𝒯𝓇ℯ𝓈

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𝓔𝓷𝓻𝓲𝓬

Nunca he sido muy participe de estas actividades. Las razones me sobran, pero no tengo ganas de recordarlas en este momento. Y sinceramente, había imaginado algo diferente. Pero bueno, es una de las razones por las que evito hacer expectativas, después de todo no siempre llegan a cumplirse.

Aunque las cosas no estén yendo a como me hice ideas, nunca esperé ser espectador de tal escena que causa tantos revueltos en mi interior. No sabría decir si positivos, porque ambas partes, aunque se enfrenten entre sí, parecen acariciar la parte oscura de las miles de emociones humanas.

Podría considerarse un pecado irremediable, pero poco sé de lo que es considerado abominable lejos de lo que el mundo plantea como incorrecto.

Cada parte de mí es absorta por la impotencia al admirar cada movimiento suyo, cada sonrisa y suspiro de alivio. Mi propia respiración evita ser demasiado pesada, pero es tan apresador lo que mis ojos llegan a ver mientras me veo obligado a contenerme.

Esa sonrisa es deslumbrante.

—Puedes consumir cualquier cosa con esa mirada—su voz es vagamente conocida, volteo a mi derecha para encontrar a un sonriente castaño de cabello ondulado—. ¿Lo sabe?

Una tensión recae en mis hombros, como si estuviese a punto de saltar de un precipicio. Entonces recuerdo que se trata de Antoni. Eso, en cierta parte me produce alivio.

—No—respondo secamente.

Vuelvo la vista al frente, a algunos metros de distancia en donde una hermosa chica de cabello castaño mueve sus caderas demasiado provocativo. A su lado, Said cede sin ningún problema a tal baile.

Siento un nudo en el estómago. Me distraigo tomando otro vaso de bebida para refrescar la garganta, y, de algún modo, eliminar tal malestar.

—Necesitarás más que soda para sobrellevarlo.

Dejo el vaso en una de las mesas. Por un momento olvidé su presencia. Me enfoco en examinarlo con la mirada, sé de sus intenciones, lo he sabido casi desde el día en que nos vimos por primera vez. Esa mirada presumida nunca ha pasado por alto en la facultad, todo él, de alguna manera, es imposible que pase por alto sin ser visto.

Y no por el simple hecho de portar un Ferrari, o ropa de marca. Más bien por algo un poco más complejo.

Pero me niego a ser parte de eso, quizás solo se trate de otra excusa. Es lo más razonable para la situación, sin embargo, puede que solo sea porque no estoy preparado para tal dilema.

Las personas nunca suelen mostrarse como son ante los demás, solo enseñan una parte, una faceta. Y, aunque el mundo ha evolucionado, no todos estamos preparados para alejar las capas que nos han puesto y liberar algunos demonios.

—No es de tu incumbencia—musitó lo suficientemente audible.

—Tienes razón, aun así, estaré cerca.

Se aleja tras darme una palmada en la espalda y guiñarme un ojo.

El atrevimiento de confianza es molesto, intercambiar unas palabras no nos hace cercanos, y mucho menos confidente de mi voto de confianza. Hace tiempo que nadie ha tenido ese insignificante privilegio.

—¡Eh, don inexpresivo!

El imbécil amigo de Said se me acerca a pasos torpes antes de sentarse en la silla a mi lado.

—¿Por qué eres tan raro? —apenas puede formular la pregunta—. No pareces alguien de diecinueve, más bien me recuerdas a un personaje de niños, ¿cómo se llamaba? ¿el Grinch? Creo que sí. Tan amargado por todo y odiando a todo el mundo. Solo te falta el color verde.

—Eres irritante—digo tratando de ignorar toda esa mierda que ha dicho.

—Lo sé, lo sé. Me lo dicen muy a menudo.

Intenta pasar su brazo sobre mis hombros, pero con voltear a verlo es suficiente para que se detenga. En su lugar, sujeta la botella de vidrio con ambas manos a la altura del pecho. Luego la extiende hacia mí.

—No pareces alguien feliz, ¿eres feliz?

Sus preguntas están fuera de contexto, pero que conversación es coherente con un borracho.

—Quien sabe.

Parece tener arcadas, por lo cual termina dándome la botella que no deseaba recibir, antes de alejarse para ir a expulsar todo el alcohol consumido.

—Idiota. 

𝓢𝓸𝓵 𝓸𝓬𝓾𝓵𝓽𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora