010.

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Mantuve la respiración y actué sin pensar levantando mi pierna para así poder golpear su entrepierna. De su boca dejó salir un jadeo y en posición fetal cayó sobre el suelo, maldecía por diestra y siniestra y al lograr estar arrodillado me observó y de sus ojos salían lágrimas que rápidamente se encargaba de removerlas. Tomé la camiseta que usé la noche anterior y tapando mi pecho me dediqué a contemplar la escena de dolor. 

—¡¿Eres idiota?! —preguntó exaltado apretando su zona intima. —¿Por qué siempre atacas allí? ¿No sabes el dolor que siento? —chilló y cayó de nuevo boca abajo sollozando. 

—¿Cómo te atreves a hacer eso cuándo tienes novia? —lograba mantener la compostura y sonar decente para no levantar la voz y así alarmar a los demás, peiné mi cabello y suspiré. 

—¿A qué te refieres? Sólo estaba removiendo una mancha de tus labios —gateando logró llegar hasta la cama y allí con ayuda del colchón logró sentarse en él. 

—¿Era necesario hacerlo con la punta de la lengua? —interrogué. Me levanté de la cama y abandoné la habitación en busca de una bolsa con hielo, por segunda vez me hacía sentir culpable aunque no tuviese nada que ver. 

Los tres rostros se veían exhaustos pero sin importar el cansancio y el arduo trabajo que han venido manejando durante las últimas horas, no sería un impedimento para terminar la velada. Sonreí nerviosa a mi madre quien trataba de analizar mi comportamiento y antes de que pudiera ser vista por los dos restantes me escabullí entre los pasillos para dar nuevamente con la habitación. Estaba cabizbajo y daba masajes en su zona mientras hablaba para él mismo, costumbre que tiene desde que le he conocido. Tiré la bolsa sobre su entrepierna y tomé asiento a su lado. 

El silencio reinó entre nosotros y sentí alivio al igual que él. Dejé caer mi cuerpo por completo sobre la cama y admiré el blanco del techo tan insípido como el de los demás. Miraba de reojo las acciones y lo incomodo que le resultaba estar sentando aguantando el dolor, por lo que optó también dejarse caer y verme para fulminarme. Aparté la vista de la suya y apreté mis labios en una fina línea para después volver con sus orbes y perderme en el negro profundo.

—Lo lamento —antes de que pudiera hablar, sus disculpas se hicieron presentes al igual que una sonrisa. Volvía a ver el rostro que me enseño la primera vez que usó una de sus bromas en mí y sabía que se arrepentía. —Hoy comprobé que no eres tan plana —arrugó su nariz y dejó a la vista sus dientes blancos y grandes para después echarse a reír. 

—¿Siempre tienes que mencionarlo? —rodé los ojos y cubrí mi rostro al sentir como se tornaba de un rojo carmesí. —Acepto tus disculpas, pero no vuelvas a hacer eso conmigo. 

Conectamos miradas y el brillo que contemplé en la tarde estaba frente a mis ojos y deslumbraba a cualquiera que se atreviese a verlo. El sentimiento ofrecido me hacía perderme en mis propios pensamientos e ignorar todo a mi alrededor, las palabras que salían de su boca se perdían en el aire y no reaccionaba aunque quisiera hacerlo. Fruncí el ceño al recibir un golpe no tan leve sobre mi mejilla y giré, resultaba cómico el hecho de haberme perdido por unos segundos.

—¿No has pensado en la idea de que nuestros padres estén preparando algo para nosotros? —susurré para ambos temiendo de ser escuchada pese a que estábamos sólo los dos en la habitación. —¿Planean que nos casemos? —reímos al unisono y negamos al creer la idea tan descabellada. 

—Tienes razón, pero debo confesarte que ya tengo a la mujer que será mi esposa —se encogió de hombros y prosiguió. —¿Puedo dormir contigo?

—No creo que sea buena idea —me levanté de golpe y caminé hacia la puerta indicando debía marcharse. —¿Qué estás haciendo? 

—Me deshago de mi ropa —ignorando mis palabras quitaba prenda por prenda hasta quedar en ropa interior. Aparté la vista de su cuerpo y me obligué a mi misma a no ver más allá de lo que estaba a la vista. —Duermo en ropa interior cuando me siento caliente, espero no te incomode —palmeó dos veces a su lado invitándome a dormir a su lado. 

Cerré la puerta y suspiré al darme cuenta de que sería imposible hacerlo cambiar de opinión. Levanté las sábanas y me introduje bajo ellas sintiendo la figura de Jungkook a mi lado. Di media vuelta sobre mi puesto dándole la espalda al pelinegro y me exalté al sentir como su pierna junto con su brazo enrollaban mi cuerpo y escondía su rostro en mi nuca. Su respiración era lenta y los latidos de su corazón eran intensos.

El canto de las luciérnagas en compañía del viento nos arrullaban como si fuésemos dos bebés. Las risas provenientes de los adultos con intensidad se apaciguaban y ambos nos hacíamos la invitación de ir al mundo de los sueños. Ignoré el hecho de estar retenida por los brazos del pelinegro y cerré los ojos, mi cuerpo necesitaba descansar. Oí como la puerta se abría lentamente y observé por el rabillo del ojo la figura de mi madre quien al igual que yo no se percató de decir palabra alguna, pero en la mañana me esperaría una bomba de preguntas las cuales trataría de ignorar. 

Sin embargo, todo rastro de sueño desapareció.

—Jungkook, ¿por qué tienes una erección?

mr dick ©jeon jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora