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El frío mañanero le comenzaba a calar en su blanca piel de porcelana.

El ruido de sus zapatos era constante en el suelo y casi se asemejaba al tic tac de un reloj. Era lo único que parecía escuchar en su camino a clases a pesar del mar de gente que hablaba y paseaba a su alrededor. Con una bufanda alrededor de su cuello que tapaba un poco de su cara y solo dejaba ver aquellos bellos ojos.

Portando el uniforme típico de la preparatoria kamome, pulcro y limpio, revisado meticulosamente para que no quedara ni la más mínima arruga. Solo para dar una buena impresión, lo quería, desesperadamente lo necesitaba.

Que ese alguien viera a la bella chica de cabello blanco y ondulado de puntas aqua, con sus ojos de un lindo color magenta combinados de toques amarillos en ellos. Su figura no era la mejor, no era voluptuosa, pero tampoco no había nada, tal vez unas pequeñas curvas se asomaban en ella...

Pero sus piernas, sus horribles piernas y lo que ella consideraba una maldición que la perseguiria hasta el día en que deje de respirar y su cuerpo sea enterrado. Horribles y gordas, semejantes a los rábanos. La razón de que fuera objeto de burlas y desprecios desde la tierna edad de cinco años.

Eso hasta que conoció a su encantadora, dulce, hermosa, inteligente, generosa, amable, bondadosa, inocente, bella y preciosa Akane Aoi.

No es que Yashiro fuera una envidiosa con deseos venenosos hacia su mejor amiga. Pero a veces también añoraba que se fijarán en ella como lo hacían con Aoi, no la atención que recibía como la chica rábano. Literal la adornaban los colores de un rábano para rematar. Y más para hoy, ya que era un día "especial".

Con una bolsa de papel en la mano, en la cual guardaba múltiples cosas que variaban desde comida hasta regalos, continuó su camino hasta la entrada de Kamome, la cual le había traído grandes cambios y le ayudó a recuperar un poco de su felicidad.

Jardín de infantes:

Yashiro era una pequeña niña, tierna y linda. Lastima que los otros niños no opinaban lo mismo. Como eran todos a esa edad, tontos e inmaduros, rozando lo estúpido, molestos, gritones y daban su opinión sin importar que nadie se las pidiera, unos pequeños diablos imprudentes. Alguien dió su opinión: frente a él tenía a un rábano andante, alguien se rió, todos se divertían y harían de todo para seguir teniendo aquello, así que volvió a pasar, una vez más... otra más también.

Preescolar:

Una vez hubo un pequeño empujón accidental, otro más, los accidentes pasan después de todo. Es el tercero de esta semana... otro más, cada vez se notaba su verdadera intención. Hubo un empujón demaciado fuerte y la niña cayó de rodillas en concreto, sus rodillas se rasparon, -No te preocupes. Es solo un pequeño raspón- una risilla sonó en el fondo.

Los insultos comenzaron, tal vez fue solo una prueba de que seguían siendo los mismos niños estúpidos que aún tenían que madurar. Ese fue un poco más elevado de tono. Ese ya no da gracia... ¿Cuál es la necesidad de insultarme así? De verdad no quiero más. Se decía a si misma la niña.

Para solo tener once años, era raro que una pequeña niña le costara tanto levantarse de la cama, no era común que cargara con aquel dolor emocional... solo quería a alguien que realmente la quisiera.

Mamá... Papá... Ayúdenme.

Secundaria:

Al estar estudiando en colegio, al pasar de grado tenía que volver a los mismos que tanto le hacían daño, y el pedido vacacional que había no les bastaba para detenerse, se reusaban a pensar en ella o en sus sentimientos y en el momento que algo se vuelve costumbre, es imposible parar. Ves a alguien hacerlo y si alguien más lo hace por qué yo no puedo.

𝑴𝒐𝒏𝒐𝒄𝒉𝒓𝒐𝒎𝒂𝒕𝒊𝒄 𝒅𝒂𝒚𝒔 [ 𝑱𝑺𝑯𝑲 ] ⚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora