaría a llorar—, no pretendíamos nada, Katniss, no te vayas enfadada. Algún día tendremos que empezar a normalizar esta situación...

—No estoy enfadada y lo entiendo perfectamente... —interrumpió—, en realidad vuestro amigo es él... y... debo irme.

—No se trata de eso —intervino Annie, pero ella salió a la calle—, no te vayas así, se me parte el corazón.

—No quiero seguir montando el numerito, por favor ¿eh? —Le sonrió—, mañana te llamo y hablamos. Pasadlo bien, tortolitos.

—¡Katniss!

Se cerró el abrigo y echó a andar a todavelocidad hacia King's Road con el corazón desbocado, a punto de dejarla sinrespiración, decidida a llegar hasta Victoria andando, aunque tardara una horay bajo la lluvia. Se detuvo y miró el cielo. Una lluvia fría y espesa le empapóla cara y la agradeció, se había dejado el paraguas, pero no le importó, girósobre los tacones de las botas y miró hacia la casa de los Odair antes deseguir andando. La segunda planta se veía iluminada, cálida, tan acogedora ytan feliz como había llegado a ser su propia existencia en otro tiempo, en otravida que ahora parecía tan lejana, tan remota, incluso imposible.

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