Idfc

706 89 18
                                    

«𝚈𝚘𝚞'𝚟𝚎 𝚋𝚎𝚎𝚗 𝚘𝚞𝚝 𝚊𝚕𝚕 𝚗𝚒𝚐𝚑𝚝
𝙸 𝚍𝚘𝚗'𝚝 𝚔𝚗𝚘𝚠 𝚠𝚑𝚎𝚛𝚎 𝚢𝚘𝚞'𝚛𝚎 𝚋𝚎𝚎𝚗
𝚂𝚕𝚞𝚛𝚛𝚒𝚗𝚐 𝚊𝚕𝚕 𝚢𝚘𝚞𝚛 𝚠𝚘𝚛𝚍𝚜
𝙽𝚘𝚝 𝚖𝚊𝚔𝚒𝚗𝚐 𝚊𝚗𝚢 𝚜𝚎𝚗𝚜𝚎
𝙱𝚞𝚝 𝙸 𝚍𝚘𝚗'𝚝 𝚏𝚞𝚌𝚔𝚒𝚗 𝚌𝚊𝚛𝚎, 𝚊𝚝 𝚊𝚕𝚕»
—𝐢𝐝𝐟𝐜, 𝑩𝒍𝒂𝒄𝒌𝒃𝒆𝒂𝒓

Chuuya siempre había transmitido un sentimiento especial.

Desde que eran jóvenes, Dazai estaba acostumbrado a colarse en su apartamento. Siempre lograba amañar la cerradura, no importa la dificultad que esta tuviera, y finalmente, tras años porque Chuuya era muy terco, había acabado por dejar la llave debajo de una maceta para no tener que comprar cada rato una nueva puerta.

Dazai le había comentado la inseguridad que eso provocaba, pero el argumento de Chuuya fue que él era el único idiota que se atrevería a ir a su apartamento sin su permiso. Y razón no le faltaba.

Dazai apenas pisaba su propio apartamento. Ni siquiera sabía dónde tenía la llave. Sus noches las pasaba bien en su oficina, bien en la calle y muy posiblemente colándose en el piso de Chuuya.

Había permanecido ahí desde que se lo compró, y como era típico de él, estaba personalmente decorado a su gusto. Transmitía hogar, tranquilidad, una calma que Dazai no estaba acostumbrado a sentir y quizá nunca lo estaría.

Conocía cada uno de los cuadros que había colgados y por qué motivos estaban ahí. Sabía que el sofá era tan grande para que él pudiera acostarse en él, porque Chuuya apenas lo usaba —y dado su tamaño habría comprado uno más pequeño— pero a Dazai le encantaba usarlo. Sabía que había más cuadros que fotografías porque estas estaban en el cuarto de Chuuya, ocultas en una caja de cartón debajo de la cama, porque a Chuuya no le gustaba recordar lo que había perdido pero no era capaz de deshacerse de los recuerdos.

Sabía que al dormir Chuuya siempre dejaba al menos una vela encendida porque siempre tenía miedo de que los fantasmas de su pasado volviesen a atacarle. Aunque hubiesen pasado doce años desde aquel día, no había conseguido olvidar.

Quizá nunca lo haría, por mucho que lo intentase. Quizá Chuuya ya sabía eso, pero lo seguía intentando.

Se quitó su chaqueta y la bufanda, déjandolas en el reposabrazos del sofá y se hundió en la suavidad de este. Todo el apartamento olía a Chuuya, a su marca de cigarrillos favorita, a vino francés y a su excesivamente caro perfume Dignified Privée, que usaba como si fuera uno cualquiera y que le daba a la estancia un ligero olor a vainilla y canela.

Por mucho que se esforzase, no lograría olvidar. Tampoco podría cambiar.

Dazai, en su fría lógica, cada vez había ido viendo más y más absurdo su sufrimiento. Iba viendo como se martirizaba por ello cada día, y aunque pensó que con el tiempo se le pasaría, no lo había hecho.

Quizá era porque Chuuya aún guardaba algo de esperanza. Una esperanza que le decía que todo era una pesadilla, y que al día siguiente despertaría con quince años de nuevo, en una felicidad que bien sabía que era falsa.

Dazai, sin embargo, cada día se levantaba sin ella. Antes intentaba buscar su razón para vivir, pero ya no. Había perdido toda esperanza de encontrarlo, y la oscuridad en él solo se iba haciendo más y más grande, devorando sus buenos sentimientos, si es que alguna vez los tuvo.

Pero no le importaba.

No le importaba, porque había crecido enraizado a esa vida. Habían sido muchos años, demasiados, y nunca había experimentado la felicidad ilusoria que sí tuvo Chuuya.

𝐢𝐝𝐟𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora