Tenía razón, nadie parecía extrañarla excepto Marcos. Al principio pensó que ella simplemente se había ido, que sus demonios habían podido más que su amor. Pero al ver que no se había llevado ni una sola prenda de su ropa, no podía convencerse de que simplemente se hubiera ido. Habían pasado cinco días y no tenía noticias de ella. Estaba desesperado por saber de Meredith, por encontrarla y decirle que la amaba y que nada podría hacer que eso cambiara. Era el único que notaba su ausencia y no tenía ni idea de las cosas terribles por las que estaba pasando. Pero aún así ninguna de ellas la hacían sentir miedo o desesperación. Estaba atada de pies y manos en una camilla y lo único que esperaba era desesperadamente el momento en que sus ojos se apagaran y jamás se abrieran.
— Según tu historial psiquiátrico..., estás más loca que una cabra. Y para que veas lo bueno que puedo ser, he decidido ayudarte un poco con eso. ¿Ves estos aparatitos? Son electroshocks; vas a freírte de adentro hacia afuera y no sabes cómo muero por ver eso.
Meredith lo miró y se quedó callada, nada parecía importarle, ni siquiera el que la torturasen con electricidad. Abel se acercó a Meredith y mirándola con burla le susurró.
— No sabes cuánto voy a disfrutar esto.
Se sentó frente a ella solo para observar cómo los hombres que trabajaban para él comenzaban a torturarla con electroshocks. Su cuerpo se retorcía sintiendo un dolor intenso, provocando que cada rincón de su cuerpo literalmente se friera. En cada electroshock, veía su vida pasar como celajes rápidos y en ninguno de aquellos recuerdos, ella era feliz.
— Podemos estar así todo el día, o..., que tú misma me digas dónde está tu querido doctorcito. Se que lo has ocultado como una rata pero no por mucho.
— Púdrete
— Bien, quizá nuestra terapia necesita un empujoncito.
Abel mandó a intensificar el voltaje en los electroshocks y riendo, él comentó.
— Pueden pasar dos cosas una vez mis hombres te den otra dosis. Si eres fuerte..., con suerte quedas vegetal con las neuronas fritas. Pero si no lo eres tanto, vas a morir de forma muy dolorosa.
— Haz lo que quieras, me da igual
— Bien, como quieras
Cada electroshock su cerebro pensaba menos, su cuerpo se desconectaba más de su mente. Poco a poco le estaban quitando la escasa esencia que le quedaba. Ya su cerebro no podía pensar, era como tener una inmensa y espesa esfera de algodón en lugar del cerebro. Estaba en blanco, no sentía ni padecía. Marcos podía sentirlo de alguna manera. Pero nadie lo escuchaba, nadie le ayudaba porque a nadie le importaba un ser como Meredith. Desesperado por ayuda, terminó recurriendo a Isabella. No la conocía personalmente, pero era su última opción. Al llegar a la casa de ella y verla por primera vez, vio en su rostro aún algo de compasión.
— Usted..., ¿Qué hace en mi casa?
— Necesito su ayuda.
— ¿Como en que yo podría ayudarle a usted?
— Se que no la quiere, que nadie la quiere porque ha hecho cosas malas, pero yo la conozco más que todos y ha hecho cosas buenas también pero no le dan crédito por ellas. Meredith, está desaparecida hace más de una semana.
Isabella asintió con la cabeza
— No me extraña, he querido hablar con ella y lo último que me dijo fue que haga de cuenta que no existe. Es obvio que se ha marchado
— No, no es así. No se llevó ni una sola prenda de ropa. Sus cuentas de banco están intactas, su cédula, su coche, hasta su bolso está en la casa. No se ha ido, alguien la tiene.
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Inefable
Любовные романыMeredith ha logrado llevar al máximo su venganza y obsesión contra Isabella y Anabel. Parece que para ellas, no queda absolutamente nada que salvar. Isabella tras las rejas, su empresa esta a punto de perderla totalmente, Alejandro comienza a dudar...