Las hermanas Románova, Tatiana y Anastasia, estaban sentadas en la biblioteca del palacio, cerca de la gran chimenea de estilo gótico que presidía tan magnánima sala repleta de escaleras de madera y de bustos altivos. Vestidas de luto por la reciente muerte del zarevich, su hermano menor, tejían y bordaban rodeadas por un millar de libros que olían a maravillas por descubrir.
Anastasia observaba las flores bordadas de su bastidor con una disimulada mueca de aburrimiento mientras daba puntadas firmes y precisas.
—Tendrás que disculparme por mi falta de tacto con respecto a la muerte de nuestros seres queridos, Anastasia. Pero tengo la escabrosa sensación de que jamás nos liberaremos del luto —comentó Tatiana con cierto tono de hastío—. Apenas empezábamos con el medio luto y mis vestidos lucían más claros: azules, morados, grises... cuando ahora debo volver al negro más absoluto. Y no solo eso, sino que he tenido que renovar el armario con vestidos de crepé negro porque estaría muy mal visto que llevara la misma ropa que usé para el duelo de madre.
Anastasia no respondió nada, pero observó el atuendo negro de su hermana: una falda con volantes, una camisa con hombros abultados, un cuello alto decorado con encaje y un pequeño velo atado a una diadema de azabaches corrido hacia atrás con el fin de llevar el rostro descubierto y ser capaz de enhebrar la aguja.
Por si el aspecto de Tatiana no fuera lo suficientemente lamentable había que añadirle al cuadro escénico las ventanas con las cortinas cerradas, los sirvientes vestidos de negro, los relojes parados, etc.
Nadie sentía ni padecía la muerte de Sergey, absolutamente nadie a excepción del zar. Pero las normas protocolares eran estrictas y debían cumplirse. O, al menos, debían cumplirse en gran medida. Anastasia, por su parte, llevaba un hermoso vestido de tafetán oscuro con escote cuadrado y un diminuto velo con calado floral. Era un atuendo apropiado y a la vez hermoso.
—Su Majestad, el rey de Prusia, Klaus von Wittelsbach —anunció uno de los mayordomos reales a las princesas—. Y la reina madre, Luisa de Prusia.
Tanya se apresuró en cubrirse con el velo mortuorio y se incorporó inmediatamente ante la presencia de su prometido, ¿estaba nerviosa? Anastasia, en cambio, dejó tranquilamente su bordado sobre la mesa auxiliar y se puso de pie para recibir a los extranjeros con estudiada lentitud y elegancia.
—Querida —saludó Klaus a Tanya con un beso sobre el dorso de su mano—. Gran Duquesa Anastasia —reverenció.
—No se incline, por favor —pidió Anastasia—. Usted no es inferior a nosotras, es el rey de Prusia.
Klaus esbozó una sonrisa protocolar ante la cortesía de la princesa y dejó pasar a su madre.
—Reina madre —dijeron Tatiana y Anastasia al unísono.
—Sentimos mucho vuestra pérdida; sin duda, este debe haber sido un año muy complicado para vosotras... De hecho, lo ha sido para todos —comentó Luisa envuelta de crepé negro; ofreciendo un corto, pero afable abrazo a las dos muchachas.
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El nacimiento de la emperatriz. Dinastía Románov I.
Ficción histórica[Aviso: Ya a la venta. Retirada]. ~Juego de poderes~ Ajedrez de hielo~ Anastasia Románova es la hija del zar de Rusia. Como princesa debe casarse con quien la corona decida a fin de garantizar pactos políticos y estratégicos para la monarquía. Por...